Capítulo 189 Sospechas

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Me quedé observando a Rebecca dando brincos de felicidad antes de fijar su mirada en blanco a Mirna.

-¿Está embarazada? -Mirna asintió.

-¡Tiene dos semanas! Parece que la señorita Montenegro por fin encontró alguien con quien vivir el resto de su vida. -Asentí, distraída y las palabras de Rebecca resonaban en mi cabeza.

<<Tal vez nuestros hijos terminen siendo hermanos>>

Nos subimos al auto y miré por la ventana, malhumorada. Luego de un largo tiempo, volteé a ver a Mirna.

-Mirna, ¿conoces a la señorita Villa desde hace mucho? -Mirna dio una pausa antes de responder:

-¿Se refiere a la señorita Montenegro? Pues, no realmente. Solía cuidar al anciano Montenegro y cuando falleció, permanecí con su familia. Sin embargo, ya tenían demasiadas amas de llaves y cuando se supo que el señor Ayala estaba contratando en la Ciudad K, la señorita Montenegro me recomendó.

-¿Rebecca te recomendó? -La mujer asintió y sonrió, diciendo:

-Pensé que solo se conocían el señor Ayala y la señorita Montenegro, pero ¡nunca me imaginé que usted también la conociera! -Después de unos segundos de silencio, continuó-. Por cierto, se acerca la fiesta de cumpleaños de la señorita Montenegro y esta será su primera fiesta por haber sido aceptada en la familia Montenegro. ¡Escuché que va a tener una ceremonia oficial y va a ser en grande! Va a ir usted y el señor Ayala, ¿verdad? -Sacudí mi cabeza y respondí:

-No creo. No debería ir de aquí para allá cuando estoy embarazada. -Mirna asintió.

-Tiene razón. ¿Sabía que usted y la señorita Montenegro comparten la misma fecha de cumpleaños? Es seguro que el señor Ayala tampoco vaya. -La verdad, había olvidado por completo que tenía el mismo cumpleaños que Rebecca y respondí, riéndome.

-Vamos a ver. Aún es muy pronto para decidir. -Dudé un poco antes de preguntar-.

Mencionaste que Rebecca está comprometida. ¿Sabes con quién?

-No. Los empleados no debemos involucrarnos en los asuntos privados de las familias grandes. Solo escuchamos rumores de vez en cuando, pero sin detalles. -Asentí y dejé de preguntar. Al llegar al chalé, vi que Álvaro  aún no llegaba. Revise mi teléfono solo para ver que tenía varias  llamadas perdidas y la mayoría era de Nicolás. Fue entonces que lo recordé diciendo que vendría a la Ciudad K. Había pasado mucho tiempo desde que llegué aquí y no lo contacté durante todo este tiempo. Marqué su número y solo sonó unas cuantas veces.

-Samara, si no te hubiera llamado nos habrías dado por muertos -reclamó una voz masculina y parpadeé al escuchar la elección de sus palabras.

-¿Nos? -Hubo una breve pausa antes de que me lo aclarara.

-¡Mayra y Javier! -Me reí y continué:

-¡Guau, Nicolás! ¡Tus dulces palabras me dejaron enmudecida! ¡No sé cómo responder a eso!

-¡Tonterías! Envíame tu dirección más tarde. ¡Estoy en la Ciudad K e iré a visitarte! -Continuamos hablando por más tiempo antes de enviarle la dirección del chalé y revisé el resto de mis llamadas perdidas. Algunas eran de Jonathan, pero no me molesté en llamarle. Apagué mi teléfono y me senté en la sala, observando a la nada. Álvaro regresó por la tarde y al verme soñando despierta, frunció el ceño. Me colocó una cobija en las rodillas antes de abrazarme y me dio un beso en la frente, preguntando:

-¿Por qué no te quedaste en el hospital más días? -Levanté la cabeza para observar su rostro. La barba en su mentón se estaba saliendo de control y las bolsas debajo de sus ojos lo hacían ver exhausto.

-No quería estar ahí un segundo más. ¿Has estado ocupado?

<<Había pasado unos cuantos días desde la última vez que nos movimos. ¿Qué le pudo haber pasado para verse tan pálido y demacrado?>>

Álvaro cerró los ojos y apoyó su barbilla en mi hombro. Dejó escapar un murmullo, afirmando y se quedó callado; tal vez quedándose dormido. Las palabras que estaban surgiendo en mi cabeza se atoraron en mi garganta al verlo. Al final, continué observando la mesa de centro con la mirada en blanco. De pronto, un tono melodioso interrumpió el silencio pacífico y venía del teléfono de Álvaro. Sacudí mi hombro para intentar despertarlo y al ver que ni siquiera se movió un poco, lo llamé.

-Álvaro, ¡tu teléfono está sonando! -Álvaro gimió antes de decir con voz cansada:

-Contesta por mí. -Se cambió de posición y continuó durmiendo. Era obvio que estaba agotando. Saqué su teléfono de su bolsillo y leí el número de contacto. Al ver que era Rebecca, me puse tensa por la sorpresa y no le respondí mientras le decía a Álvaro:

-Es Rebecca. -Sus ojos se abrieron en un instante y me arrebató el teléfono vibrante de la mano. Me lanzó una mirada y comentó:

-Saldré para tomar la llamada. -No esperó a mi respuesta y se fue. Extrañamente, no me enojé y vi cómo su espalda se alejaba. Lo único que hice fue observarlo, atontada hasta que desapareció de mi vista. Mirna estaba ocupada haciendo sopa en la cocina y luego de un tiempo, salió para avisarme.

-Señorita Ayala, está por dar a luz y no debería sentarse mucho rato. Necesita hacer un poco más de ejercicio para que le sea de ayuda a la hora del parto. No quisiera que esté débil cuando tenga que pujar, ¿de acuerdo? -Asentí y me levanté tratando de dar un paseo por el jardín. Pero entonces, los recuerdos de lo sucedido hace unos días pasaron por mi mente. Me encogí de hombros y los cabellos de mi cuerpo se estremecieron. Subí las escaleras para ir a mi habitación renunciando a esa idea. Me quedé parada en la ventana, viendo cómo el cielo se oscurecía poco a poco al avecinarse el atardecer y permanecí en la habitación pensando en que Álvaro ya se había ido del chalé, caminando de un lado a otro.

Reticencias de amor Donde viven las historias. Descúbrelo ahora