El Legrado, el dolor más grande para ambos

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Capitulo final

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Capitulo final

Eché a  llorar como un niño pequeño y me envolví en los brazos cálidos de mi madre y Constantemente me preguntaba mentalmente «¿Por qué mi hija tuvo que morir?» empecé a creer la idea de "negligencia" por parte de Mich pero su mirada no reflejaba culpa, miedo o enojo sino compasión. Odiaba sentir vulnerabilidad.

—¡Pronto sabrás respuesta!— dijo mi madre dándome palmaditas en la espalda. Aún no le decía lo ocurrido. No podía porque ella también le ilusionabá un nieto desde antes de enamorarme de mi mujer.

Sus palabras aunque sonaban tiernas no lograban consolarme.

Había transcurrido una hora y aún no había noticia alguna y para mí desgracia ví entrar a mi padre con el rostro lleno de ego.

—¿Y tú qué haces aquí?

—Tu madre me llamó...

Gire la cabeza en dirección a mi madre y note su nerviosismo.

—¿En serio lo haces participe de mi vida?

Ella se mantuvo firme pero en silencio ignorando mi pregunta por completo y tomando otro café. Ni cuenta me dí cuando se marchó y volvió.

—Vaya, veo que sigues siendo adicta a la cafeína— digo sarcásticamente mientras contemplo al ser que me engendró.
—Y a otras cosas. 

Sabía que debía ignorar a mi familia porque en esto estoy totalmente solo. Tengo unos padres completamente jodidos por su pasado y si están cerca son una mierda. Me encerré en mi burbuja caminando en círculos.

Sentía la presencia de sus miradas mientras ando.

—¡Cálmate!— reclama mi padre para evitar que siga caminando en círculos, pocisionandosé de frente. —¡No sacarás nada con esos actos!.

Desde este sitio puedo mirar el gran parecido que poseo hacia su persona, el mismo color de ojos, el cabello platinado la misma complexión larga de las manos y los dedos. Cada vez que lo contemplo veo más similitud, causando repulsión.

—¡Suéltame! Tú no eres quien para decir esas cosas

Las cosas se ponían tensas.

—Me estas mareando hijo— dijo mi madre para intentar calmar el ambiente.

—Lo siento...

Aún así no me quedaría quieto.  Aunque esta vez tomé asiento en aquel sillón incómodo de piel y madera al lado de mi madre. Tronando mis dedos, resoplando cada cinco minutos, mirando el reloj de pared ya había transcurrido algo de tiempo, no sé exactamente cuánto.

Mi madre perdía la paciencia.

Coloque mis manos sobre en respaldo del sillón y comencé a golpear mis dedos como teclas de piano constantemente.

50 Demonios escondidos del señor Sesshomaru (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora