capitulo 2 ¿Puedes quedarte?

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De pronto, abrieron la puerta de la habitación de manera repentina antes de poder seguir pensando más a fondo. Álvaro se dirigió a la habitación un poco mojado sin voltear me a ver y seguido de eso, se escuchaba el sonido del agua. Su regreso hizo imposible quedarme dormida y me levanté a ponerme ropa. Saque un conjunto de su pijama del guardarropa y lo coloque al lado de la puerta del baño antes de ir al balcón. Cómo era temporada de ciclones, empezó a lloviznar afuera.
El cielo estaba oscuro y el sonido de la lluvia chocando contra los ladrillos se podía escuchar vagamente. Al sentir un movimiento detrás de mi, di la vuelta y Vi a Álvaro saliendo del baño con una toalla alrededor de su cintura. Su cabello estaba mojado y sus gotas de agua corrían por su cuerpo musculoso creando una vista atractiva. De seguro noto mi mirada y voltee hacía abajo con un ligero fruncido.

-Ven aquí -Ordeno con una voz sin emoción. camine hacia el de manera obediente y atrapé la toalla que me lanzó. Luego, volvió a ordenar -. Seca mi cabello. -Me había acostumbrado a su forma de ser tan dominante. Justo cuando se sentó en la esquina de la cama, me subí y me arrodillé para secar su cabello.

-El funeral del abuelo es mañana. Deberíamos irnos a casa de la familia temprano. -Le recordé. No estaba intentando tener una conversación con el, sino que me preocupaba que se le fuera a olvidar porque su mente iba a estar ocupada con Rebeca.

-Mhmm -Gruño en respuesta y no dijo nada más. Al saber muy bien que no quería interactuar conmigo, me mantuve en silencio y me enfoque en secar su cabello. Al terminar, me acosté en la cama lista para dormir. Me di cuenta de que estos días me había sentido adormilada y eso lo atribuyó al embarazo. Por lo general, Álvaro solía irse al estudio luego de bañarse y se quedaba ahí hasta la medianoche. Dado a qué esa era la norma, me quedé confundida cuando se metió debajo de las cobijas después de ponerse su pijama. A pesar de estar desconcertada por completo, logré contener mis preguntas con gran esfuerzo. De repente, sus brazos estaban alrededor de mi cintura y me jalo hacía el. Luego sentí un beso ligero como una pluma en mis labios y levanté mi mirada perpleja.

-Álvaro, estoy...

-¿Indispuesta? -Pregunto. Sus ojos negros destellaban un fuerte deseo dentro de ellos y agaché la cabeza. en efecto, estaba indispuesta, pero yo no podía decidir eso.

-¿Podrías ser más gentil? -El feto solo tenía seis semanas y había un alto riesgo de tener un aborto espontáneo. Álvaro frunció su ceño y se dió la vuelta para comenzar me a atacar con muchisima intensidad sin decir nada. Mi cuerpo se retorcía del dolor y no pude hacer mucho para proteger al bebé de lastimarse. La lluvia empezó a caer más fuerte al mismo tiempo que sus movimientos eran bruscos. Un rayo parpadeo a través del cielo y enseguida sonó un trueno causando que la habitación se iluminará cada vez que tronaba. Luego de un rato, se levantó y se fue al baño.

Empapada de sudor, me dieron ganas de tomar pastillas para el dolor. Sin embargo, me deshice de la idea al recordar al bebé. De pronto, el teléfono en la mesa sonó; era de Álvaro. Mire el reloj de la pared y vi que ya eran las 11:00 pm. Rebeca era la única que podía llamarlo a esa hora. El sonido del agua corriendo en el baño se detuvo y Álvaro volvió a salir con la toalla en su cintura. Se secó las manos y respondió. Sin poder escuchar las palabras emitidas del otro lado de la línea, pude observar como fruncía su ceño mientras exclamaba:

-¡Rebeca, deja de jugar! -Dicho esto, colgó el teléfono, se cambió y se preparó para irse. Antes solía hacerme de la vista gorda, pero está vez tome su brazo con fuerza y con tono ligero, le suplique:

-¿Puedes quedarte está noche?

(Álvaro frunció con una expresión de desagrado en su rostro)

-¿Tanto placer te di que ahora empiezas a pedir cosas? -Sus palabras irridiaban sarcasmo. Me sorprendí por un momento antes de ponerme a pensar que eso era absurdo. Incline mi cabeza para mirarlo y le expliqué:

-Mañana es el funeral del abuelo. Aunque  no soportas dejarla ir, ¿no deberías practicar un poco tu moderación?

-¿Me estás amenazando? -entrecerró los ojos, tomo mi barbilla en un instante y con un tono despacio, dijo-. Pareces tener más agallas, Samara Arias. 

Reticencias de amor Donde viven las historias. Descúbrelo ahora