133: Indeciso

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¡Saz! De pronto la tasa en las manos de Jonathan se desplomó, cayendo sobre la mesa. -Si en verdad no te molesta, ¿Por qué dejaste el Corporativo Ayala como un sinvergüenza? Sami, si en verdad no te importa, es mejor que te divorcies de Álvaro lo más pronto posible para mantener tu orgullo intacto.

-Eso no es de tu incumbencia. Qué te importa cómo me divorcio o con qué fines lo haga. Jonathan , aprecio tu preocupación, pero solo eso. Por favor no te metas en mis asuntos en el futuro. Como somos familia, te lo suplico. -Tras decir esto, me di la vuelta para irme. -Gracias por el té, a ambos. Ya es tarde así que me tengo que ir. -Salí de la habitación privada sin decir más. Al salir del cuarto, pude escuchar el sonido de vidrio rompiéndose, pero me detuve y seguí caminando por el pasillo hasta llegar a las escaleras.

Mayra estaba en la recepción del café esperándome. Al verme, se levantó, corrió hacia mí y me preguntó preocupada:

-¿Estás bien? ¿Hubo algún problema?

 Tomé su mano con fuerza y le respondí mientras movía la cabeza:

-No, ya es tarde. Vámonos a casa.

Miró hacia arriba y se asomó con desconfianza al segundo piso. Jonathan, sin ninguna expresión, había salido de la habitación privada y nos miraba desde el pasillo en silencio. Mayra apretó la mano y respondió:

-Esta bien, ¡Ya vámonos!

Salimos del café y ella no me soltaba la mano ni miró hacia atrás. Al llegar al fraccionamiento, ya eran más de las 12 de la noche. Últimamente, estaba experimentando un miedo inexplicable que no me dejaba dormir sola. Por suerte, Mayra estaba dormida a mi lado y gracias a su compañía pude dormir bien esa noche.

Al día siguiente.....

La Ciudad Q era muy conocida por su buen clima. Apenas eran las 7:00 de la mañana y los rayos del sol ya se asomaban por las cortinas de la habitación; se veía hermoso. Mientras miraba fijamente el techo de la habitación, mi teléfono comenzó a vibrar sobre la mesa de noche. Me estiré para tomarlo y ver un número familiar en el identificador de llamadas. No pude recordar quién era, pero contesté la llamada. -¡Hola!

-¿Dónde estás? -dijo una voz fría, pero bastante familiar. Al principio estaba confundida, pero en cuanto pude pensarlo un poco, me di cuenta que era el Dr. Ceja. En cuanto lo reconocí, respondí rápidamente:

-¿Dr. Ceja?

Él siempre me hablaba de manera muy gentil, así que no pude evitar preguntarme por qué se escuchaba tan indiferente. Hubo un momento de silencio hasta que el Dr. Ceja preguntó con un tono de voz más suave. -Samara, ¿estás con Mayra?

En retrospectiva, no me había dado cuenta que el teléfono era de Mayra, no el mío. Algo sorprendida, respondí:

-Sí. ¿Cómo ha estado?

Nicolás me había dicho que había estado en cuidados intensivos, así que supuse que ya había salido. Iba a decir algo sobre Álvaro, pero decidí no mencionarlo.

-Bien, he estado en la sala de operación todo este tiempo. Joel me comentó lo que sucede en la Corporación Ayala. En fin, no es importante. Regresaré a Ciudad J mañana, así que después nos ponemos al día. -La voz del Dr. Ceja sonaba muy amable, como si quisiera consolarme.

Con algo de alivio, respondí:

-Esta bien. No se preocupe, no estoy en Ciudad J, así que tal vez después.

-¿Dónde has estado? -preguntó como si quisiera detectar que mi tono de voz sonaba impaciente. Hizo una pausa antes de continuar:

-¿Estás fuera para relajarte un poco?

No lo pensé mucho y respondí:

-Estoy en Ciudad K. Supongo que sí.

Mayra, quien estaba dormida a mi lado, despertó tras escucharme hablar por teléfono. Se dio la vuelta y me miró para preguntarme con la voz ronca. -¿Quién era?

Le respondí con voz suave:

-Era el Dr. Ceja, parece que te estaba buscando.

Le pasé el teléfono mientras hablaba con ella. Su expresión cambió en cuanto tomó el teléfono. Se levantó y salió al balcón. Yo me levanté también para buscar mi teléfono y al mirar la pantalla, vi que no había ningún mensaje nuevo. Mi conversación con Álvaro estaba vacía en WhatsApp. Sentí una presión en el pecho y me puse algo incómoda. De igual manera, me levanté y fui al baño a lavarme la cara. Cuando salí, Mayra me miró algo molesta.

Me sorprendí -¿Qué paso?

-¿Le dijiste que estamos en Ciudad Q? -preguntó Mayra.

Asentí y sentí que mi corazón se detuvo. Intenté preguntar. -¿El bebé es de él?

-¡No! -Estaba a punto de decirme, pero tomó una pausa antes de decir:

-Me voy a bañar, puedes empezar a empacar. Nos quedaremos en el campo unos días.

-¿Qué? exclamé sorprendida. -¿Por qué vamos a regresar al campo? ¡Acabamos de llegar a Ciudad Q!

-Álvaro ya debió haber regresado a Ciudad J. ¿Quieres verlo para arreglar las cosas? -Mayra se veía molesta. -Sami, ya no quiero involucrarme con esta gente. Te fuiste del Corporativo Ayala. Si no estás segura de dejarlo, vuelve con él y empiecen de cero. Pero si ya estás decidida, hay que salir de ahí juntas y mantenernos lo más lejos posible.

¿Estaba hablando de Álvaro o de Gael? Mayra era una persona muy decisiva. Sabía que en cuanto decidiera irse, no habría vuelta atrás. Yo estaba sorprendida y mis pensamientos eran un desastre. ¿Debería seguir en buenos términos con Álvaro' No podía aceptar lo que pasó entre él y Rebecca, ya fuera en el pasado, presente o futuro. Pero no estaba segura si dejarlo. Además, llevaba a su bebé y no quería que naciera sin el amor de un padre.

Reticencias de amor Donde viven las historias. Descúbrelo ahora