145: Padrino

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Tras escucharme, se rio entre dientes. -Claro. De una vez hazme el padrino y dejaré que heredes todos mis bienes.

<<¿Está ebrio?>>

Quedé sin palabras, así que solo le acerqué el tazón de ensalada para callarlo. -Come más.

Sonrió mientras seguía comiendo. -Sami, hablo en serio. Quiero ser el padrino de tu bebé.

En ese momento, mi teléfono volvió a sonar y, una vez más, era Álvaro. No quería responder, pero el teléfono no paraba de sonar y Nicolás no dejaba de hablar, así que prefería responder la llamada.

-¿Dónde estás?

-En el restaurante de barbacoa.

-Dirección.

No quería verlo, así que respondí.

-Ya casi terminamos. Regresaré pronto.

-¿Quieres que haga un anuncio por el altavoz del centro comercial?

Maldita sea. Comencé a sentirme agitada y quería quejarme. <<¿Cómo puede ser tan molesto este hombre?

-Estoy en la esquina. -En cuanto terminé la oración . Colgué la llamada. Para entonces, ya casi terminaba de comer.

Al ver que me había comido una porción grande de lo normal, Nicolás se burló:

-¿Quieres más?

Le dije que si, después de todo, Álvaro iba a llegar en cualquier momento y no iba a dejar que nos viera comer. Dos minutos después ¿, entró Álvaro. Rápidamente se sentó a mi lado con naturalidad y puso su brazo a mi alrededor. Miró el plato sobre la mesa y preguntó:

-¿Qué más quieres?

-Ya estoy llena. -No era mentira. Acababa de comer un plato entero de carne y eso era más que suficiente.

-Ya pedimos más comida -respondió Nicolás. -Señor Ayala, ¿no es usted un hombre ocupado?

Álvaro lo miró de reojo antes de responder. -A veces.

Nada bueno podía venir de Nicolás y nunca esperé que dijera nada bueno tampoco, sin embargo, me sorprendí al escucharlo decir:

-La chica de hace rato parecía ser 10 años más joven que usted. Señor Ayala, ¿tiene más interés por mujeres jóvenes?

Por poco me ahogó mientras tomaba mi agua. <<¿Está intentando probar la paciencia de Álvaro?>> Miré la expresión de Álvaro de reojo y pude ver que llevaba una sonrisa casual en el rostro.

-¿Y a ti te gustan las mujeres embarazadas?

Escupí el agua antes de podérmela tomar. Álvaro me miró y me limpió la cara con unas servilletas. Llena de ansiedad, tomé las servilletas y seguí limpiándome. Al mismo tiempo, Nicolás tenía una expresión sombría que no había visto desde hace mucho tiempo. -No exactamente, lo que pasa es que la mujer que me interesa es una mujer embarazada. 

<<¿Qué demonios?>> Le lancé una mirada amenazante. <<¿Estás tratando de jugar con fuego?>>

Él apartó la mirada y miró a Álvaro a los ojos con una actitud desafiante. Álvaro, por el otro lado, se mantuvo tranquilo y elegante antes de continuar. -Es una pena que esta mujer embarazada es la esposa de alguien más, sin mencionar que está a punto de convertirse en madre. No creo que tengas oportunidad.

-No lo creo. Hay muchas personas que vuelven a casarse. Ella es tan joven e inexperta que se casó con la persona equivocada, así que solo es cuestión de tiempo antes de que encuentre a la persona indicada.

No tenía ningún interés en la conversación , por lo que me levanté y anuncié:

-Estoy llena. Disfruten su conversación.

Al salir, escuché las estúpidas palabras de Nicolás. -Sami, tenemos un trato. Voy a hacer el padrino y si las cosas no funcionan, puedo ser el padre.

Apresuré el paso para salir lo antes posible. El auto estaba estacionado afuera del centro comercial y no me tomó mucho tiempo llegar a él. Álvaro me siguió hasta el estacionamiento y pude ver un aire aterrador en su rostro. Encendí el auto y dije en voz baja:

-Ponte el cinturón.

Me lanzó una mirada antes de responder:

-No me voy a morir

Al escuchar su tono altanero, no insistí más y conduje hasta la residencial. Apenas eran las 4 de la tarde, aún era temprano. La señora Hernández estaba arreglando el jardín. Después de unos cuantos días de trabajo duro, el Jardín que fue destruido por la lluvia había vuelto a ser hermoso. Cuando notó que regresé con Álvaro, nos sonrió y preguntó:

-Ya regresaron. ¿Qué vas a querer de cenar?

-Lo que sea está bien -respondió Álvaro antes de que yo pudiera hablar.

En ese momento sentí un dolor en mi muñeca mientras Álvaro me jalaba a la habitación. Azotó la puerta y caminó hacia mí. La sombría de su alta figura se encontraba sobre mí y pude  sentir una ola de miedo que crecía progresivamente.

-Álvaro, tú.... -Estaba un poco abrumada por su enojo repentino.

-¿Padrino? -dijo con una sonrisa burlona. -Hasta dice que quiere ser el padre. Samara, ¿desde cuando son tan cercanos?

No tenía palabras para decirle, solo podía maldecir la imprudencia de Nicolás. <<De todas las cosas que pudo decir, tuvo que decir eso>>. Levanté la cabeza para mirar a Álvaro y con una sonrisa le dije:

-Solo decía tonterías. Tú estabas ahí, estoy segura de que también te diste cuenta de que no hablaba en serio.

-No. -Tras responder, bajó la cabeza y mordió mi cuello.

Sentí un dolor agudo y grité:

-Álvaro, estás siendo irrazonable!

<<Era obvio que lo que Nicolás decía eran puras estupideces. Ya tiene 30 años de edad. ¿Cómo es que no se dio cuenta de semejante estupidez?

En ese momento, sentí que me estaban acusando injustamente y lo miré molesta. Me devolvió la mirada y entrecerró sus ojos oscuros para después darme pequeños besos en los lugares en los que me acababa de morder mientras enunciaba:

-Eres una malagradecida.

Reticencias de amor Donde viven las historias. Descúbrelo ahora