Aquella tarde, los paisajes del páramo se abrazaban sutilmente a los halos que producían los cristales de las ventanas con los últimos rastros del primer día soleado de la temporada. Era evidente que la primavera llegaba, aunque aún quedarían unos cuantos días nublados y algunos chubascos que soportar. Las nubes, un poco grises y un poco blancas se pintaban de un extraño color púrpura y rosado mientras la penumbra se empezaba a recostar, perezosa, en los pasillos interiores de la mansión.
Crepitaban las brasas en un cazo de poca profundidad, que la chica transportaba en calma hasta la pieza al final del corredor.
Entró.
— Mi señor. —Se anunció habiéndolo hallado absorto en su entrenamiento. Había estado trabajando en desarrollar una nueva técnica de la que ella sólo sabía su actual denominación: siseo de medialuna. Solucionó para sí misma que se debía al sonido de las largas y finas cadenas, aunado al silbido de sus correspondientes cuchillas en forma de cuartos de lunas, posicionadas a diferente altura. Namoo se movía con agresividad y elegancia, dejando que sus movimientos se fundieran con las cadenas como si fuese una danza de listones; las agitaba, las lanzaba, ondeaba, estiraba y retraía igual que haría con sus extremidades... Y entonces pasó...
Crrraaak.
Iseul miró en dirección del magistrado que mantenía una mueca de dolor sin detener sus movimientos. No había visto lo que sucedió. Para ese instante lo único que sabía era que la cadena estaba enredada desde la mitad del bíceps hasta la muñeca del chico; su diestra estaba encogida contra su pecho y la cadena había caído, pero el continuaba con la zurda haciendo movimientos envolventes con fuerza para atraer la cuchilla hacia sí mismo.
— Mi señor, debería parar ahora. —Él no prestó atención.
— Mi señor... —Insistió— aunque hoy salió el sol aún hay nubes oscuras y afuera ya hace frío. El médico dijo que se volvería más vulnerable a los climas fríos...Lo vio lanzar de nuevo su diestra...
Crrak.
Un nuevo gesto. Lo notó intentando soportar manteniendo los mismos movimientos que había hecho antes con su otro brazo, pero vaya... o era persistente, terco o tonto; su otro brazo estaba sano. No crujían sus huesos con esos movimientos bruscos ni perdía fuerza por el peso de la cadena y el anterior largo reposo. De nuevo interrumpió sus movimientos antes de completar la secuencia que marcó con el otro. Se tocó el codo con la zurda y fijó en sus pupilas su determinación: una vez más.
Dolor...
Dolía tanto que Namoo tuvo que mantener sus labios mordidos hasta saborear su sangre antes de dar por terminado el entrenamiento. Iseul había tenido mucha cautela al desanudar los cordones alrededor de la manga, y mucha más al enrollarla. No había dicho nada. Podría haberse enojado y haberlo regañado, pero no. Se limitó a calentar un paño y abrigar el codo del chico. Estaba temblando. Sería difícil definir si eran espasmos o dolor; lo único certero es que tampoco eran novedad. Los había padecido todo el invierno.
— Pareciera que se desgarrará todo mi brazo. —Rompió él el silencio. — Incluso ayer dolía menos y entrené más tiempo. —La mirada de ella lo atravesó con un regaño silencioso.
¿Eres tonto o finges serlo? Si entrenaste mucho con este brazo ayer es obvio que iba a estar sensible hoy.
Namoo bajó la cabeza hacia su extremidad. — "No. Eso diría mi madre."— Está muy hinchado. —Fueron las primeras palabras que ella le dedicó. — ¿Le duele mucho? —Rozó la zona inflamada. Apenas sus yemas alcanzaron el lugar, pero la expresión del chico delató dolor inmediato.
— ¡Oh! Lo siento. —Contrajo su mano rápidamente. Lo miró de nuevo de esa manera y colocó otro paño tibio frunciendo los labios.
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Herencia de sangre | 𝑺𝒑𝒊𝒏-𝒐𝒇𝒇
Historical FictionHay quienes dicen que la mala sangre se hereda, que si has nacido con un corazón negro así será para siempre, pero lo cierto es que nadie nace odiando, mucho menos deseando ver a todos a su alrededor muriendo en soledad y agonía, en el olvido, la de...