150: Secretaria coqueta

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A juzgar por la situación, era obvio que él no sabía nada del embarazo de Mayra. -¿Por qué no me platicas lo que pasó entre ustedes primero?

-¡No pasó nada! -se escuchaba molesto. Suspiró y regresó a su trabajo.

Parecía que Mayra no le había dicho nada sobre su embarazo. Después de pensarlo un momento, decidí decírselo. -Dr., Ceja...

Antes de que pudiera comenzar, miró mi vientre y preguntó:

-¿Cómo te has sentido?

Sabía que se refería al bebé. -Muy bien -respondí.

-Es bueno escuchar eso. Te servirá tomarte estas una vez al día. Oh y recuerda mantener tu dieta igual -dijo mientras sacaba una caja con medicinas de su escritorio.

Me dio el medicamento y regresó a su pila de papeles sin decir más, lo que me dejó en una situación inoportuna para decirle lo de Mayra.

<<Supongo que no puedo hacer más>>.

Después de unos minutos de silencio, comencé a sentir que el ambiente se volvía incómodo, así que decidí salir de su oficina. Al entrar a la oficina de Álvaro, Cristina le estaba sirviendo una taza de café y organizando su escritorio.

<<Parecen cercanos>> En ese momento, recordé las palabras de Isabel. <<Si no va tras su dinero, sino por su corazón, será aún más difícil.

No pude evitar respirar. <<Pero Rebeca y Cristina son personas completamente diferentes. No es posible que él.... pero ¿Qué si se enamora de Cristina un día?

Álvaro hizo sus papeles a un lado y me abrazó. -¿Dónde estabas?

-Fui a visitar al Dr. Ceja -respondí mientras mis ojos escaneaban el entorno. La oficina de Álvaro era muy grande y el espacio de trabajo de Cristina estaba justo a la vuelta de la esquina por fuera. Podía ver todo con solo levantar la mirada.

<<Debo admitir que esa mujer tiene buena vista>>.

-¿En qué estás pensando? -preguntó mientras acariciaba mi mano.

Lo miré y recosté mi cabeza en su pecho. -Estoy pensando en un drama llamado La secretaria coqueta y el Sr. Lobos.

Se soltó a carcajadas. -¿Y de que trata?

Un poco molesta, apunté al escritorio de Cristina afuera de su oficina y levanté una ceja. -¿Puedes verla? Es la secretaria coqueta.

-Y yo soy el Sr. Lobos -dijo con una sonrisa.

Asentí y caminé hacia el sofá para sentarme -Él es cortés, pero es todo un Don Juan, mientras que la secretaria es Joven y hermosa. Podrías decir que son la pareja perfecta.

Toc. En ese momento, Josué tocó la puerta de la oficina después de terminar de repartir las frutas como se lo pedí. Con una sonrisa de oreja a oreja, Álvaro respondió tranquilo:

-Pasa.

-Señor Ayala, según las novedades de OrbirTech, parece que van a firmar un contrato de adquisición con Animus la próxima semana -dijo Josué, mientras le entregaba unos archivos a Álvaro.

Álvaro tomó los documentos y le lanzó la mirada extraña. -Señor, ¿pasa algo malo?

-¿Fuiste tú quien puso eso ahí? -preguntó Álvaro mientras apuntaba al escritorio afuera de su oficina.

Josué se dio la vuelta para ver y pausó por unos momentos antes de preguntar:

-Señor, ¿no está feliz con el lugar que se le asignó a Cristina?

Álvaro solo se le quedó mirando y Josué dirigió su mirada hacia mí.

-No tiene nada que ver conmigo -dije al notar el ambiente.

Álvaro soltó la risa -Vas a tomar el puesto de Cristina. Haré algunos cambios para que ella trabajé con Gael. No necesito secretarias.

-Pero... -Josué estaba a punto de decir algo, pero Álvaro lo interrumpió.

-Ayúdame a hacer una reservación en un restaurante cerca.

Álvaro dejó en claro que no quería que Josué hablara demasiado. Josué simplemente inclinó la cabeza y salió. Una vez que quedamos solos en la oficina, Álvaro me miró y me preguntó:

-Bien, ¿Hay algún otro detalle de la trama que debería saber?

Me puse cómoda en el sofá y continué:

-Bueno, ahora que la secretaria ya no es parte de la historia, tendré que pensar en otra. Esta se llamará la princesa delicada.

Álvaro me miró a los ojos y se llevó las manos a las sienes. Después de guardar los documentos en su escritorio caminó hacia mí y dijo:

-Rebecca ya se fue de Ciudad K.

-Lo sé.

Por la tarde, la Ciudad estaba en un estado de calor interminable debido al clima de verano. Estaba tan caliente que la gente prefería quedarse en sus casa, por lo que en las calles había cada vez menos personas y el restaurante al que llegamos estaba vacío. Álvaro ordenó la comida y notó que estaba incómoda en mi asiento. -¿Te sientes mal? -preguntó.

-El calor está insoportable. -Apreté los ojos y con una sonrisa sumisa, le dije:

-Álvaro, tú también tienes calor, ¿no es así? Supongo que entiendes que necesito tomar algo helado.

En la casa siempre se aseguraba de que no comiera nada frío, lo que hacía que mis antojos empeoraran.

-Este lugar tiene aire acondicionado. Te pedí un jugo, verás que te sentirás mejor después de que te lo tomes -dijo antes de llamar al mesero para que ajustara la temperatura del aire acondicionado.

Al oír eso, comencé a sentir un poco de enojo. Lo miré con desdén y resoplé:

-Acabo de perder el apetito. Me voy a casa.

Reticencias de amor Donde viven las historias. Descúbrelo ahora