¿Los humanos esconden secretos? Por supuesto que sí...
Unos pueden ser terroríficos para las personas.
¿Pero qué sucede cuando esos secretos se convierten en un vicio?.
Aquellos que se aplacan con placeres.
Sesshomaru es uno de ellos posee muchos...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Capítulo 32:
El hambre me ha levantado pronto, ni siquiera sentí que dormí la mayor parte del día y de la noche el tacto del ogro sexy, fue como un potente té de doce flores. Tan relajante y reconfortante y el dolor de mis nalgas casi ha desaparecido.
Me levanté de la cama y me vestí con algo elegante y tradicional de Tokio, recogí mi cabello con un chongo elegante y salí de mi habitación para dirigirme a la cocina y preparar algo antes que mi queridísimo esposo saliera de su habitación y se me acerque pues lo que menos deseo es encontrarlo y creo que lo más idoneo para evitar su presencia es consumiendo una sopa de ramen instantánea, sería rápida de hacer y podría consumirla dentro de mi habitación. Y eso decidí hacer.
Hoy no prendí el radio y tampoco baile como es mi costumbre, hoy no siento apetito de hacerlo. Decido buscar una con sabor a "Naruto".
Serví agua en un tazón, ensendi la estufa y coloqué el recipiente a flama media para hierva más rápido.
Me concentraba en ello cuando una voz femenina me saco de mi concentración y mis pensamientos del día anterior.
—No sabía que mi hijo tuviera una nueva asistente doméstica.
Me giré rápidamente, asustada en frente de mi había una mujer de apariencia dura y muy parecida físicamente al ogro sexy, sus mismas facciones, el mismo mirar de aquellos ojos dorados llenos de frialdad, el cabello plata y largo, agitando un abanico. Su vestimenta es elegante y de la misma marca que él, son cosa de ricos sin duda alguna.
—¿Qué estás haciendo muchacha?.
No supe responder, pero ella miro la sopa instantánea sobre la mesa y ella abrió los ojos como platos llenos de sorpresa.
—¿Eso le darás de comer a mi hijo?— me observa recelosa. ¿No sabes cocinar, o qué?.
Trago saliva amarga, ya veo el porque la actitud de aquél hombre hacia mi persona, lleno de despotismo pues viene de familia.
Indignada no sabía que carajos hacer ni decir.
—¡Ay muchacha creo que eres algo inútil!— agita con más audacia el abanico de lado a lado. —¡Deberías quitarte!. Yo le prepárare algo a él. Su comida preferida. "Dumplings de cerdo con jengibre".
Me molestaba que pensara que soy una inútil el la cocina tal vez no soy la gran chef o experta pero me sé defender de alguna manera.
Pero prefiero que crea que soy la criada a la esposa porque no sé cómo carajos reaccionaria y tal vez colgaría los tenis de la impresión o le daría una buena cachetada a su hijo que bien merecido se lo tendría por contraer matrimonio con una desconocida.
—¿Te quedarás ahí parada o me ayudarás?— truena nos dedos con chasquidos. —Andale apúrate y ayudame antes que mi hijo se levante.
