Capítulo 193 -Recuerdos

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Saqué ese objeto platinado y vi que era un collar de un pez volador.

-¿Tan digno es una cosa que no vale tanto dinero de buscar en la basura? -La voz frívola de Álvaro resonó en mis oídos. Lo ignoré por completo y me concentraré en limpiar la crema que había en el collar con un pañuelo. Su suposición fue acertada porque el collar no era muy caro. Cuando tenía 14 años, estaba en la edad en la cual las apariencias comenzaban a importar y era un tema que las chicas de mi clase hablaban. Aunque nuestro concepto de belleza aún estaba desubicado, muchas de ellas trataban de imitar la vida de las mujeres mayores y se volvió una tendencia adornarse con collares y brazaletes.

En realidad, muchos de estos accesorios podían ser baratos. Algunos valían más o menos diez y otros eran más costosos. En ese entonces, para mí una joya que costara diez, era caro. A pesar de cuánto quería vestir con esas cosas, me negaba a pedirle dinero a mi abuela para comprarlos. Al final, fui a trabajar para uno de los empleados de la cafetería a escondidas de mi abuela. Lo ayudaba a mover y cargar cosas. Cada vez que iba, me pagaba cinco a cambio y continué trabajando ahí por un mes hasta que ocurrió un accidente en el cual me lastimé la pierna. Me preocupaba que la abuela se fuera a enterar y dejé de ayudarlo.

Mi único mes de esfuerzo me ayudó a ahorrar doscientos. Gasté cien para comprar este collar de pez volador hecho de plata. El resto lo usé para comprarle un cinturón a Jonathan y un dedal a la abuela. Como era la primera vez que usaba algo tan caro, perdí el collar al poco tiempo y eso me causó a sentir que no encajaba con las cosas extravagantes. Hasta el día de hoy, no uso accesorios porque inconscientemente siento que no lo valgo. Nunca me imaginé que fuera a encontrarlo y mucho menos después de tantos años. Decir que estaba encantada de verlo sería un eufemismo.

<<Si Jonathan me regreso el collar, me pregunto...>>

Al pensar en eso, miré al ceño fruncido de Álvaro.

-¿En dónde está la caja de los pastelillos? -Álvaro frunció al escuchar mi pregunta y era evidente que no estaba contento.

-¡En la basura! -Ignoré su expresión infeliz y me puse a buscarla entre los botes de basura del chalé. Al final, encontré la caja en el bote de basura de la cocina. Me agaché para escarbar cuando Álvaro tomó mi muñeca.

-¿En serio te importa mucho lo que él te regala? -Quité mi muñeca de su mano sin molestarme en darle explicaciones y lo único que dije fue:

-No es lo que piensas. -Finalmente, logré encontrar la caja exterior y la abrí. Había un cinturón bien conservado dentro de ella justo como lo pensé. Cómo me había dado el collar y el cinturón, tenía sentido que también estuviera el dedal de la abuela. Continué buscando por la caja, pero estaba vacía. Incluso fui tan lejos como para inclinarla hacia abajo. Me enderecé y regresé a los pastelillos que estaban junto a la puerta. Álvaro me empujó al sillón harto de verme.

-¡Samara, es suficiente!- Fruncí el ceño, enojada y dije con impaciencia:

-Álvaro, vete a trabajar o algo. ¡No estoy de humor para discutir! -Frunció el ceño de manera terrible que hizo torcer su rostro y su tono era frívolo al hablar.

-¿No estás de humor para discutir conmigo? ¡Ja!

Entonces, ¿de qué tienes ganas? ¿De admirar esa basura que te trajo Jonathan? -La fuerza con la que me sostenía era inmensa por la ira y me dolía tanto que apenas si podía respirar.

-¡Me estás lastimando, Álvaro Ayala! -No me soltó, pero aflojó su fuerza un poco.

-Ah, entonces puedes sentir dolor.

<<¡Es un hombre ridículo!>>

Lo empujé a un lado, enfurecida por sus acciones.

-¡Álvaro, estas cosas podrán ser basura para ti, pero son valiosas para mí! -No quise seguir perdiendo tiempo con él y seguí buscando el dedal de mi abuela. Como era de esperar, Jonathan había escondido el dedal dentro de los pastelillos y limpié los tres artículos con cuidado. Ahora que me sentía más calmada por haber encontrado las cosas, noté a Álvaro mirándome con ojos fríos en la sala. Sabía que estaba furioso conmigo y abrí la boca para darle una explicación-. Estas cosas.... -Ni siquiera esperó a que terminara de hablar antes de colocar su teléfono en el oído y con voz fría, ordenó:

-Josué, compra todos los accesorios de oro, plata y jade que puedas encontrar en la Ciudad K. También, trae los diseños de joyería más nuevos de este año al chalé. -Josué dijo algo en la otra línea y la voz de Álvaro sonaba mucho más frívola, exclamando- ¡Haz lo que te digo! -Luego, terminó la llamada. Por un momento, lo único que podía hacer era observarlo y no podía pensar en algún adjetivo para describirlo. Al fin, caminé para sentarme del lado opuesto a él y con el pulgar arriba, comenté:

-Señor Ayala, ¡sin duda es un hombre adinerado!

<<¡A este paso, podía cambiar de trabajo en lugar de ser negociante>>

Arqueó la ceja y dijo:

-Tira todo lo que te regaló Jonathan a la basura.  ¡Solo dime qué quieres y te lo compraré! -Fruncí los labios sin saber qué decir y al final solo dije:

-¡Qué generoso de su parte, señor Ayala! -Observé las cosas en mis manos. No valían tanto dinero, pero significaban mucho para mí e intenté  explicarle de nuevo para no pelear con él-. Cuando estaba en la preparatoria, mi remuneración era de 15 para gastarlo en comida. En ese tiempo, muchas chicas de mi escuela se adornaban con collares y brazaletes, pero yo no tenía nada. -Di una pausa  y suspiré-. Como quería ser como ellas, me metí a trabajar porque no podía pedirle dinero a mi abuela. Le ayudaba a un empleado de la cafetería de nuestra escuela y gané algo de dinero por mis esfuerzos. Luego de eso, me compré este collar, este cinturón para Jonathan y este dedal para mi abuela.

Reticencias de amor Donde viven las historias. Descúbrelo ahora