CAPITULO 123

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Tras escuchar las palabras de Sue, el alfa cayó al suelo de rodillas y comenzó a gritar, no podía creerlo, su pequeño beta, no podía morir, iban a ser papás, Jay le prometió casarse con él. No podía irse. No podía dejarlo.

Escuchaba las risas de los pacientes y enfermeros, no comprendían su dolor, se estaban burlando de él, se burlaban porque estaba llorando por su amado, esas risas se clavaban en su cabeza.

"No puedes ver el cuerpo", no le dejaban pasar, Jay estaba en la habitación de enfrente, cubierto con una manta blanca, la puerta estaba abierta, podía ver el bulto, pero no le dejaban acercarse. Podía oírlo, el beta estaba pidiendo ayuda, seguía temblando y sintiendo dolor, pero los médicos no hacían nada, solo se burlaban de él.

"No podemos hacer nada", Taku pedía que llamaran a Joe, pero se negaban, no hacían nada de lo que pedía y solo se reían, no era ninguna broma, Jay estaba vivo, estaba sufriendo, podía ver como sangraba. Gritaba, para que le hicieran caso, hasta que se quedó sin voz, nadie lo escuchaba.

Metieron el cuerpo del beta en una especie de armario, Taku no sabía que era, a Jay le daba miedo estar en sitios pequeños, pidió que dejaran la puerta abierta, al menos, para que pudiera respirar.

Jay estaba bien, cuando se durmieron, el beta estaba feliz, lo había provocado para que le compraran más ropita para la bebé, Taku iba a llevarlo al día siguiente, esto no podía estar pasando.

Su funeral fue dos días después, había caras que no conocía, miraba hacia todos lados, buscando ayuda, quería que alguien le entendiera, Noah se negó a hablar con él, Joe se llevó al omega y los niños de casa.

-Puede que también mueran, si están cerca de ti – no reconocía la voz de Joe, no entendía porque lo miraba con desprecio- Será mejor que no les busques, asesino – Noah lloraba en los brazos del beta, cuando quiso tocarlo, el beta golpeo su mano.

-¿Qué le hiciste a mi hermano? – Taku no sabía que responder, no entendía lo que estaba pasando- Te odio, todos los alfas sois iguales.

Taku vio como metían a Jay en aquel agujero y lo cubrían con tierra, llevaba dos días sin poder hablar, así que cayó de rodillas, de nuevo, quería llamar a su pequeño beta, para que le dijera que era una broma.

-Adiós, gusano...- Colt, lanzo una rosa al ataúd de Jay, mientras se reía, lo acompañaban sus amigos y Silver, el omega también se estaba riendo- Está vez, has ido muy lejos, Taku.

Sentía como se quedaba sin respiración, pero nadie lo ayuda, podía escuchar llantos y risas, todos lo miraban con odio, mientras le decían asesino.

Taku despertó sobresaltado, su cuerpo estaba cubierto por sudor y sus ojos ardían, miro en la dirección donde estaba Jay durmiendo, pero no lo vio. No era un sueño, era real, su betita no estaba con él.

Fue al baño, tal vez estuviera ahí, se habría levantado para ir allí, pero estaba vació, busco de nuevo en la habitación, se habrá escondido de él, estará debajo de la cama, el beta era un bromista, Taku lo sabía, quería asustarlo, por haberlo llamado "Pingüino", por su forma de caminar.

-¡JAY! – grito, había recuperado la voz, lo quiso llamar de nuevo, pero el beta apareció delante de él, asustado.

-¿Qué pasa? – se había levantado para comer, tenía un yogur de fresa, y en el bolsillo una chocolatina- Solo me he levantado un momento, iba a volver a la cama, Taku...

Taku salto a los brazos de Jay, quería comprobar que no era una ilusión, lo abrazo con fuerza, no quería perderlo de nuevo, no paraba de llamarlo, mientras lloraba, el beta quería tranquilizarlo, pero él estaba desesperado, se había levantado sigilosamente de la cama para no despertarlo, sabía que estaba cansado por el trabajo, y tenía hambre.

Lo que ocultan las palabrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora