Sonrió con desprecio mientras el dolor se reflejaba en su rostro. ¡Tú eres la que no entiende!
Se equivocaba. Para alguien con oscuridad y soledad en su corazón, no es posible ver la luz, aunque el sol resplandeciera en su rostro. Él no podía dejarme ir, pero no era por amor, sino porque sentía que terminaría igual que la abuela. Nunca le dimos la espalda sin importar lo horrible que fuera. La casa en la provincia R siempre seria su hogar. No tiene ningún sentido de pertenencia y es por eso que la soledad lo consume.
Sentí una mirada penetrante y no pude evitar darme la vuelta para ver que Álvaro nos veía desde la entrada. Jalé mi mano para alejarme de Jonathan. A este punto ya era instinto; sabía que era inútil hacerlo, ya que a Jonathan no le importaba, pero se había convertido en un hábito del cual no me podía deshacer. Miré a Jonathan a los ojos y le dije:
-Vete. Abuela está enterrada en el cementerio Hillcrest. Si la extrañas, ve a visitarla.
Cuando dejé de hablar, pude notar que todas las emociones en su rostro se habían esfumado a excepción de su soledad. -Jonathan, las cosas que han pasado deben quedarse atrás. No hay manera de regresar el tiempo, solo podemos seguir adelante. Si sigues aferrándote a las memorias, solo encontrarás dolor y nunca podrás hacer otra cosa.
Después de que la abuela murió, nunca regresé a la casa en la provincia R. Sabía que a partir de ese momento estaría sola en este mundo. Era solo una hoja sin raíces. No importa cuánto me esforzara, al final alguien llegaría a levantarme solo para tirarme a la basura. Después de eso, me di la vuelta y entré a la residencial sin mirar atrás. Había pasado un mes desde la última vez que estuve ahí, pero anda había cambiado. La única diferencia eran las flores que hacían ver la casa con más vida.
La señora Hernández se veía mucho más cansada desde la última vez que la vi. Cuando se dio cuenta de que había llegado, miró a Álvaro, quien estaba detrás de mí, y sonrió. -Ustedes dos se fueron hace tanto tiempo. ¡Ya casi medio mes! Ya hasta comenzaba a pensar que no volverían. Después de un pequeño silencio, suspiró:
-Me alegra verlos de regreso.
Por la tarde hacía calor y eso me hacía sentir agitada. Apenas podía hablar bien y en ese momento comencé a sentirme muy cansada. Después de conversar un poco, me retiré a mi habitación. Álvaro me siguió sin decir nada. Yo solo me recosté en la cama y cerré los ojos para poder dormir. Pensé que Álvaro diría algo o que se molestaría, pero todo el tiempo estuvo en silencio. Era raro que no hubiera ruido en la habitación. Después de un momento, sentí como la cama se hundía y al siguiente instante me encontraba en sus brazos. Pude escuchar su respiración hasta que me quedé dormida.
Como solo era una pequeña siesta, desperté una hora más tarde. En cuanto abrí los ojos me encontré con el apuesto rostro de Álvaro frente al mío. Seguí recostada en silencio mientras lo miraba. ¿Cuánto tiempo llevaba mirándolo? De pronto, sus ojos se abrieron de par en par y nuestras miradas se cruzaron.
-¿Estás despierta? -preguntó. Como recién acababa de despertarse, su voz se escuchaba ronca. Levantó su mano para quitar el cabello de mi rostro y pasarlo detrás de mi oreja; nunca dejó de mirarme. Después de un tiempo, comencé a sentirme incomoda por el silencio y su intensa mirada. Me apoyé de mi codo para levantarme, pero antes de que pudiera salir de la cama , me detuvo. Levantó una ceja y preguntó:
-¿A dónde vas?
-Solo voy a levantarme. -Intenté moverme, pero no podía quitármelo de encima. Comencé a molestarme y exclamé:
-¡Álvaro, ya suéltame!
Parecía que no me escuchaba. Mientras me presionaba sobre la cama, comenzó a bajar una de sus manos a mi abdomen. Como llevaba 5 meses de embarazo, ya podía sentir los movimientos del bebé. Al sentir que se movía, Álvaro sonrió y exclamó:
-¡Se movió!
Parecía un niño y no pude evitar reír un poco. -Si y yo me quiero levantar de la cama.
Se notaba feliz mientras se levantaba y me ayudaba a sentarme y recargarme en la cabecera. Me hizo seña para que no me moviera y colocó su oído sobre mi abdomen. Después de unos segundos, sonrió y me miró. -¿Es incómodo cuando se mueve el bebé?
Mi quijada casi llega hasta el suelo. ¿Qué los hombres no tienen cerebro?
-Si tanta curiosidad tienes, puedes buscar libros sobre embarazos. Tal vez aprendas algo y puedas usar los conocimientos en el futuro -dije mientras me levantaba.
En ese momento, me abrazó por la espalda. -recuéstate otro rato.
Moví sus brazos y sentí angustia cuando vi las marcas que tenía. Parecían rasguños, las costras se le habían caído y la herida seguía roja. Al ver mi reacción, su mirada siguió la mía hasta sus brazos. Inmediatamente, me soltó y me preguntó:
-¿Qué quieres comer al rato?
No respondí.
Preocupado de que dejara mi imaginación volar, se sentó a mi lado y tomó mi mano. La apretó suavemente y acarició sin decir nada.
-¿Son por proteger a Rebecca? -Es posible que la pregunta haya sido muy directa, pero no pude pensar en otra manera de decirlo. Al escuchar la pregunta, se tensó. En cuanto lo sentí reaccionar, lo solté y suspiré. -Me voy a bañar.
Tal vez ninguna respuesta era la mejor respuesta; era mejor que escucharlo decir que sus heridas y sus cicatrices tenían que ver con Rebecca. Prefería hacerme la tonta y no saber nada.
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Reticencias de amor
FanfictionConmocionada, me quedé de pie sin poder moverme luego de leer las dos palabras que aparecían en mis resultados de la ecografía. ≤¡Solo Sucedió una vez! ¿Cómo quedé embarazada? ¿que debo hacer ahora?≥