Capítulo 106 Rompiendo los jarrones

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El teléfono en mi bolsillo comenzó a vibrar, contesté la llamada y de inmediato escuché una voz gritar:

-¡Samara!

Era la voz de Álvaro, a juzgar por el hecho de que él me llamó puedo deducir que ya salió de la cirugía.

-¡Si! -respondí.

Como Nicolás se dio cuenta de que estaba en medio de una llamada, se puso de pie y fue por unas bebidas.

-¿Qué estás haciendo? -Por su tono de voz podía darme cuenta de que el hombre al otro lado de la línea no estaba de buen humor.

Con honestidad, le contesté:

-¡Estoy comiendo un asado!

Entonces, él me respondió de manera fría.

-¿Estás comiendo un asado mientras que tu esposo está paralizado? En serio que eres la mejor esposa del mundo.

Arrugué un poco los labios.

-Pues supongo que estás bien porque tienes las energías para estar enojado conmigo.

<<Si discutía conmigo eso significaba que sus heridas no eran tan graves, ¿cierto?>>.

Pronto, Nicolás regresó con un par de bebidas y dijo:

-Toma algo para que te relajes.

Puse mi pulgar arriba en señal de agradecimiento.

-Quién dijo eso? ¿Con quién estás? -preguntó Álvaro con impaciencia.

-Es el señor Herrera de Créditos Herrera. -Me estaba molestando un poco el hecho de tener que lidiar con él al teléfono y al mismo tiempo tener que cuidar de la comida-. ¿Hay algo más que quieras saber? Si no, voy a colgar.

-¿Acaso recuerdas que tienes esposo? ¡Deberías estarme cuidando! -sonaba muy molesto.

Y fue en ese momento cuando yo también comencé a molestarme.

-Estoy segura de que tienes muchas personas que pueden cuidarte bien y sin temor a equivocarme puedo asegurar que la Señorita Villa está ahí contigo, ¿cierto? ¿Qué tal si nos peleamos y no puedes hacer nada para detenernos? Así que creo que lo mejor es que me mantenga alejada de ustedes, ¡Adiós y que estés bien! -Colgué la llamada y puse mi teléfono en modo silencioso, de esa manera, seguí disfrutando de mi cena con Nicolás.

Nos tomó alrededor de dos horas terminarnos toda la comida y nos fuimos en cuanto pagó, mientras caminábamos un poco por la zona, alcanzó a ver unos puestos ambulantes.

-¿Te gustaría ir a echar un vistazo? -dijo.

De inmediato rechacé su propuesta porque en realidad no soy fanática de ir de compras.

-Mejor vámonos a casa.

Nicolás levantó las cejas cuestionando mi decisión pero no dijo más y nos fuimos juntos al auto: me alegraba que esa noche no hubiera bebido y pudo llevarme a casa.

Al llegar al chalé estacionó el auto en la entrada y me miró directo a los ojos.

-Si algún día Álvaro y tú deciden separarse yo puedo cuidar de ti y del bebé; te lo prometo.

Lo miré con una leve sonrisa y respondí:

-Lo agradezco pero honestamente no creo que llegué  a pasar. De cualquier manera, ya es tarde y deberías irte a casa.

Dado que no estaba en su propio carro lo dejé llevarse el mio.

Al momento en que entré al chalé me encontré con alguien que me hubiera gustado no ver; ahí estaba la inigualable Rebecca Villa y se encontraba arreglando la ropa de Álvaro en la sala de estar, tal vez la señora Hernández estaba ocupada con algo más y por eso no se había dado cuenta. Nuestras miradas se encontraron por unos instantes pero de inmediato se giró a otro lado sin prestarme mucha atención, no dijo nada y continuó haciendo lo suyo.

Tomé mi teléfono y me encontré con algunas llamadas perdidas, todas ellas eran de Álvaro; ignoré las notificaciones de inmediato y llamé a la policía.

-Hola, este es el Departamento de Policías de Provincia R, ¿en qué podemos ayudarle?

-Oficial, buenas noches, alguien ha invadido mi propiedad y me gustaría levantar un reporte, por favor, envíe una patrulla a la finca Peakville, zona D con el número 78.

-Espere un momento, por favor.

En cuanto Rebecca se dio cuenta de que estaba hablando con la policía volteó a verme sin poder creerlo.

-¿Qué crees que estás haciendo?

Entonces me crucé de brazos y me recargué en una de las paredes de la entrada y contesté con indiferencia:

-Es obvio que hice una denuncia con la policía.

Rebecca apretó los puños y poco a poco comenzó a perder el color del rostro, en sus ojos también se podía ver como la rabia emergía.

-Esta casa es de Álvaro e incluso decoro a mi gusto, me preguntó quién es el verdadero intruso aquí.

Levanté las cejas y miré a mi alrededor.

-Se nota que le gustan muchas cosas, señorita Villa, ¿lo que quiere decir es que puede reclamar estas cosas como de su propiedad? ¿Aprendió eso en la escuela?

<<Parece que Álvaro compró unos exquisitos jarrones para ella>>.

Caminé en dirección a ellos y los aprecié por unos instantes.

-Estos te gustan mucho, ¿no? -Así que sin dudar, arrojé la exhibición completa de estos al suelo, lo que ocasionó que al instante todos esos jarrones se volvieran añicos.

-¡Te voy a matar! -De pronto, un destello de odio apareció en sus ojos y se abalanzó contra mí.

Luego de haber tenido que lidiar con ella durante tantos años, su reacción no me sorprendió en absoluto, así que dando pasos firmes me hice a un lado y ella perdió el equilibrio y cayó sobre el estante.

<<¡Ups, unos cuantos jarrones más se fueron!>>

Me sentía mal por ellos.

-¡Oh, no! Señorita Villa, ha quebrado mis cosas y por lo tanto deberá pagar por ellas.

Rebecca estaba tan molesta que todo su cuerpo comenzó a temblar, de pronto dijo:

-No te atrevas a seguir probando mi paciencia.

De repente sonó el timbre de la casa, cuando abrí la puerta me encontré con tres policías jóvenes delante de mí.

-Buenas noches, recibimos una llamada acerca de alguien invadiendo esta propiedad, ¿se encuentra el dueño aquí?

Reticencias de amor Donde viven las historias. Descúbrelo ahora