Cap. 184 -Encuentro Inesperado

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Todos estábamos acostumbrados al hábito de Javier de cambiar su número de teléfono a cada rato.

-Bien, dame su número para guardarlo. -Puse a Mayra en altavoz para escribir el número de contacto de Javier. También vi a Mirna limpiando las mesas en la sala y me acerqué para saludarla. Al subir las escaleras, Mayra pudo escuchar todos mis movimientos.

-No lo anotes mientras caminas.

Ve a buscar en dónde escribir o te lo mando por mensaje. -Me sentía bien, pero como llamó pensé que podríamos seguir conversando un rato más porque no quería colgar todavía.

-Dame un minuto. Iré al estudio para buscar en dónde escribir. -El estudio era enorme y amueblado de acuerdo a los gustos de Álvaro. Al llegar a la mesa, busqué entre los cajones y encontré una hoja de papel para escribir lo que Mayra me dictaba. En lo que seguíamos con nuestros temas banales y bromas, vi una carpeta amarilla dentro del cajón. Lo agarré para abrirlo sin colgarle a Mayra y me distraje al ver su contenido.

-Por cierto, ¿sigues teniendo náuseas matutinas? Escuche algunos cuentos viejos acerca de que dejamos de vomitar en el tercer trimestre. ¡Pero eso va a tomar tiempo! -Se quejó Mayra desde la otra línea. Al estar leyendo los documentos, perdí todo deseo de seguir charlando.

-Te llamaré después, Mayra.

-¿Qué sucede?

-Necesito atender algo. Hablaremos más tarde. -Luego de colgar, cerré el cajón y sentí que mi corazón se hundía, aunque podría ser por la atmósfera tan opaca del estudio. Al bajar las escaleras, Mirna me saludó con una sonrisa.

-Señorita Ayala, ¿Hay algo que se le antoje comer? ¿Algún postre?

-No, gracias. -Mi respuesta fue breve, pero no tenía la energía de lidiar con ella y salí de la sala. La Ciudad K era grande. ¿A dónde podría ir si quisiera estar sola? Salí del chalé y caminé sin rumbo por la calle. Todo me parecía extraño cuando miraba mis alrededores. Contemplé mi situación actual y las cosas no eran tan malas. Me he estado preparando mentalmente para divorciarme de Álvaro desde que nos casamos. Sin embargo, si no fuera por este bebé, ya nos hubiéramos distanciado desde hace mucho.

Mi caminar desganado me llevó por un mal paso en un segundo y me tomó tiempo darme cuenta de que me había perdido. Observé a todas las personas alrededor y no lograba saber en dónde estaba . ¡Incluso perdí noción del tiempo! El clima era muy caliente y encontré un lugar para sentarme. Por desgracia, olvidé traerme mi teléfono y bolso. En verdad , estaba perdida. Al ver el cielo oscurecerse, traté de pedir prestado un teléfono de las personas que pasaban por ahí, pero se negaban. Al poco tiempo, noté un MBW negro del otro lado de la carretera y pensé que se quería estacionar en donde yo estaba parada. Di la vuelta y comencé a caminar en dirección opuesta.

-¿Samara? -Una voz barítona me llamó desde atrás. Me era extraña y tuve que voltear para ver quién era. Al verlo de cerca, me di cuenta de que la ventana estaba abajo, revelando el rostro del hombre. Espera un momento, ¿era Marco? ¿Qué hacía aquí? 

-¡Señor Buenrostro! ¡Qué coincidencia encontrarlo aquí! -reí, tratando de esconder la vergüenza. Marco parecía ser un hombre de pocas palabras y su mirada se fijó en mis pies descalzos y sangrientos. Me había quitado los zapatos porque me lastimaban. Me era incómodo ser examinada por él de esa forma, pero no tenía en dónde esconderme. Lo único que podía hacer era reírme.

-Entra al auto -dijo con tono neutral.

-No, no se preocupe. -Rechacé su oferta de manera instintiva-. Vine a caminar y debería regresar pronto. No es necesario que se molesté por mí. -Marco frunció y no parecía contento.

-Esta oscureciendo y será difícil regresar.

Maldije en mi mente, fruncí mis labios, agaché la cabeza para ver mis pies sangrando y di un suspiro en silencio. Ahora no era el momento de hacerse la tímida. Al entrar a su auto, lo único que hizo fue observarme y decirme que me pusiera el cinturón de seguridad con tono seco. Yo solo asentí y cuando vi que encendió el auto, le pedí que me llevara a la Residencial Southcott. Todo el camino fue silencioso y habría un aire intimidante. Para añadirle más a mi vergüenza, mi estómago decidió que era el momento perfecto para comenzar a rugir. Marco volteó a verme con sus cejas un poco levantadas.

-¿Qué quieres comer? -La incomodidad que sentí fue devastadora. Agaché mi cabeza y respondí:

-No, esta bien. Comeré en casa.

-¿Algo picante? ¿Pasta? ¿Barbacoa?

-Barbacoa está bien. -Abrí la boca para volver a rechazarlo, pero me sorprendí al ver que no salió ni una sola palabra. Le eché un vistazo y vi que me seguía observando con las cejas levantadas. Mordí mi labio y volví a maldecir en mi mente por no haber comido nada antes de salir del chalé. Comer iba a ser mi muerte; el fin de mi existencia. No fue hasta que Marco se estacionó y me pidió que lo siguiera. Vi que escogió un buen establecimiento con decoración bonita y lleno de comensales. Luego de una breve espera, un mesero nos encontró una mesa y le dio el menú a Marco. Noté que los ojos lindos de una chica se dirigieron hacia él y lo volteaba a ver varias veces. Marco abrió el menú y preguntó:

-¿Qué te gustaría? -Leí el menú y sin pensarlo mucho, seleccioné un platillo que parecía delicioso. Después de eso, lo miré a los ojos.

-Tengo que advertirte, Marco. -No traje mi teléfono ni cartera. -Él asintió.

-Yo invito. -Al verlo decir eso, asentí de regreso y elegí algo para saciar mi sed. Al terminar con eso, le regresé el menú al mesero de ojos brillantes, quien observaba a Marco de nuevo y noté que la joven no podía evitar mirarlo antes de irse.

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