CAPITULO 86

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Después de estar unos días encerrado en casa, Taku decidió volver al teatro, fingió estar enfermo para no ir, pero esa noche tenía una presentación, no podía fallarle a sus compañeros, ellos confiaban en él y el alfa, confiaba en ellos.

Antes de salir de casa se miró al espejo, el insomnio de aquellos días le había pasado factura, dos grandes manchas negras cubrían la parte baja de sus ojos, él mismo podía ver lo cansado que estaba, había vuelto a perder peso, pero vomitaba cada vez que comía, la comida solo estaba unos minutos en su estómago, Taku se estaba destruyendo a él mismo.

-¿Estará bien? Ya han pasado cinco años – hablaba consigo mismo mientras se maquillaba, no quería asustar a nadie- Hicieron algo imperdonable, y creo que yo también.

Recogió su bolsa del suelo y cerró la puerta, estos días le habían hecho reflexionar, no puede vivir siempre con este miedo, habrá un momento en el que tendrá que ser feliz ¿no? Si su hermana lo supero ¿Por qué él no podía?

El sol le dio directo en los ojos, cuando cruzo la puerta del portal, había sido una mala idea ponerse la chaqueta, hacía bastante calor, pero le daba pereza quitársela, así que se aguantó, camino despacio por aquella calle, siempre saluda a la señora de la florería, de vez en cuando le regalaba una rosa, diciendo que quedaba bien con su sonrisa, Taku se sonrojaba, lo que hacía reír mucho a la señora.

-Taku – la voz dulce de su compañera, lo volvió al mundo real, no se había dado cuenta que ya estaba en el teatro- ¿Estás mejor? Estábamos preocupado por nuestro bailarín principal – le sonrió, su compañera estaba casada y su esposo era el dueño del teatro- Tuve que convencerlo para que te dejará bailar está noche – señalo al beta, que estaba comiendo tranquilamente- Se negaba a dejarte bailar, hasta que te recuperases del todo.

-Gracias, Pavel – levanto la mano para saludarlo, pero el beta estaba ocupado con el maíz – Haré mi mayor esfuerzo, hoy haremos una gran caja – sonrió, el teatro estaba atravesando algunos problemas económicos.

Taku ayudo a Orfeo, por las mañanas daban clase a los más pequeños, era muy divertido, se esforzaban mucho, el alfa los ayudaba en las partes complicadas, los niños iban siempre con él ignorando a Orfeo, el beta era muy soso.

-Otra vez, más alto – Taku daba vueltas sobre sí mismo, mientras tenía a una de las niñas en brazo – Soy un cisne – el alfa se empezó a marear y dejo a la pequeña en el suelo- Profe, ya no hay más vueltas ¿verdad? – el alfa sonrió.

Tuvo que sentarse en uno de los bancos que había en el escenario, su compañero se había dado cuenta de la palidez de su rostro y lo dejo descansar, aviso a Hanya para que lo ayudará.

-Pequeño bailarín – la mujer acarició su rostro, preocupada - ¿Sigues enfermo? Quieres que mi marido te lleve al hospital – negó con la cabeza, no quería gastar dinero en algo tan pequeño - ¿Te encuentras mal? Quieres dormir un poco en el despacho, el sofá es muy cómodo.

-No hace falta, estoy bien – cuando se levantó, el suelo empezó a dar vueltas, Hanya tuvo que sostenerlo para que cayera- No te preocupes.

-Pequeño, tienes mucha fiebre – la preocupación de la mujer se extendió, ese alfa podía ser muy terco cuando quería- Descansa un poco, te llamaré para ensayar.

Lo acompaño al despacho, Pavel también se preocupó al verlo, el maquillaje no había servido de mucho, podían notar las ojeras de Taku. Hanya lo sentó en el sofá y le dio un té.

-Estoy bien, no te preocupes- la mujer insistió, hasta que no se lo tomo no le quito la vista de encima- Lo siento, estoy haciendo que perdáis el tiempo.

-Pequeño alfa, lo primero es la salud – lo acostó en el sofá, le asombraba lo delgado que estaba, no se había dado cuenta- ¿Ocurre algo? Necesitas ayuda – negó con la cabeza, sus ojos se cerraban – Puedes contarnos cualquier cosa, estamos dispuestos a ayudarte.

Lo que ocultan las palabrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora