Reticencias de amor

140: Fiebre

En ese momento, levanté una ceja y me burlé:

-Estás dándole muchas vueltas. ¿Cómo podría ser sarcasmo si solo estoy diciendo la verdad?

-Eres una.... -refunfuño junto con una risa frustrada. Me levantó para sacarme del agua y me arrojó a la cama.

De inmediato tomé las sábanas para cubrirme a lo que él se burló. -No puedo creer que de dé vergüenza.

Lo volví a ignorar. Apreté los labios y miré al lado de la cama, pero no pude encontrar mi ropa. En solo un instante pude verlo quitarse su abrigo empapado. La mitad de su camisa estaba mojada y la tela mojada marcaba los músculos de su pecho. La vista era tentadora, pero solo apreté más los labios. -Álvaro, no quiero hacer nada.

Sus manos, las cuales estaban desabrochando su camisa, se detuvieron mientras se reía. -Veo que tienes bastante fe en mi energía. -Después de mirarme, continuó:

-No te preocupes, no soy tan insensato.

Después de desabrochar su camisa, la lanzó a un lado antes de comenzar a quitarse el cinturón. Cuando se quitó los pantalones y se agachó, pude notar una cicatriz enorme en su espalda, lo que provocó que me paralizara. Parecía que el accidente del avión fue muy severo. Cuando lanzó sus pantalones a un lado y me vio cómo observaba su cicatriz, frunció el ceño y dijo:

-Habría hecho lo mismo por cualquier persona.

No respondí y desvié mi mirada antes de taparme completamente con la sábana. Por desgracia, había una cuenta que saldar debido a mis estúpidas acciones. A la mitad de la noche, comencé a sufrir de una fiebre alta. Sentí resequedad en la garganta, así que intenté alcanzar un vaso de agua hasta que por poco me caigo de la cama. Por suerte, Álvaro alcanzó a sostenerme antes de que me cayera. Parecía que acababa de despertar ya que su voz se escuchaba ronca.

-¿Qué pasa?

Sentía que la cabeza me daba vueltas y mi voz se escuchaba ronca. Me tomó varios segundos poder decir unas cuantas palabras. -Tengo sed-

Álvaro encendió la lámpara de noche y se levantó para conseguirme un vaso de agua. Después de dar unos cuantos sorbos, mi molestia disminuyó, pero aún me sentía débil y mareada. En ese momento se dio cuenta que estaba más caliente de lo normal. Se levantó de inmediato y se cambió la ropa. Antes de que pudiera hacer otra cosa, lo tomé por la camisa y dije:

-No podemos ir al hospital.

Los medicamentos y las inyecciones no eran buenas para el bebé. Álvaro frunció el ceño mientras su rostro comenzaba a sudar. -Si no vamos al hospital, llamaré a Gael para que venga a revisarte. -Tras decir esto, tomó su teléfono y lo llamó.

Después de hablar con Gael por teléfono, entró al baño. Al salir colocó una toalla mojada sobre mi frente antes de irse a hervir algo de agua. Como estaba tan desubicada por la fiebre, no supe en que momento llegó Gael. No fue hasta que lo escuché hablando con Álvaro que recobré un poco los sentidos.

-¿Cómo fue que le dio una fiebre tan repentina? Tiene 5 meses de embarazo; con el bebé desarrollándose, algo podría salir mal muy fácil. -Gael se escuchaba con un tono de voz de regaño.

-Estuvo bajo la lluvia por media hora -respondió la voz de Álvaro.

-Eres muy descuidado. Es muy común que mujeres embarazadas experimenten cambios de humor repentinos. Con todo lo que ha pasado, imagino que guardó todos estos sentimientos y no encontró otra manera de liberar sus emociones más que de esta manera.

Aún asentía que la cabeza me daba vueltas y no pude seguir escuchando la conversación. El resto de la noche alternaba entre sentir frio y calor, lo que agitó mi descanso. Cuando volvía despertar, ya era la noche siguiente. Mis instintos maternales me llevaron a poner mi mano sobre mi vientre y sentí un alivio inmediato al sentir que seguía ahí. Exhalé lentamente y cerré los ojos para controlar mis emociones. Los volví a abrir una vez que me sentía más tranquila. No sabía nadie en la habitación y comencé a sentirme sedienta otra vez, así que intenté levantarme, pero en cuanto quise salir de la cama me percaté que mis piernas estaban débiles. Justo cuando mis pies tocaron el suelo, mi cuerpo entero se desplomó. Asustada, me sostuve de la mesa de noche y por suerte caí sobre mis rodillas, así que estaba bien. Por el otro lado, los objetos que estaban sobre la mesita de noche no tuvieron tanta suerte y colapsaron sobre el suelo.

En ese momento, la puerta de la habitación se abrió y vi a Álvaro entrar con unos papeles en la mano. Al parecer corrió hasta acá después de escuchar el estruendo. Al verme de rodillas en el suelo, su rostro se llenó de preocupación y me ayudó a regresar a la cama y preguntó con la voz baja:

-¿Qué estás haciendo?

-Quería ir por agua -respondí con la garganta adolorida.

Después de colocar una cuantas almohadas para apoyarme y mantenerme sentada, se dio la vuelta y me sirvió un vaso de agua. Acercó el vaso a mis labios y dijo:

-Tienes un teléfono al lado de la cama. Si necesitas algo llámame a mí o a la señora Hernández. No seas tan terca.

Asentí en silencio. Me sentía mucho mejor después de poder tomar algo de agua. En ese momento. me miró fijamente y preguntó:

-¿Tienes hambre?

Sacudí la cabeza antes de que mi mirada cayera sobre los documentos que llevaba en las manos. Eran casos de HiTech para el lanzamiento de un nuevo producto. Me tensé antes de desviar la mirada hacia las paredes. Él se dio cuenta de lo que pasó y me dio uno de los archivos preguntando:

-Es la propuesta más nueva de HiTech. ¿Quieres verla?

Volví a sacudir la cabeza y sintiéndome un poco triste respondí:

-Esta bien.

Como ya no era parte del Corporativo Ayala, no importaba lo infeliz que me hiciera, no podía hacer ningún reclamo. Mi prioridad en ese momento era dar a luz a mi bebé.

-Después de que tengas al bebé, puedes regresar a trabajar si así lo deseas. Es mi culpa lo de las auditorías a el Corporativo y a HiTech, no tuya.

Al escucharlo tocar el tema, fruncí el ceño. A pesar de estar descontenta, no supe qué responder, así que me mantuve en silencio.