149: Envío de fruta

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Cuando la señora Hernández me encontró en el estudio, estaba observando los libreros con la mirada perdida.

-El señor Álvaro se fue temprano en la mañana. Seguramente debía atender algún asunto importante. Volvió a cocinar la sopa que te gusta e hirvió unos huevos. También me recordó llevarte a caminar después de desayunar. Entré a la cocina cuando terminé de comer y vi una variedad enorme de frutas organizadas en cajas.

-Wow, ¿por qué compró tantas frutas? -le pregunté a la señora Hernández.

La señora dejó el trapeador que llevaba en las manos y me respondió:

-El señor Álvaro las trajo ayer. Dijo que alguien te las había enviado. Todas son frutas frescas de temporada. Las lavé y dejé algunas en el refrigerador.

Recordé la llamada que recibí de Mayra. <<Deben ser de ella>>.

Como no tenía nada que hacer, decidí ir de visita a la empresa. Volteé a ver a la señora Hernández y le dije:

-¿Me puede lavar unas? Las llevaré a la empresa para compartirlas con los demás.

<<Debería aprovechar para ir con Gael. Ya es hora de decirle lo de Mayra>>.

-Claro que si -respondió la señora Hernández antes de preparar las frutas.

Intenté ayudarla, pero me detuvo y me dijo que las mujeres embarazadas no deberían hacer trabajo doméstico.

Suspiré en silencio. <<Todos me están consintiendo demasiado últimamente>>. Como no pude contradecirla, solo la ayudé a empacarlas. Cuando por fin terminamos con las preparaciones, guarde las frutas en el auto y le dije a la señora Hernández que comería con Álvaro y me fui.

Cuando llegué al Corporativo, le hablé a Álvaro por teléfono. Para mi sorpresa, me respondió de inmediato.

-¿Ya desayunaste?  -preguntó la voz nítida y clara.

-Si, de hecho, estoy aquí en la empresa. Traje algunas frutas. ¿Estás ocupado? ¿Hay alguien que pueda ayudarme con ellas? -pregunté.

-¿Son muchas?

-Si, me traje todas. Mayra envió demasiadas y no quiero que se desperdicien.

-Esta bien, dame unos minutos.

Dos minutos después, pude ver a Josué vestido de negro acercándose. -El señor Ayala está en una junta. Yo puedo ayudarla con las bolsas -dijo:

Le dije que sí y me bajé del auto para abrir la cajuela. Al ver la cantidad de bolsas, Josué me miró sorprendido.

-Mi amiga me las envió y no puedo comerlas todas. ¿Me puedes ayudar a repartirlas entre el personal más tarde? El clima está muy caliente, así que serán buenas para refrescar -explique mientras le daba las llaves del auto para tomar una de las bolsas y entrar al edificio. Había pasado algo de tiempo desde la última vez que estuve en la empresa, pero se sintió bien poder saludar a todos mis conocidos.

En cuanto bajé del elevador, me topé con Cristina, quien llevaba un traje de una sola pieza al cuerpo y cabello rizado sobre sus hombros. <<Si que es bueno ser joven>>. Parecía que llevaba unos documentos para entregar. Al verme, me saludó:

-Señora Arias, ¿vino a visitar al señor Ayala?

Asentí y le respondí:

-Hace mucho calor el día de hoy, así que vine a traerle algo de fruta.

Me sonrió y siguió subiendo en el elevador. Mientras tanto, Isabel, quien estaba detrás de mí, me susurró al oído:

-Señora Ayala, ¿no cree que es muy riesgoso que una mujer como ella sea la secretaria de su esposo?

Isabel era la gerente del departamento de finanzas y contaba con un alto rango en la empresa. Además, era una figura respetable con un ingreso anual mayor al promedio y con una apariencia elegante que causaba envidia en los demás, sin mencionar a su esposo adinerado.

No pude evitar reírme un poco. Después de asegurarme de que la puerta del elevador hubiera cerrado, le respondí con calma:

-Para nada. Ella es una joven en sus veintes y con un gran futuro por delante. No tiene por qué perder su juventud con un hombre casado.

Isabel no estaba del todo convencida. -Debe aprender a ser más cuidadosa. Si no va tras su dinero, sino por su corazón, será aún más difícil.

La verdad era que no me daba cuenta que Cristina miraba a Álvaro de cierta manera, pero ya me había acostumbrado a ese tipo de cosas. <<No es como si pudiera hacer algo al respecto>>. No quise que los rumores me afectaran, así que solo sonreí y le dije:

-Bueno, me voy a adelantar. No debería interrumpir tu trabajo.

Como Álvaro estaba en una junta, no había nadie en el piso superior, así que decidí esperar en la oficina de Gael, pues sabía que no le importaría. Al principio parecía que no había nadie en su oficina tampoco, pero antes de que pudiera irme, la puerta se abrió y pude ver su rostro cansado. Su camisa se veía vieja y maltratada y parecía que llevaba días sin afeitarse. Con un gesto de preocupación, entré a su oficina.

Fruncí el ceño aún más al ver el desastre que tenía. -Oye, ¿Qué pasa? Pareces un desastre y tu oficina también.

Era extraño verlo en este estado. Después de todo, era un doctor y un loco por la limpieza.

-Estaba en medio de una investigación -respondió antes de regresar a su silla para continuar su trabajo.

No tenía idea de lo que estaba hablando, pero asentí y le di las frutas. -Mayra las envió. ¿Quieres unas?

Se paralizó al escucharme y miró las frutas con una cara de preocupación. -¿Por qué se fue de la Ciudad J?

Reticencias de amor Donde viven las historias. Descúbrelo ahora