Me tomó de la muñeca y me jaló a la cama de nuevo. Con una mirada determinada, me preguntó:
-¿Todavía te sientes mal?
Su pregunta me tomó desprevenida. -¿Sentirme mal?
-De mi herida.
Bajé la cabeza y solté una pequeña risa. Respondí agitando la cabeza. -No, Álvaro. Si te mueres o vives ya no es de mi incumbencia. -Sabía que mis palabras lo harían enojar y que probablemente provocarían una pelea, pero aún así las dije.
Me miró por varios segundos antes de preguntar:
-Samara, nunca he tenido un lugar en tu corazón, ¿cierto?
-Si. -Asentí mientras sentía una presión en el pecho. Comencé a respirar más despacio y alejé mi mirada antes de continuar. -Cuando el abuelo me pidió que me casara contigo, dije que sí por que eres el hombre que todas quisieran tener; apuesto y rico. Al principio esperaba tener una hermosa historia de amor contigo. Por eso me casé sin ninguna objeción, pero solo eran ideas mías. -Rebecca era lo único que se necesitaba para vencerme.
-¿Entonces? -Llevaba una expresión sombría y una sonrisa extraña. -Ahora que Jonathan apareció te hizo darte cuenta que puedes escoger a alguien que te ama y te adora, mientras que yo fui cayendo en tu lista de prioridades, ¿Es eso?
Sus palabras hicieron que me hirviera la sangre y alcé la voz. -¡Así es! ¿Por qué debo seguir a tu lado cuando tú puedes escoger a alguien más y estar con ella sin ninguna preocupación?
-Ah. -De pronto, la atmosfera de la habitación se volvió tensa. -Samara, crees que el mundo es tan sencillo. ¿Qué planea hacer ahora? ¿Piensas divorciarme e irte con Jonathan? Déjame decirte algo:
Sigue soñando. No aceptaré un divorcio, no importa si cargas con mi hijo o no.
-¡Álvaro, eres un maldito! -Nunca me dejó vivir una buena vida. Él preferiría seguir con esta farsa que dejarme ser feliz. Estaba al borde de la locura por tener que agentar mis emociones por tanto tiempo. Tiré las luces y las decoraciones de la cabecera de la cama y estas se rompieron al azotarse contra el piso. -Por qué tú sí puedes hacer lo que te plazca con Rebecca y yo no puedo hacer nada? Álvaro, te diré la verdad. Yo nunca quise tener este bebé. -Era verdad que se puede decir lo que sea cuando lo consume la ira.
Su cara se puso roja mientras me tomaba del brazo y me advirtió:
-Repite eso.
Lo miré con despreció, deseando que toda mi frustración acumulada pudiera explotar en su cara. -No quiero a este bebé. ¿Me escuchas, Álvaro? No vale la pena traer un niño a este mundo por alguien como tú.
-¡Samara! -Para entonces, sus ojos también estaban rojos y se podía escuchar el rechinar de sus dientes. -¿Sabes qué es lo que estás diciendo?
Le arrebaté mi mano y respondí con una sonrisa:
-¡Claro que lo sé!
El dolor invadía cada parte de mi mente y mi corazón agonizaba como si alguien lo hubiera apuñalado. -Álvaro, no me importa si tú no quieres el divorcio, pero te lo advierto. No quieres interponer en mis asuntos.
En ese momento, con los ojos llenos de rabia siseó con una voz baja. ¿Tus asuntos?
-¿Si tú puedes estar con Rebecca, por qué yo no puedo estar con Jonathan? -grité las palabras llenas de enojo.
Me empujó sobre la cama y me dijo con la voz ronca:
-¿Quieres hacerlo con él?
En ese momento, apartó sus manos y pude escuchar el sonido de tela rompiéndose. No llevaba puestas muchas capas, por lo que desgarró mi ropa de un solo tirón.
-¿Qué ha hecho contigo? ¿Te ha tocado así de íntimo?
-¡Álvaro, mátame si te atreves! -grité mientras le pellizqué la espalda.
-Sería una pena matarte. Es más divertido cuando te torturo lentamente.
En ese momento, dejé de poner resistencia; no tenía caso. Lo solté y solo miré el techo. Después de un tiempo, se levantó y se fue al baño. Estuvo unos cuantos minutos ahí hasta que salió, se cambió de ropa y se fue de la habitación sin decir una sola palabra. Al salir de la habitación, azotó la puerta y el ruido retumbó por unos cuantos segundos. ¿Cuándo terminará todo esto? Como no necesitaba ir a la oficina, no tenía nada más que hacer. Mayra me llamó cuando salí del baño y respondí con voz baja:
-¿Ya estás en el campo? ¿Pudiste encontrar un lugar donde quedarte?
-Mhm -respondió. -¿Álvaro pasó por ti a la estación?
Me paralicé antes de decir:
-¿Tú le dijiste?
Con razón estaba afuera de la estación de tren. Resulto ser que Mayra fue quien le habló.
-Mhm -volvió a responder. -Si decidiste regresar con él, deberían ser más abiertos entre ustedes. No importa qué pase entre él y Rebecca, tú sigues siendo su esposa ante la ley. Si tienes que vivir el resto de tu vida con él, es mejor que sea una buena vida y que la disfrutes. Samara, no hagas de tu matrimonio un infierno. Es agonizante vivir así.
Ya sabía eso, pero no pude evitar suspirar. -Para mi mala suerte, acabamos de pelear y él se acaba de ir.
-¿Por qué se volvieron a pelear? -refunfuño. -¿Por qué nunca puedes tener una discusión decente con él?

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Reticencias de amor
Fiksi PenggemarConmocionada, me quedé de pie sin poder moverme luego de leer las dos palabras que aparecían en mis resultados de la ecografía. ≤¡Solo Sucedió una vez! ¿Cómo quedé embarazada? ¿que debo hacer ahora?≥