Dentro de la habitación (Parte 2)

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Hay una línea muy delgada que separa aquellos placeres que llamamos coger y hacer el amor

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Hay una línea muy delgada que separa aquellos placeres que llamamos coger y hacer el amor.

Porque puedes coger con muchos y experimentar cualquier fetiche o fantasía, sin compromisos. Pero hacer el amor es solo es con una persona, para ello debe existir un sentimiento de entrega y amor con un toque "kinkí".

Con Kagome puedo experimentar ambas sensaciones. Me vuelve loco. Siendo esclavo de sus besos.

Nos dejamos caer sobre la cama de cobijas aterciopeladas. Pero me acomodo para estar a su al rededor, cubriendo su cuerpo sobre el mío y mi cabellera plateada forma una cortina en nuestros rostros.

El deseo emana en su cuerpo fuego lento pero ardiente, y mis demonios lo saben y detectan perfectamente.

Estar con ella me siento seguro.

Amo sus facetas, su inocencia de día y su lujuria de noche, su delicado cuerpo roza mi pecho y sus manos rodean mi espalda. Podría quedarme por horas contemplando su belleza. No hay mejor postura que la misionera para cumplir ese deseo que aún posee en su cuerpo caliente.

Esta posisión es perfectamente y especialmente íntima. Me gusta porque puedo controlar la profundidad de la penetración y la velocidad de los empujes. Sé que a Kagome le gusta sentir el peso de mi cuerpo sobre el suyo y  el contacto de nuestra piel.

Hay tanta diversidad de posturas y caricias con mi chica quiero experimentar. Lo que buscaba era que tocará esa piel cremosa desde un principio.

Me incorporé un poco para buscar los preservativos debajo del cajón. Saque el condón de la caja y me lo puse. Muero sin hacerlo sin protección alguna pero con el tiempo lo iremos platicando, cuando ella esté lista.

Ella esperaba impaciente. Otra cosa que me despierta, quiero experimentar a su lado y ver hasta dónde llegan nuestros propios límites.

De abajo hacia arriba beso con calma su cuerpo hasta llegar sobre su pecho. Observo con delicadeza su rostro complaciente con los ojos cerrados pero los ha abierto al darse cuenta que me he detenido.

—¿Ocurre algo?...

—¡No, señorita Kagome!— me río sobre su abdomen, mientras sostengo su mano.

—¿Estás cansado?...

—¡No!.

Ella se ha puesto preocupada.

—¡Explícate por favor!.

No sabía cómo proponerle algo diferente a la rutina sin llegar al fallo del BDSM que aún no está preparada para vivirlo pero si algo nuevo. Pero debía decirlo y arriesgarme o que ella con el tiempo acceda por si sola.

—¿Estamos dispuestos a un juego dónde nuestros demonios más perversos dan rienda al placer señorita Kagome?...

Tal vez no iba concretamente a lo que busco y tal vez ella haya entendido otra cosa.

50 Demonios escondidos del señor Sesshomaru (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora