Ella agitó la cabeza mientras su mirada se fijaba en mis manos.
-He venido aquí para verla, señorita Arias. Por cierto, debo decirle que tiene unas manos preciosas -elogió en un tono suave.
Luego de su amable saludo, solté una ligera risa y dije:
-Debe estar bromeando, señora Ortega. Sus manos son mucho más lindas y suaves que las mías.
Y así fue la conversación entre dos mujeres; amble, pretenciosa y llena de insinuación. Al notar que hizo presencia , estaba segura de que no vino solo para conversar. Fui por los granos de café negro azabache que Álvaro trajo y sonreí.
-Por lo general suelo beber café; pero a Álvaro le encanta. Permítame servirle algunos de sus preciados granos de café. Espero sean de su agrado.
Ella soltó una risa amble. Al ver los granos en mi mano, sonrió y dijo:
-Este es uno de los cafés más caros del mundo. ¡Ni siquiera para aquellos que tienen dinero es fácil conseguir esto en el mercado! Si que es un honor poder probar un café tan exótico. Debo agradecerle por eso, señorita Arias.
Me reí con ella después de eso. Mientras tanto, me seguía preguntando a qué se debía la visita de Camila. Tomé algunos sorbos de café y sin poder contener mi curiosidad, dije:
-Luego de conversar por tanto tiempo, aun no estoy segura porqué está aquí. ¿La puedo ayudar en algo, señora Ortega?
Ella tomó un sorbo de café, me miró con sus hermosos ojos y dijo en voz baja:
-No es nada. Es solo que, la última vez que te vi en el jardín Pear, no pude evitar pensar que me pareces conocida. Luego de esa fiesta, no pude dejar de pensar en ello y por eso he venido a verte.
Me quedé atónita al escucharla. Pensaba que la razón por la que había venido a verme era para hablar sobre Nicolás. Nunca me esperé que fuera porque le parecí familiar. Sonreí mientras le servía más café y dije:
-El señor Herrera me ha dicho lo mismo en el pasado. Creo que es normal. Después de todo, hay muchas personas en el mundo que se parecen a otras. Incluso la señorita Villa, a quien ambas conocemos, se parece un poco a mí.
Anteriormente, la había visto con Rebecca en un café y por ello no oculté esa información. Ella se quedó sorprendida por un momento, luego recupero su compostura y sonrió mientras decía:
-Ah, supongo que eso tiene sentido, Señorita Arias, ¿sus papás siguen con usted?
Negué con la cabeza mientras la sospecha comenzaba a invadir mi corazón.
-No. Mis padres me dejaron cuando era muy joven. Mi abuela me crio y por ello no tengo muchas impresiones de ellos.
-Y, ¿su abuela sigue con vida?
Esa pregunta era demasiado personal para mi gusto. Al darme cuenta de que tal vez había sobrepasado sus limites, cambió su tono de voz enseguida.
-Señorita Arias, por favor no dude de mis intenciones. Tengo el mal hábito de ser demasiado curiosa y a menudo suelo preguntar de más. Discúlpeme -confesó mientras me miraba con seriedad.
Al decir eso, sacó un sobre precioso de su bolsa y me lo entregó.
-Esta noche tendré una pequeña fiesta en el Jardín Pear. Si le agrada la idea, está más que bienvenida a asistir con el señor Ayala.
Extendí mi mano y recibí el precioso sobre. Luego de romper el lacre, vi una invitación de una fiesta de cumpleaños adentro. El pedazo de papel me recordó que Nicolás me había dicho que su madre tendría una fiesta de cumpleaños esa noche.
Luego de guardar el sobre con cautela, miré a Camila y respondí:
-Gracias, señora Ortega. Es un honor que me invite.
Ella se rio con amabilidad y después bajó la cabeza para tomar un sorbo de café. Luego de una breve pausa, me miró atentamente y dijo:
-Señorita Arias, escuché que lleva dos años casada con el señor Ayala. La última vez que los vi en el Jardín Pear, pude ver que tienen una relación hermosa.
Solo sonreí en respuesta. Después de todo, Camila solo era una conocida para mí, así que no sentí la necesidad de hablar de mi vida personal. Luego de beber su café en silencio por un rato más, Camila se excusó y se retiró.
La señora Hernández la observó mientras se iba y me miró de forma inquisidora.
-Sami, ¿no es ella la mujer más rica del mundo?
Eso me tomó por sorpresa. Observé a la señora Hernández y pregunté:
-¿La conoces?
Ella asintió y relató:
-Cuando el viejo señor Ayala seguía vivo, ella visitó a la familia Ayala. -Luego de una breve pausa, la señora Hernández continuó en voz baja-. Ella ha estado buscando a su hija por muchos años, pero me temó que su búsqueda será en vano.
Eso despertó mi curiosidad y no pude evitar preguntar:
-Señora Hernández, ¿Qué sabe sobre eso?
-La razón por la que visitó a la familia Ayala la última vez fue porque quería preguntarle al señor Ayala sobre el asunto de hace 20 años. Por casualidad, me encontraba sirviendo té cuando por accidente escuché su conversación. El señor Ayala había estado al pendiente a través de los años, pero fue en vano. Después de todo, ¡Su hija ha estado perdida por más de 20 años! Sin ningún detalle especifico o facciones distintivas, será como buscar una aguja en un pajar.
Después de limpiar y guardar las tazas de café, mi teléfono comenzó a sonar de repente. Observé el nombre de quien llamaba y pude sentir cómo mi cuerpo se tensaba. Sin decirle a la señora Hernández, me levanté enseguida y me dirigí a mi habitación.
Una vez en mi habitación contesté la llamada. Mi cuerpo comenzó a temblar frenéticamente mientras sostenía mi teléfono, preparándome por la ardua conversación que estaba por tener.
-¿Qué quieres? -pude decir en un tono serio.
Desde la otra línea del teléfono, se escuchó una fuerte y grave carcajada.
-Ay, ay, Sami. ¿Qué te pone tan nerviosa? Soy tu hermano mayor, ¿acaso no puedo llamar a mi propia hermana cuando quiera?
Siempre había odiado la risa maliciosa de Jonathan. Mordí mis labios para controlar mi furia y le dije en un tono brusco:
-Jonathan, ya no somos los niños de hace 5 años. Ahora tenemos nuestras propias vidas. Por favor, te lo ruego, déjanos en paz. ¡Déjanos en paz!
Nunca más quería volver a revivir por la horrible experiencia que me hizo pasar.
-Vamos, Sami. Somos hermanos. ¿Cómo podía dejarte solo así? Si no te tengo, no vale la pena vivir una vida tan solitaria. ¡Te necesito!
Esas palabras habrían sido reconfortantes si hubieran venido de una persona normal, pero venían de él y sonaban repugnantes. Podía sentirme al borde del colapso mientras la angustia entraba en mi corazón. Aun sosteniendo mi teléfono, pregunté con voz ronca:
-Jonathan, ¿qué demonios quieres?
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Reticencias de amor
FanfictionConmocionada, me quedé de pie sin poder moverme luego de leer las dos palabras que aparecían en mis resultados de la ecografía. ≤¡Solo Sucedió una vez! ¿Cómo quedé embarazada? ¿que debo hacer ahora?≥