CLVII

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La suave brisa agitó el humo del bracero. Distribuyó la esencia de esa hermosa y cálida nube emanando del agua hirviendo en la tetera puesta sobre el fogón.

— Ah, huele bien. —Resopló. Sus ojos, que habían sido cubiertos con una tela suave proporcionada por el magistrado tras un breve debate sobre la degustación del té, se asomaron curiosos por un pequeño hueco que elevó ella misma.
— ¿Qué té es ese?

— Eh. —La señaló con el índice sin descuidar la tetera.
— Vuelve a cubrirte. —Ella se rió y volvió a bajar la tela. — No hagas trampa. Tienes que dejar que tus otros sentidos perciban.

— ¿Cómo pude hacer trampa, mi señor? Apenas le di un vistazo.

— Ah. No hables. —Acercó el té gentilmente a los labios de ella.
— Bebe. —Ella buscó, tentando con sus labios la superficie barnizada del vasito de barro para empinarlo un poco antes de dar un sorbo.

Juuh.

Exhaló vapor de su boca en una pequeña nube blanca. No estaba jugando, simplemente que el sabor del té había raspado su garganta haciéndola fruncir el ceño por lo amargo que le fueron las hojas. Era un reflejo, aunque hubiese querido aprovechar el calor de la bebida.

La risa del muchacho al otro lado de la mesa resonó con un suave eco húmedo.

— Parecería que te estoy sirviendo licor de cerezas ácidas y no té. ¿Percibiste algo? Porque lo hiciste demasiado rápido.

— Su té sabe raro —Sacudió la cabeza— y está caliente e insípido, mi señor. Lo lamento.

— Realmente lo haces mal. —Bromeó. — El agua se debe hervir para asegurar la correcta extracción de los sabores, pero si se mezclan a punto de ebullición se destruirá el sabor. En cambio, se mezcla poco a poco permitiendo que el agua se enfríe gradualmente y al momento de servirlo para ingerir es tolerable; la esencia se ha impregnado y se puede percibir desde el aroma. Venga. Inténtalo de nuevo. Toma un sorbo y sostenlo en tu boca un momento.

— Está caliente, mi señor.

— No está tanto como para no soportarlo. —Ella hizo un puchero. Luego sintió el roce del vaso en su labio inferior. Abrió la boca un poco para beber, pero el recipiente le fue retirado de pronto, reemplazado por la voz del chico replicando:

— Lento.

— De acuerdo.

— Un sorbo pequeño.

— Vale. Lo tengo.

— No lo soples.

Ella se rió.

— Si hace eso no podré hacerlo. Me reiré.

— ¿Por qué...? Concéntrate en el té. Inhala su esencia en el vapor, siente su calor, aromatiza su textura, su sabor. Cada minúsculo detalle es lo que lo vuelve lo que es. Debes sentirlo despacio en cada parte de tus sentidos. —Ella se divertía escuchándolo exacerbarse por algo como eso. Su tono, solamente percibido por sus oídos, parecía mucho más exagerado que los narradores de las obras en que había participado como cortesana y podía imaginarlo haciendo ademanes que jamás lo habría visto hacer; moviendo los brazos ampliamente y exagerando la articulación de sus labios al punto en que imitaría incluso alguna onomatopeya.
— Inténtalo así.

— ¿Tienen prácticas o instructivos incluso para comer? —Lo escuchó reír también.

— La degustación es una forma de apreciación del arte también, y se debe hacer hasta que se perciba por completo. Incluso si toma mucho tiempo.

— Siempre he sido un poco inquieta. Cuando se es inquieto, no se puede esperar demasiado. Usted es muy tranquilo, mi señor. ¿Cómo lo logra? Creo que me habría vuelto loca si tuviera que estar siempre en calma.

Herencia de sangre | 𝑺𝒑𝒊𝒏-𝒐𝒇𝒇Donde viven las historias. Descúbrelo ahora