Capítulo 12

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—No sabes que casi mueres. No te diré que te levantes, así que acuéstate.

—Gracias.

Después de obtener el permiso de Lesche, Seria se sintió un poco más cómoda. Ella se quedó quieta y cerró los ojos, luego, de repente, Lesche preguntó.

—No puedo entender tu mente. ¿Qué sueño tuviste que te hizo llorar así?

—¿Lloré?

—¿Por qué sino despertaría a una persona dormida?

—.....

—Te desperté porque estabas llorando.

Seria parpadeó lentamente.

—Soñé que moría.

—¿Tienes miedo de morir?

—¿Hay alguien que no tenga miedo de morir?

—Pensé que no tenías miedo de eso.

—¿Yo?

Seria se rió entre dientes ante lo absurdo. Cuánto había luchado por vivir.

—¿Quieres decir que normalmente actuabas sin miedo?

(N/T: Lesche quiso decir que todo el tiempo actuó como si fuera valiente y descarada).

Por eso, la voz de Lesche se sintió un poco más suave de lo habitual.

¿No tuvieron una conversación muy larga hace un momento?

Por lo general, Lesche era una persona muy difícil de hablar. De repente, Seria recordó que había olvidado algo. 

—¿Qué hay de Kalis?

Lesche parecía cínico.

Se hundió en su cama, tomó el pañuelo y le frotó la frente uno tras otro como si estuviera limpiando un jarrón de cerámica.

—….¿Su Alteza? ¿Qué estás haciendo?

—Me pregunto si perdió la memoria.

—¿...?

—¿No recuerdas lo que pasó en la boda?

Cuando alguien sufría demasiado, simplemente soltaba la realidad. En otras palabras, el recuerdo que Seria tenía antes estaba borroso como un sueño.

Recordó vívidamente el salón de bodas y cómo se desmayó y lloró porque el dolor se volvió abrumador. Sin embargo, a partir de entonces, fue un borrón.

—Terminé la boda.

—Sí.

Seria sabía que estaba casada porque no murió. Sin embargo, no recordaba haber visto a Kalis al final de la boda. Lo único que recordaba era a Lesche Berg, que la miraba con sus ojos rojos, que ella no podía quitar de la vista, y el aire frío de su cuerpo.

¿No fue eso un sueño? 

—¿Me ... casé con usted, alteza?

Por un momento, Lesche no respondió. Mientras la miraba, abrió lentamente la boca.

—Sí.

Seria parpadeó sin comprender. Incomprensión, vergüenza, sorpresa. Se mezclaron todo tipo de emociones y no podía apartar los ojos de Lesche.

Y Lesche nunca evitó su mirada.

—…¿Por qué?

Lesche chasqueó la lengua.

—¿Debo dejarte morir y traer deshonra a la finca de Berg? Preferiría tirar la insignia de caballero al lago.

Fue breve y claro, pero fue una declaración convincente. Pero había una cosa que Seria no podía entender.

Las circunstancias de una legítima villana (Finalizada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora