Capítulo 93 Es demasiado pequeño

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Cuando me di cuenta de que todo lo que estaba eligiendo era de color rosa, no pude evitar soltar una risa amarga.

-¿Por qué todo rosa? ¿Qué tal si mi bebé es niño?

Mientras observaba las cunas respondió:

-Sin importar si es niño o niña seguirá necesitando estas cosas y si a tu bebé no le gustan, podemos volver a comprarlas después de que nazca.

Y no se equivocaba, pues poco a poco el carrito se fue llenando de artículos que eran necesarios y como yo comenzaba a ganar peso y a hincharme debido al embarazo, también me compró productos para el cuidado de la piel. Al ver como cada vez agregaba más y más productos, no pude evitar reírme.

-¡Mayra, tú como madrina estás más pendiente de todo que yo!

Ella se rio pero de repente, sus ojos se enrojecieron mientras me abrazaba.

-Sami, deja a Álvaro, ¡Yo puedo cuidar de ti!

No entendía por que de pronto estaba diciendo eso, algo sorprendida le di unas palmaditas en la espalda y contesté:

-¿Por qué de repente te pusiste tan emocional? Tarde que temprano me terminaré alejando de Álvaro pero en verdad me gustaría hacerlo con orgullo y no como si fuera un ladrón.

Mayra asintió y con voz ronca contestó:

-Esta bien, yo puedo esperarte. También encontré un lugar para vivir en Ciudad Q, ahí los precio de las propiedades son más bajos y si sumamos nuestros ahorros podemos comprar un chalé. Las dos y tu hijo podemos vivir juntos.

Había algo diferente en ella, no estaba segura de que era pero si podía darme cuenta de que estaba ocultando algo, incluso se notaba más triste que antes; dejé escapar un suave suspiro y sonreí.

-Todo está bien, aún no pasa nada grave y tenemos un largo camino por delante.

Como ya se estaba haciendo tarde, nos dirigimos a los Apartamentos Glenwood y ahí dejamos todos los productos para el bebé, pues era más conveniente hacerlo así. Al principio, tenía planeado quedarme ahí pero luego de un rato mi teléfono comenzó a sonar.

-¡Sami, alguien te está llamada! -Mayra estaba en cuclillas armando la cuna en la habitación d invitados, así que cuando escuchó que mi teléfono estaba sonando, me habló.

Yo me encontraba lavando las frutas que habíamos comprado en el camino, así que cuando terminé de hacerlo y tomé mi celular, me di cuenta de que tenía una llamada de Álvaro; fruncí el ceño al mirar la hora, todavía ni eran las 9 de la noche.

-Hola, señor Ayala. -Mi intención no era sonar distante, es solo que creí que me llamaba para tratar algún asunto oficial así que tenía que ser cortés.

A través del teléfono podía escuchar cómo soplaba el viento y tras unos segundos de silencio, dijo:

-¿En dónde estás?

-En los Apartamentos Glenwood -miré la cuna que Mayra ya había terminado de armar y hasta había colocado una mosquitera alrededor de ella.

-Ya veo...

Pensé que Álvaro tenía algo que decirme pero en realidad, parecía que solo me había marcado porque sí. Después de colgar, dejé el teléfono a un lado y miré la cuna, cuanto más la miraba , más linda me parecía.

-Bien, al parecer ya tenemos todo listo, solo hace falta que nazca tu bebé. -Mayra era una persona muy práctica, así que después de terminar con la cuna me miró con orgullo y preguntó:

-¿Cómo soy como madrina?

Sonreí y le di una fruta.

-Eres increíble.

Dado que se estaba haciendo tarde, Mayra me miró y dijo:

-Me meteré a bañar, deberías revisar y ver si hace falta que hagamos algo más.

Asentí con la cabeza y me senté en la sala de estar mientras revisaba mi teléfono. De pronto, sonó el timbre de la puerta, penaba que tal vez Mayra había pedido algo de comida, así que me levanté y la abrí; al tiempo, grité en dirección al baño.

-Mayra, ¿pediste comida?

Entonces ella respondió.

-¡No!

Pero antes de que pudiera hacer algo, miré a un hombre alto parado en la puerta de entrada; estaba totalmente sorprendida, ¿por qué vendría Álvaro hasta acá?

-Tú... -Quise preguntarle pero las palabras no salían.

-¿No vas a invitarme a entrar?

-Preguntó con expresión fría pero al mismo tiempo se notaba relajado.

-Entonces sacudí la cabeza.

-No es un buen momento. -Como Mayra solía salir de la regadera envuelta en una sola toalla, no sería apropiado que entrara.

-¡Sami, ¿Quién es?!

Desde el baño se volvió a escuchar la voz de Mayra.

Miré a Álvaro y respondí:

-¡Solo es alguien de la administración de la finca!

-¿Administración de la finca? -cuestionó Álvaro mientras levantaba una de sus cejas, pero su expresión era difícil de descifrar.

Hice una mueca y con calma pregunté:

¿Qué estás haciendo aquí? Ya casi eran las 10 de la noche asó que debía estar en casa.

En cambio, se quedó parado en la entrada y como era muy alto, incluso tapaba las tenues luces del pasillo, así que cuando levanté la mirada para verlo, parecía estar envuelto por la oscuridad.

-¡Vine a buscarte! -Al tiempo que hablaba, de uno de sus bolsillos sacó las llaves del auto.

De repente escuché algunos ruidos que provenían del baño así que empujé a Álvaro hacía atrás y grité:

-¡Mayra, saldré unos minutos!

En ese momento cerré la puerta y lo llevé a las escaleras, pues sabía que era inapropiado discutir en voz alta a esas horas de la noche. Así que con un tono más suave le dije:

-Pienso quedarme aquí por un tiempo pero no te preocupes porque cuidaré bien de mi bebé.

-¡Regresa al chalé! -exclamó Álvaro en instrucción -la señora  Hernández puede cuidar muy bien de ti.

Fruncí el ceño.

-Álvaro, yo...

-Si quieres puedes vivir aquí pero entonces, tanto la señora Hernández como yo, nos mudaremos contigo -dijo con seriedad.

Por un momento me quedé sin palabras, después hice una pausa y logré decir:

-¡Este lugar es muy pequeño como para que estén los dos!

Reticencias de amor Donde viven las historias. Descúbrelo ahora