172: Por favor, ten piedad

3.3K 167 11
                                    

Aunque por instinto le temía a Jonathan, no podía abandonarlo porque en aquél entonces, solíamos pasar mucho tiempo juntos; era un hermano de otra madre para mí, a pesar de las cosas despiadadas que había hecho a través de los años. De pronto, el cuerpo de Álvaro se puso rígido. Se giró y me miró con incredulidad. El hombre que al principio estaba furioso se detuvo y se perdió en sus pensamientos, con el rostro lleno de decepción. Lo miré y puse el palo a un lado. Con la vista nublada por los torrentes de dolor que salieron de mis ojos, me puse de rodillas y supliqué:

-¡Detente! ¡En serio lo vas a matar!

Álvaro movió sus labios para decir algo, pero parecía estar sin palabras. La señora Hernández salió en cuanto escuchó el escándalo.

-¡Oh por dios! ¿Qué está pasando? ¿Qué demonios les sucede? -gritó al ver la horrible escena.

Ignoré a Álvaro y me apresuré hacia Jonathan. Todo su rostro estaba lleno de sangre mientras estaba inmóvil en el piso, comportándose como si se hubiera desmayado.

-¡Oye! ¿Estás bien? ¡Te llevaré al hospital ahora mismo!

Intenté revisar su pierna porque recordé que Álvaro le había dado algunas patadas en la pierna que le habían operado antes. El hombre con heridas graves me detuvo y aseguro con una sonrisa brillante:

-¡Estoy bien! ¡No te preocupes! ¡No me duele nada!

No debió repetir esas palabras que solía decirme. Terminé lamentándome frente a él mientras las lágrimas corrían por mis mejillas sin parar. Intenté ayudarlo a levantarse, pero una fuerza poderosa me alejó de él. Álvaro me miró y advirtió:

-Está bien, ¡así que aléjate de él!

Aunque sentía la furia de Álvaro, no podía dejar solo a Jonathan porque él me necesitaba a su lado durante una crisis así. De hecho, él había pasado por varias cirugías en su pierna para poder volver a caminar por mi culpa. Álvaro ni siquiera se molesto en contenerse contra él. Yo temía que no pudiera alejarme de Jonathan por el resto de mi vida si le diagnosticaban alguna secuela a larga duración como resultado de la brutalidad de Álvaro.

-Álvaro, ¿no ves que está herido? -intenté quitármelo de encima porque estaba un poco furiosa-. ¿Por qué lo golpeaste? Si algo te molesta, ¿por qué no mejor vienes a mí? ¿Es necesario que te descuides con él?

-Ah...Ah.... -Jonathan comenzó a toser y poco después, escupió algunos bocados de sangre. Sentí pánico e intenté alejarme  de Álvaro una vez más, pero debido a la diferencia en fuerza, no pude quitarme sus manos de encima.

-¡Suéltame, Álvaro! -exigí en voz alta mientras lo miraba con intensidad. Él me miró con seriedad en respuesta e insistió:

-¡Quiero que te metas ahora mismo!

Ya que no parecía que iba a soltarme, me incliné y mordí sus brazos mientras lo miraba con intensidad para expresar mi determinación. A pesar de la sensación que le causé, él ni siquiera se movió, como si fuera cualquier cosa. Temí que algo malo le pasará a Jonathan, así que me alejé de Álvaro y le advertí:

-Si te rehúsas a alejarte de él, ¡será mejor que te olvides de nuestro bebé!

Intenté golpear mi vientre con mi mano luego de advertirle, pero él fue más rápido que yo y me  detuvo justo a tiempo. Me arrastró hacia él y contestó en un tono despiadado:

-Samara, ¡no puedo creer que vas a recurrir a ese extremo por él!

El hombre furioso ya no pudo contener sus emociones y tomó mis manos con todas sus fuerzas.

-Álvaro, ¡por favor déjame llevarlo al hospital!

En ese momento, ya no había nada que pudiera hacer. Tenía que recurrir a algo más y suplicarle que tuviera piedad porque no mostró señas de ceder a mis amenazas. En cuento sintió mis lágrimas en su mano, me soltó. Intenté suplicarle que tuviera piedad una vez más.

-¡Regresaré cuando lo deje en el hospital! ¡No iré a ningún lado sin tu permiso! ¡Te dejaré que me hagas lo que quieras! ¡Por favor!

El hombre furioso soltó una risa.

-¡Ja! ¿Me estás suplicando por indigno idiota? Samara, ¡nunca dejas de sorprenderme!

-¡No tienes que suplicarle, Sami! ¡Estoy bien!

Jonathan se esforzó por levantarse del piso, pero se tambaleó y volvió a caer. Al juzgar por la expresión de dolor en su rostro, estaba segura de que tenía graves heridas. No podía dejarlo solo. Cuando Álvaro se desprevino, me lo quité de encima y corrí hacia Jonathan. Luego de ayudarlo a levantarse, resoplé y ofrecí:

-Te llevaré al hospital ahora mismo.

Bajé mi mirada porque ya no soportaba mirar a Álvaro. No fue algo fácil, pero pude llevar a Jonathan de vuelta a su auto. La señora Hernández soltó un largo suspiro y me dijo:

-Te estaré esperando, ¿de acuerdo? 

Asentí mientras me sentaba frente al volante enseguida, partiendo en cuanto encendí el auto. Luego de que Jonathan ingresara al hospital, me senté en un banco en el pasillo. No sabía si me sentía fatal por la brisa helado o por el pleito que había ocurrido. No se suponía que las cosas salieran así, pero al parecer ya no había vuelta atrás.

Pasé una hora afuera de la sala de operaciones esperando por Jonathan. Al final, una enfermera lo sacó y lo llevó a una sala. Mientras tanto, el doctor me dijo que me encargara del papeleo para hospitalizarlo. Interrumpí al doctor porque nadie me dijo en qué condición se encontraba Jonathan.

-Doctor, ¿Cómo se encuentra el paciente? ¿Habrá alguna secuela de larga duración?

El doctor sonrió y me aseguró:

-No es nada grave, pero tomará algún tiempo para que sus heridas sanen. Dicho esto, me dijeron que el paciente había tenido algunas operaciones en la pierna. Necesito que le hagan una examinación sencilla de rayos x para descubrir su verdadero estado.

Asentí frenéticamente y expresé mi gratitud antes de dirigirme a la sala. Jonathan estaba acostado en la cama sin poder moverse porque le habían administrado anestesia. Parecía estar de muy buen humor pues sus labios formaron una sonrisa cuando llegué.

-¡Por favor toma asiento y hazme compañía!

Reticencias de amor Donde viven las historias. Descúbrelo ahora