156: ¿La amas?

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La expresión de sorpresa en su rostro desapareció y fue reemplazada por su ceño fruncido nuevamente. -Samara, ¿tú crees que el divorcio es algo que deba tomarse a la ligera?

Bajé la mirada. <<A la ligera? Nada puede ser tomado a la ligera si se trata de Rebecca>>.

Álvaro me subió al auto y encendió el motor. Todo el camino estuvo ahogado en silencio. Ninguno de los dos dijo una sola palabra. Cuando llegamos a la entrada de la casa, su celular comenzó a sonar. Yo me quedé sentada en mi asiento y solo lo miré. Frunció el ceño al ver quien llamaba.

-Ya llegamos, ve a descansar y no te preocupes demasiado. -Con un movimiento de su dedo, rechazó la llamada y me miró a los ojos, pude sentir algo de amabilidad en su mirada. -Nunca hubo nada entre nosotros y no lo habrá.

Apreté los labios y lo miré fijamente hasta notar algo de conflicto en sus ojos. <<¿Cómo no hubo nada si la quería tanto antes?>>

En ese momento, me abrazó. -Deja de pensar en eso. Tú eres mi esposa y la única persona con la que pasaré el resto de mi vida. -La manera en la que acariciaba mi espalda era reconfortante, pero no pude evitar notar un aire de impotencia en su voz. Me cargó hasta la habitación y me plantó un pequeño beso en la frente. -Debo regresar a la oficina. Intentaré llegar temprano hoy.

Hice una mueca al solo pensar que se iría tan pronto. -Vas a verla, ¿no es así? -pregunté mientras le jalaba la camisa.

Él soltó una pequeña risa. -¿Crees que tu esposo no tiene nada mejor que hacer y  tiene tanto tiempo libre?

Me rendí y deje de hacer preguntas. -Está bien, vete -dije mientras me volteé hacia la ventana y quite mi mano. <<Si en verdad va a verla, no tiene caso exigirle respuesta si piensa ocultármelo de todos modos>>.

Con un pequeño suspiro, salió de la casa. Había sido un día muy agotado y antes de que me diera cuenta, caí en un profundo sueño. Aún podía escuchar con claridad las palabras de la doctora sobre cómo mis emociones podían afectar al bebé. Me quedé en la residencia uno cuantos días y pasaba la mayoría del tiempo leyendo y saliendo ocasionalmente a caminar. Álvaro me acompañaba en mis caminatas casi todos los días por una hora. Si me terminaba muy cansada para caminar de regreso, él me cargaba. Mis emociones parecían una montaña rusa, pero por suerte, Álvaro era tolerante conmigo cuando me llegaba a molestar y le gritaba . Llegó el momento donde me aburrió y dejé de gritarle.

Decidimos salir a caminar otra vez el fin de semana, pero en la mañana todo mi cuerpo se sentía pesado, así que quise seguir dormida y Álvaro no tuvo otra opción que quedarse en casa conmigo. La señora Hernández no estaba; se fue con sus maletas a visitar su pueblo natal. Me encontraba entre sueños borrosos cuando el incesante sonido del timbre de la puerta me devolvió a la realidad. Álvaro se bajó de la cama y me levantó.

-Deberías arreglarte y comer algo para salir a caminar -dijo mientras se levantaba para abrir la puerta. Ya era el medio día, así que pude sentir que mi estómago me reclamaba del hambre. Me dirigí al baño y dejé que Álvaro se encargara aquella visita desconocida. No supe cuánto tiempo me tomó lavarme y arreglarme, pero en mi mente se volvió completamente alerta cuando escuché una serie de lamentos y gritos cuando salí de la habitación. Me asomé al piso de abajo donde se escuchaba la conmoción.

Era Rebecca. Llevaba un vestido largo y blanco y el cabello amarrado; parecía una joven adolescente. Su maquillaje estaba hecho un desastre y corría por todo su rostro gracias a sus lágrimas. <<¿Qué le pudo haber dicho Álvaro para hacerla llorar tanto? ¿Debería involucrarme en esto?>> Me detuve por un segundo en las escaleras y estaba a punto de regresar a la habitación cuando Álvaro me hablo:

-¡Si ya estás lista, baja para comer!

Me asomé para ver que Álvaro me estaba mirando con una expresión indiferente, mientras Rebecca me miraba con sus ojos rojos e hinchados, llenos de resentimiento. No había vuelta atrás ni manera de ocultar mi presencia. Con un suspiro, bajé las escaleras y me dirigí al comedor discretamente. Pude escuchar la voz de Rebecca desde la sala. Era obvio que alzó su voz a propósito para que pudiera escucharla.

-¡Samara es solo una huérfana sin nada que ofrecerte! .¿Cómo crees que podrá ayudarte  con la expansión del Corporativo? Por el contrario, yo tengo todo lo que necesitas. Mi madre y a la familia Montenegro; todo esto puede ser tuyo y estoy segura que te beneficiará para el negocio.

Estaba en lo cierto. Sin importar qué tan buena era una persona, los recursos financieros y las conexiones juegan un papel muy importante para el éxito. La combinación entre Camila Ortega y Zacarías Montenegro era la oferta perfecta. Me senté en la mesa del comedor para tomarme mi sopa y mi apetito comenzó a desaparecer por el dulce sabor del platillo. En ese momento, se escuchó la voz de Álvaro resonar por la casa.

-Rebecca, si fuera el tipo de persona que abandona a su familia por las cosas que me ofreces, solo significa que te haría lo mismo y te dejaría si llega alguien a ofrecerme algo mejor.

-¡No importa si me dejas! -lloró Rebecca. -Yo te amo y estoy dispuesta a dejarte ir si algo mejor se cruza en tu camino.

Álvaro no bajó la voz y esta vez se escuchaba algo molesto. -A mí sí me importa. No voy a dejar a una persona por otra. Solo estaré casado con una mujer en toda mi vida y elegí a Samara.

-¡Pero no la amas! -gritó. -Un matrimonio sin amor no va a funcionar. Tu y tu hijo solo van a sufrir si siguen con esta relación.

-Rebecca, escúchame. -La voz de Álvaro se volvió  fría. -Este es mi matrimonio y depende de mí y de Samara hacerlo funcionar. Nadie más debe intervenir. La única razón por la que estuve contigo fue porque tu hermano te puso bajo mi cuidado con las esperanzas de que tuvieras una mejor vida. Ahora ya encontraste a tus padres que te quieren y te cuidan y yo tengo mi propia familia y debo encargarme de ella. -Pausó por un segundo antes de continuar. -Necesito que te comportes y que no te atrevas a lastimar a mi familia de ninguna manera. Si no puedes hacer eso, me temo que no podremos vernos más.

-No volver a vernos, ¿dices? -lloró con la voz de sorpresa e incredulidad. -Alvi.... No me digas que te enamoraste de ella.

Por poco se me cae la quijada. La pregunta de Rebecca me sorprendió, pero la forma en que Álvaro le hablo ese día fue aún más impactante. Siempre había sido un hombre honesto y directo y por ello, podría decir que su actitud hacía ella realmente había cambiado.


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