Epílogo

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Ella se encogió aún más en su lugar, repitiendo una y otra vez su petición de protección. Su cabello era un caos de tanto que había tirado de él y se había pasado las manos en un desesperado intento por calmarse. Estaba acurrucada en el frío y húmedo suelo de piedra, en el centro de su celda, tan alejada de todo lo que la rodeaba como era posible. Por más que se cubría sus orejas podía oírlos, los desesperados gritos de los demás prisioneros en el fondo, todos igual de peligrosos que ella y todos desesperados por hacerse oír por los guardias.

Pero los guardias no los oirían y ella tan solo podía pensar en pretender que aquello no estaba sucediendo. Quiso gritar pero se contuvo. Sus brazos estaban llenos de nuevos cortes, la sangre manchando completamente su piel, su ropa, su cuerpo, incluso su rostro. Por más que intentaba no pensar en ello era imposible. Las imágenes de lo sucedido aquella tarde no dejaban de atormentarla, recordándole una y otra vez lo que había hecho y diciéndole que era la culpable. Ella había disparado, ella lo había matado y ahora tendría que lidiar con sus consecuencias y su eterno castigo.

Se estremeció sin desear mirarlo, sin desear ver nuevamente aquella despiadada sonrisa, sus labios curvados de un modo cruel enseñando sus dientes. No dejaba de pasar su mano por los barrotes que separaban la celda del pasillo, sus uñas golpeando el metal con un sonido inquietante. Ella quiso decirle a los demás prisioneros que eran en vano sus intentos por pedir ayuda y hacerse oír.

Pero en aquel momento apenas podía ocuparse de ella misma, no era capaz de hacer nada más que negar una y otra vez lo que estaba sucediendo. Sus uñas lastimaban su cuero cabelludo mientras intentaba cubrir sus orejas y ahogar el ruido, sus dedos ensangrentándose cada vez más. Sus ojos estaban cerrados fuertemente de un modo doloroso mientras pretendía ignorar a su visitante. Tan solo podía pensar en que deseaba que desapareciera. No podía esperar a que saliera el sol para que él se fuera. Sería una noche muy larga y tormentosa y ella no sabía si podría resistir.

—No temas Ailish, sabes que yo jamás te haría daño —dijo él.

Presa (Cazadora #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora