130: Un viaje a Ciudad Q

3.6K 189 4
                                    

No regresé al chalé después de que todo se resolvió. Solo estuve pasando el tiempo en los Apartamentos Glenwood pues ya no necesitaba trabajar en el Corporativo Ayala. Después de algunos días de inquietud, era obvio lo mucho que mi vientre había crecido. Ya ni siquiera intentaba buscar noticias sobre Álvaro. Solo me enfoqué en cuidar de la vida que crecía dentro de mí.

Durante el fin de semana. Mayra me había rogado que fuera unos días a Ciudad Q con ella porque estaba muy aburrida. Con el tiempo libre que tenía ahora y con la persona relajada que yo era, acepté de inmediato. El viaje de Ciudad J a Ciudad Q era corto y solo me tomó como una hora para llegar. Nos subimos al tren y Mayra lucía como una estudiante emocionada mientras observaba el paisaje de afuera.

-Acabo de hacer el pago inicial para una nueva casa y acaban de finalizar las remodelaciones. Te invito unos días para darle vida al lugar -dijo mientras tomaba mi mano.

-¿Cuándo compraste una casa nueva? Esta es la primera vez que escucho al respecto -pregunté. A decir verdad, las cosas habían sido demasiado frenéticas para mí y no le había prestado atención a sus asuntos.

-La acabo de comprar. Quería decirte antes, pero estabas tan ocupada con todo lo del trabajo y decidí no hacerlo hasta ahora -dijo con indiferencia mientras miraba su teléfono.

<<Supongo que tiene razón>>

El viaje de una hora terminó tan pronto como había comenzado. Cuando bajamos. Mayra pidió un taxi para llegar a nuestro destino lo más pronto posible.

De camino, pude notar que se trataba de una zona residencial de reciente. La unidad no era muy grande; solo tenía un centenar de metros cuadrados. Las renovaciones eran exquisitas, pero no algo de alta gama. Era perfecta para que vivieran dos personas.

-Vamos a comer un poco. Descansaremos esta noche y mañana te lo mostraré -dijo Mayra mientras se apoyaba con la puerta de mi habitación.

Entonces, ¿Qué vamos a comer después? -dije después de asentir en acuerdo con su plan.

-¿Qué te apetece comer? -preguntó mientras observaba mi vientre.}

-¡Ah, ya se! ¡Vamos a comer pasta! -continuó.

-¡De acuerdo! ¿Comamos pasta picante! Hace años que no pruebo el picante. Ya llevo cinco meses de embarazo, no debería haber ningún problema -expresé pues sabía que Mayra estaba preocupada por mí.

-¿Estás segura de que puedes soportarlo?  -preguntó con las cejas levantadas.

-Si -aseguré con un movimiento de cabeza.

-¡Bueno. entonces está bien! -Mayra estuvo de acuerdo.

No conocía Ciudad Q así que solo seguía a Mayra a donde iba. Fuimos a Plaza Millón, donde  tenían toda la tercera planta dedicada a comida. Mayra se volvió un poco loca cuando llegamos ahí pues había pasado mucho tiempo desde la última vez que comimos fuera. Decidimos hacer unas compras antes de comer y ella estaba como un niño en una tienda de caramelos Solo se vio frenada por el hecho de que estaba embarazada y no podía caminar mucho. De lo contrario, probablemente habría ido de compras hasta el día siguiente. Después de encontrar una pequeña y agradable tienda de pasta, nos sentamos y pedimos nuestra comida.

-¡Maldición! Tenía tantas ganas de comer mientras caminábamos, pero ahora que hemos pedido, ¡se me ha quitado el apetito! -dijo con un suspiro.

Según mis cálculos, ahora llevaba dos meses de embarazo.

-¿Tienes náuseas matutinas? -pregunté.

-No. Solo que no tengo mucho apetito. Todo lo demás es bastante normal -dijo mientras negaba con la cabeza. El embarazo era diferente para cada persona y yo lo sabía, así que asentí ante su afirmación.

-Recuerda estar preparada para todo. Quédate en Ciudad Q y vive el resto de tu embarazo en paz. Solo nos separan dos o tres meses, así que si necesitas algo para ti o para tu hijo, házmelo saber -la tranquilicé.

-¡Ya lo tengo todo planeado! Incluso he conseguido el centro de confinamiento para mi periodo de cuarentena. El único problema que me encontré es que Ciudad Q no tiene tantos centros como Ciudad J, pero hallé uno cerca de casa, así  que será conveniente cuando llegue el momento -dijo mientras asentía con una risa.

Mayra siempre había sido mejor que yo para cuidar de si misma, así que no me preocupé demasiado. Saqué una tarjeta de cajero automático de mi bolso y la puse delante de ella.

-Esta tarjeta de cajero automático me la regaló Jorge cuando me casé con Álvaro. Nunca la he utilizado, pero  tiene dinero. Vas a estar sola en Ciudad Q y estoy segura de que te servirá de algo -declaré.

Mayra frunció un poco el ceño y me devolvió la tarjeta.

-Pude pagar la casa solo con mis ahorros. El dinero que obtuve de la venta del bar sigue en mi banco sin tocarlo. Además, Álvaro fue muy generoso con su oferta y me pagó más del doble del precio de mercado. Así que no te preocupes por mí, tengo fondos más que fondos suficientes para mantenerme si hubiera alguna emergencia. Así que, por favor, toma la tarjeta y guárdala para ti. Yo estaré bien -me tranquilizó. Ignoré lo que dijo y le devolví la tarjeta.

-No aceptaré un NO por respuesta. Llevamos dos años trabajando en el Corporativo Ayala y apenas he tocado lo que ganaba. Álvaro también me dio una tarjeta que apenas he utilizado. Y la abuela también me dejó algo de dinero. Además, sigo casada con Álvaro, así que técnicamente no me maltratará ni nada. Incluso si nos divorciamos seguiría recibiendo una suma global de pensión alimenticia. Así que, por favor, acepta lo que te ofrezco -supliqué en tono serio.

-De acuerdo, la aceptaré. Pero a cambio, si hay algo que te molesta. ¡házmelo saber de inmediato!

Al final aceptó y guardó la tarjeta. En ese momento, el mesero nos trajo nuestra comida, así que solo miré a Mayra y me encogí de hombros mientras decía:

-¡Te lo prometo! Ahora, ¡a comer!

El tiempo pasó volando mientras comíamos y conversábamos. Al ver que se estaba haciendo tarde, Mayra acarició su vientre y sugirió:

-¡Hay que comprar té de burbujas e ir de compras  antes de regresar! ¡No hemos ido de compras en mucho tiempo! Sugirió.

Acepté porque en efecto, había pasado mucho tiempo desde la última vez que salimos juntas. Pagamos la cuenta y nos dirigimos al área de compras.

-Sami, ¿Qué marca....?

Mayra se quedó congelada en cuanto escuchó esas palabras. Su rostro se llenó de miedo y pavor. No pude evitar seguir su mirada y no muy lejos estaba Jonathan. Llevaba un atuendo casual y con su físico escultural y sus facciones encantadoras, era más atractivo que cualquier celebridad.

Reticencias de amor Donde viven las historias. Descúbrelo ahora