Cap. 180: Arrepentimiento

2.6K 133 5
                                    

Álvaro me miró y dijo:

-Esta bien, pero con cuidado.

Al ver esto, Silvia me sonrió con ojos de agradecimiento. Si Álvaro no estaba dispuesto a hablar sobre los Ayala, no podía meterme ya que era un asunto privado de familia. Una persona tan elegante y serena como Silvia no me querría cerca para ver algún desliz. Decidí dar una pequeña caminata y admirar el tamaño del patio. Seguí el camino empedrado hasta que encontré un lugar con sombra donde sentarme para admirar los alrededores.

Sin embargo, Marco apareció y rompió el silencio que estaba disfrutando. Pude ver una figura alta y delgada frente a mí con una mirada arrogante. Volvió a fruncir el ceño y apretó el libro que llevaba estaba leyendo antes. Sus ojos cayeron sobre mi vientre y preguntó:

-¿Un hijo para los Ayala?

Me tomó desprevenida la manera en la que me preguntó por el bebé. Pausé por un momento para acomodar mis pensamientos y responder:

-Hola, soy Samara. Mucho gusto.

No dijo nada, pero no había duda de que su mirada estaba llena de hostilidad. Su reacción me tenía confundida. Me pregunté por qué se portaba tan hostil conmigo si nunca nos habíamos conocido. Por suerte, solo soltó un quejido y se fue. A la hora de comer, ya eran las 2:00 de la tarde. Solo éramos 5 personas en la mesa. Además de Silvia, Álvaro y yo, había otras dos personas, Benjamín y Marco, quienes ya nos habían presentado. A simple vista, Benjamín parecía tener alrededor de 50 años y también parecía ser una persona cálida y amable a pesar de ser un hombre de mediana edad en una industria tan hostil como lo es los negocios y las finanzas.

Para que gente como Benjamín y Silvia se presentaran juntos en público como marido y mujer, imagino que eran propensos a las malas lenguas. Después de todo, el cuadro que ambos proyectaban era sorprendente. Benjamín se veía mucho mayor que Silvia, quien era más joven. Sin embargo, todas mis dudas se esfumaron al instante en que apareció una mujer llamada Sonia. Lo que en un principio era una velada tranquila y armoniosa se vio interrumpida por la llegada de esta mujer de mediana edad que claramente tenía la intención de iniciar una pelea. Con los ojos llenos de lágrimas y la voz ronca, no se detuvo sin reclamar.

-Escúchame bien, Benjamín Buenrostro. Puedo ignorar los coqueteos con esta mujer y puedo soportar que estés con ella, pero esto ha llegado demasiado lejos. ¿Por qué la dejaste como heredera de la empresa en lugar de dársela a tu propia sangre? Así es. ¿Ya te olvidaste de él? ¡Nuestro hijo! ¿Estás tan aferrado en hacerlo el hazmerreir de toda la Ciudad K? -La mujer encogió los hombros y miró a Silvia con odio. -Silvia Ayala, ¿Qué has hecho? Se que no he podido ser competencia para ti en estos últimos diez años. Ya arruinaste mi matrimonio y mi familia. ¿Y ahora vas contra mi hijo?

Silvia se veía confundida ante tal revelación. Miró a Benjamín preocupada y preguntó:

-¿Cuándo me dejaste la empresa?

-Tarde o temprano será tuya Yo cada día soy más viejo y no estaré aquí por mucho más tiempo -Suspiró Benjamín y miró a Sonia. -No he abandonado a nuestro hijo. Marco va a heredar otros de mis bienes, así que tendrá un buen futuro en el país M cuando llegue el día.

Sonia no estaba satisfecha con la explicación y solo se molestó más. -Esta empresa es algo que construimos juntos durante años. ¿Por qué se la estás dando a un intruso?

-Silvia no es una intrusa. Es mi esposa -respondió mientras su mirada se desviaba hacía Marco. Cansado, le ordenó:

-Lleva a tu madre a casa.

Marco levantó una ceja y , con una mirada impaciente y peligrosa, dijo:

-¿A casa? ¿Qué no vive aquí?

-Tú.... -antes de que pudiera terminar, Benjamín comenzó a toser. Silvia entró en pánico y corrió a su lado para tratar de aliviar su malestar.

-No quiero nada que ver con la empresa -dijo Silvia angustiada. -Deja de forzarlo. ¡No tiene muy buena salud! Solo vete y déjanos ser. -Sus palabras estaban dirigidas a Marco y a Sonia.

Sonia solo podía ver a la pareja con resentimiento. Molesta, tomó la mano de Marco y con una voz temblorosa le pidió que la llevara a casa. Marco miró a Benjamín y a Silvia con una expresión sombría. Estuvo inmóvil por unos momentos mientras analizaba sus acciones. De no ser por lo exaltada que estaba Sonia, probablemente hubiera desquitado su enojo con la pareja. Álvaro y yo no debíamos de haber presenciado eso, pues era una disputa familiar. Suspiré sin darme cuenta todo el aire que me estaba aguantando. Tras ver todo lo que sucedió, pude entender por qué el abuelo no quería reconocer la presencia de la tía Silvia.

Las tres generaciones de los Ayala habían construido una buena reputación tras unirse al ejército y recibir grandes reconocimientos por sus méritos a la nación. Todos fueron criados con buenos valores, pero las cosas tomaron un giro distrito cuando el abuelo comenzó a dirigir la familia. Él no quería que las futuras generaciones vivieran experiencias peligrosas, así que se retiró del ejército y fundó el Corporativo Ayala para cambiar el enfoque familiar a uno de negocios. Podía comprender la razón por la cual Sonia fue a crear tanto alboroto. Lo que pude entender fue el hijo de Benjamín ya tenía 30 años cuando Silvia solo tenía 35 años de edad. Era obvio que su matrimonio no era sencillo.

El desafortunado incidente creó una atmósfera incómoda para todos. Lo que se suponía que fuera  una comida placentera, se había convertido en todo un desastre. El doctor de la residencia acudió a la habitación de Benjamín mientras Silvia lo acompañaba y fue así como el atardecer se acercó. En la tarde, Benjamín ya se sentía mucho mejor y se encontraba durmiendo. Silvia suspiró del alivio y miró con vergüenza a Álvaro. Era obvio que se culpaba por todo eso. -Me disculpo por mi descuido. Es mi culpa que la comida se haya arruinado.

Álvaro no respondió inmediatamente, sino que la observó durante unos momentos antes de preguntar:

-¿Te arrepientes?

Silvia solo pudo sonreír ante tal pregunta. -¿Arrepentirme? Es demasiado tarde para eso. Ya han pasado tantos años y la vida tiene que continuar.

Álvaro apretó los labios y no añadió nada más. Me tomó del brazo y miró a Silvia antes de decir:

-Bueno, creo que es hora de que nos retiremos.

Reticencias de amor Donde viven las historias. Descúbrelo ahora