50 Demonios escondidos del señor Sesshomaru (Completa)

El cuarto rojo

Capitulo 10:

Estoy algo aburrida, el hecho de permanecer encerrada todo un día es algo que no deseo repetir, pues no puedo conectarme a ninguna red social, soy el punto del radar y cualquier equivocación que haga será perjudicial, la policía e inclusive mi propio padre podría localizar mi paradero, no quiero irme de Las Vegas, pero lo que si quiero es irme de aquí. "Ese hombre me da algo de miedo y su mirar tan misteriosa, es como si escondiera un gran secreto y su postura tan fría y desafiante me pone al borde del nerviosismo, es como si quisiera matarme, o comerme".

Pero no puedo vivir con miedo.

Además me estoy muriendo del aburrimiento y ya di tantas vueltas en el mismo lado, pisando mis propias huellas que casi podría hacer un voquete en su lustroso piso.

«Debería salir un rato», pensé. No escucho nada de ruido en los alrededores tal vez sea agradable tomar un poco de aire o por lo menos dar un pequeño paseo en esta lujosa mansión, no creo que al monstruo sexy se enfurezca, además creo que es un hombre de negocios, sumamente empoderado. Tal vez no sean legales.

Eché un vistazo por una rendija y efectivamente todo está apacible.

—¡Vamos a inspeccionar el lugar!—  me dije a mi misma. Salí sigilosamente y cerré la puerta.

El pasillo era largo, hecho de mármol con grandes vitrales dónde en el centro tenía dibujado una media luna, su aspecto es similar a las que ví en el hotel sólo que estas son más refinadas y bonitas.
Todo estaba hecho de mármol y las paredes blancas incluyendo los muebles, todo era bello ante mi vista e incluso cegador.

El lugar es más grande de lo que imaginé.
En el centro hay división de dos largas escaleras en forma de caracol con barandales de color dorado y con adornos en forma de caireles enroscados al final de ellas hay una estatua que casualmente es una media luna.
De ambos lados hay pasillos con varias habitaciones con amplias puertas de color blanco, seguramente todas cerradas bajo llave, como si yo tuviera interés en llevarme algo. Hasta desconfiado salió mi queridísimo esposo.

«¿Por cual pasillo me iré?». Obte por el lado derecho.

Hasta ahora no me he encontrado alguien que me insulte por andar de curiosa. Continué mi camino a ver hasta dónde llega sólo espero no perderme, porque esto es más grande que mi propia casa. No entiendo cómo es que tiene semejante mansión tan sólo he visto que viven dos personas, él y ese enano. "A veces las personas son ambiciosas y entre más tienen, más quieren".

Mi querido esposo, es uno de ellos, me siento diminuta en este caserón de telenovela. Al parecer no hay nada bueno cuando de repente algo llamo mi atención hasta lo más recóndito del pasillo hay una puerta que desentona de todas las demás, su color no es blanco, es de madera rojiza «¡Qué extraño!», pensé. ¿Por qué tendría una habitación con esas características?. Cada vez me sorprende ese hombre.

Y la curiosidad me mata. Debería averiguar qué hay ahí adentro, qué es lo que esconde detrás de esa puerta. Pero probablemente no me guste lo que haya ahí, debería ignorar mis pensamientos y salir corriendo antes que me vean,  ahora mi corazón bombea rápido. Mi lado malvado me aconseja que me acerque

Total no creo que nadie se entere de mi travesura. Camine rumbo a la gran puerta, suspiré profundamente y jale la perilla, no está bajo llave. Entoncés fue cuando me lleve la gran sorpresa del año. Casi me caigo de nalgas al ver aquellas cosas tan repugnantes, tétricras. En todo mi al rededor había "juguetes sexuales".

—¡Pero qué clase de enfermo hay aquí!— me pregunte. Una parte de mi tenía curiosidad de tocarlos y otra parte le daba miedo. Por supuesto que los conocía, los había visto en internet y la televisión, pero jamás en mi existencia había visto uno en carne propia y a todo color. La curiosidad aumento y empecé a palpar con las yemas de mis dedos,"había látigos, dildos, mordazas y otras cosas que  desconozco". El corazón me bombeaba rápidamente que casi sentía que estallaría, sabía que ese hombre no "era bueno".

Cuando de repente una voz varonil me habló por detrás.

—¿Tú qué haces aquí?— me preguntó furioso.

Voltee y me percaté que era él...  "Mi esposo".

Tragué saliva amarga, claramente este sería el final de mi existencia. 

—¿Qué son estas cosas?. 

Él me miró despectivo arqueando las cejas.

—Son juguetes sexuales... ¿Acaso no los conocías zorrita?.

—¿Por qué los tienes aquí?.

—Eso no es de tu incumbencia.
Deberías irte...

Quería huir pero las piernas no me respondían era como si una pesadez recorriera todo mi cuerpo.

—¡Sal de aquí zorrita!— me ordena.

—¿Son tuyos estos juguetes?.

—Obviamente.

Me temblaban los dientes, mi mandíbula se aflojó que casi podría crear una cascada de saliva.

El se rió.

—Creo que estás enfermo.

Cerró la puerta con seguro.

Se aproxima hacía mi en pasos lentos y sensuales no podía escapar, se desabrocha los botones de su camisa blanca.
Hasta que se resbaló de su fino y musculoso dorso.

—¿Qué me vas hacer?— pregunté tímidamente. ¿Vas a usarlos conmigo?.

El no dijo nada, llegó hacía mi, es alto, tenía que levantar el rostro para mirarlo. Él agachó la mirada y junto su cuerpo, lo más cerca al mío, que podría aplastarme y lo peor atrás de mi hay una mesa con muchos "instrumentos de placer".

—Recuerda que tengo libre acceso a tu hermosa vagina con ese vestido.

Instintivamente apreté las piernas lo más fuerte que pude para que él no pudiera tocarme. Nadie tiene el derecho de hacerlo si tú no lo deseas. "El sexo es consensuado y no obligado. Y yo no tengo deseos de fornicar con este lunático".

El miedo se apoderó de mi cuando ví que su brazo se movía directamente hacía mi, pero no me tocó ahí abajo, sólo me apretó con fuerza mi mandíbula, que podría quebrarme un diente.

Disfrutaba maltratárme y como soy sexo débil no puedo soltarme de sus garras. Poco a poco sus labios se hacercan a los míos, cerré los ojos. "Creí que me besaría, pero no lo hizo".