Capítulo 29. La Batalla pt.2

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Calie abrió los ojos y se incorporó de golpe.
Miró a su alrededor, encontrándose sola en la oficina del director. Rápidamente tomó su varita y se levantó para salir de la habitación y se echó a correr sin mirar atrás. No podía creer que Harry la había aturdido para huir.

Mientras avanzaba por los pasillos, su mente no dejaba de dar vueltas a las palabras de Dumbledore. ¿A qué se refería a que debía actuar conforme su corazón? ¿Cómo es que no se había dado cuenta de lo que ella misma había hecho? ¿Por qué había ignorado todas las señales? Podía verlo, escucharlo, sentirlo... ¡Ahora entendía por que ayudaba a Harry a destruir cada uno de los horrocruxes! ¡Que obedientes habían sido al eliminar los lazos que los ataban a Voldemort, y a la vida!

Dumbledore sabía que Harry no se escabulliría y seguiría hasta el final, aunque eso significará su propio final... Pero, ¿qué pasaba si ella no lo hacía? No quería morir eso estaba claro. No, no iba a morir hoy.

El castillo estaba vacío. Al recorrerlo, la castaña se sintió como un fantasma, como si ya hubiera muerto. El edificio se hallaba sumido en un siniestro e inquietante silencio, como si toda el alma que le quedaba se hubiera concentrado en el Gran Comedor donde se reunían los difuntos y los supervivientes.

Bajo varios pisos, hasta que descendió por la escalinata de mármol y llegó al vestíbulo. En la entrada, Neville llevaba a un pequeño llamado Colin Creevey.
— ¿Sabes que? Puedo con el solo, Neville— dijo Oliver Wood, el que, gracias a Harry, Calie sabía que había sido el capital del equipo de Gryffindor. El Joven se echó a Colin al hombro para llevarlo al Gran Comedor.

Neville se apoyó un momento en el marco de la puerta y se limpió la frente con el dorso de la mano. Calie echó un vistazo al Gran Comedor. La gente iba y venía por la estancia, pero la castaña no vio a sus seres queridos, tampoco a Draco ni a su mejor amigo, Theodore.
Bajo los escalones. Miró el gran reloj y supo que eran las cuatro de la madrugada. Los oscuros jardines estaban sumidos en un silencio sepulcral.
Calie se aproximó y...
— Neville...

— ¡Cielos, Calie! ¡Casi me da un infarto!

— Lo siento— se apresuró a decirle.

— ¿A dónde vas tú sola?— preguntó Neville con recelo—. Creía que estabas con Malfoy.

— ¿Lo has visto?

Neville arrugó el entrecejo y Calie sintió un escalofrío.
— Salió a buscarte hace un buen rato junto a Theodore.

Ignoró los llamados de Neville.
Ignoro el dolor de pisar pedazos de piedras, cristales y madera.
Solo corrió sin mirar atrás.

La cabaña de Hagrid surgió en la oscuridad. No había luces encendidas, ni se oía a Fang arañando la puerta ni ladrando para que le abrieran la puerta.

Siguió adelante y llegó al límite del Bosque Prohibido. Fue entonces que su anillo de compromiso se iluminó. El miedo le impidió moverse por unos segundos, hasta que finalmente, sus piernas reaccionaron y se adentró a la oscuridad de aquel bosque.
«No soportará ver que ellos sufran. Querrá impedirlo a toda costa y vendrá a mí...» Estaba aterrada. ¿Habría llegado tarde? ¿Había permitido que les hicieran daño?

Entonces oyó un golpe seco y se detuvo. Miro alrededor y aguzó el oído.
— Por aquí hay alguien— dijo una voz áspera.
Dos figuras salieron detrás de un árbol cercano; llevaban las varitas encendidas y Calie reconoció a Yaxley y Dolohov, que escudriñaban la oscuridad.
La castaña se colocó un encantamiento desilusionador justo antes de que los dos hombres doblaran el sitio donde estaba ella. Fue evidente que no veían nada.

𝓔𝓼𝓮𝓷𝓬𝓲𝓪 𝓭𝓮 𝓵𝓪 𝓛𝓾𝓷𝓪 (𝐃𝐫𝐚𝐜𝐨 𝐌𝐚𝐥𝐟𝐨𝐲)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora