Capitulo 41 Licitacion Publica

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-¿Y que si esta casado con ella? No la amas . ¿No dijiste que me amabas, Alvi ? Mi cuerpo está recuperado . Hay que tener otro bebe, ¿si?

-Rebecca.... -lo que siguió a continuación fueron los gemidos de un hombre y una mujer. Cerré los ojos con fuerza y traté de evitar el ruido. Entre más trataba de no escuchar, más me sentía atormentada y mientras los gemidos de Rebecca se volvían más fuertes, mi cuerpo temblaba de manera violenta. Incluso sentí náuseas y empecé a tener jadeos secos. Siempre supe que pasaba algo entre ellos dos y no me sorprendió que se acostaran juntos. Sin embargo, nunca me imaginé atraparlos en el acto ni quería saber lo apasionados que eran en la cama . Duraron mucho rato. Para entonces, ya había vomitado todo y tenía el cuerpo sin energía. Me quede sentada en la fama y mi corazón comenzó a romperse en mil pedazos siendo imposible de volver a recogerlos.

-¿Que le pareció el espectáculo, señorita Arias? ¿Entretenido? -La puerta de abrió y el hombre regordete entró. Podía escuchar una sonrisa en su voz con claridad y sentí asco. Aunque no podía ver su rostro, lo mire a los ojos y dije con desprecio:

-¿Rebecca está detrás de todo esto? -No podía pensar en nadie más que pudiera hacer algo tan repugnante además de Rebecca.

-¿Tiene importancia? -se burló- ¡Estoy seguro de que debe estar de buen humor luego de escuchar un buen espectáculo, señorita Arias!

-¿Que quieren? - No me habrían secuestrado solo para molestarme. No hay manera de que las cosas fueran tan simples.

-¡Es una mujer inteligente! -el hombre regordete levantó su voz y continuó-. Escuché que está a cargo de la auditoría del Corporativo Ayala este año y me preguntaba si estaría interesada en hacer un trato conmigo.

Me burlé y respondí:

-¿Que te hace pensar que haría un trato contigo luego de usar esos métodos asquerosos solo para traerme aquí? -se quedó pensando y con voz baja, respondió:

-El bebe en su vientre, señorita Arias.

Me quede Atonita al instante y comencé a sudar.

<<¿Como lo sabe?>>

-¿Que quieren exactamente? -Quien sea que se encargará de la auditoría externa del Corporativo Ayala ganaba mucho dinero. Por ello, era normal que alguien peleara para conseguirlo, pero este método era desagradable.

-¡Una licitación pública para la auditoría del Corporativo Ayala! -respondió. Me sorprendí y fruncí el ceño.

-¿Eso es todo?

-Asi es, mientras acepte, tendrá mi palabra de us usted y el bebé que lleva dentro estarán a salvo de ahora en adelante. Me aseguraré que nada les pase -dijo con tono convincente y profundice el ceño.

-¿Porque habría de confiar en ti?

-Porque no tienes opción, Señorita Arias! -su respuesta me entro en los nervios , pero a pesar de mi frustración, tenía que salir de esta situación y pensar en lo demás en otro momento. Lo mire y asentí.

-¡Bien!

El hombre sonrió.

-¡Es un trato! -luego, le hizo una señal al hombre delgado para cubrirme los ojos de nuevo.

-¿Es necesario? -fruncí y su risa resonó en mis oídos.

-No se preocupe. ¡La enviaremos de la misma manera que la trajimos! -Más tarde, me empujaron a un auto y mi oído se volvió más agudo por la falta de vista, pero me quede dormida al poco tiempo. Al despertar, no solo estaba en el estacionamiento, sino en mi propio auto. Todo alrededor estaba igual y pensé que solo había sido un sueño. Busque mi teléfono para revisar la hora y vi que era medianoche. Apenas podía creer que durante dos horas viví una situación de vida o muerte. Aun tenía miedo y no me quede ahí por mas tiempo. Pronto, encendí el auto y me dirigí al Chalé. Mis emociones estaban por todas partes. Al entrar al chalé, vi al hombre leyendo algunos documentos en la sala y los sonidos de su momento íntimo llegaron a mi mente. Una arcada escapó de mis labios y antes de poder cambiarme de zapatos, corrí al baño para vomitar. Ya había vomitado demasiado y no había nada más que sacar.

-¿Que comiste? -Su voz baja y fría llegó a mis odios. Estaba temblando y mi estómago se sentía horrible. Álvaro se acercó y sacó su mano para acariciar mi espalda, pero ese sonido me abrumó tanto que me hizo sentir enferma hasta los huesos. Levante mi cabeza de forma abrupta y le quite la mano de encima. Ignore su mirada seria y corrí hacia las escaleras de inmediato. Una vez en la habitación, cerré la puerta con llave. Al saber lo ocurrido aquí, mi estómago se revolvió. Abrí las ventanas de prisa y cambié las sábanas de la cama. ¡Toc, Toc! Sonaron dos golpes apresurados a la puerta.

-¡Abre la puerta, Samara! -La voz del hombre tenía un tono amenazante. Mientras mi mente divagaba en esos sonidos repugnantes, automáticamente rechacé lo que estaba pasando detrás de esa puerta sin mencionar lo insoportable que era el dolor de mi estómago. Limpie cada esquina de la habitación por la desesperación de querer deshacerme de ese olor. Al terminar, me sentí disgustada por mi propio cuerpo. Luego de quitarme la ropa , fui al baño y prendí el agua de la ducha a tope para limpiar cada parte de mi cuerpo que Álvaro había tocado.

Reticencias de amor Donde viven las historias. Descúbrelo ahora