134: Devuelta a Ciudad J en tren

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Al verme con la mirada perdida. Mayra suspiró. -Olvídalo y sigue aferrada a Álvaro. Después de todo, seguirás indecisa hasta que la decepción te consuma. -Después de una breve pausa, entró al baño mientras suspiraba. Lo que me dijo era verdad, por lo que no supe cómo responder. Cuando salió, se secó el cabello y me preguntó:

-¿Qué quieres comer al rato?

-Lo que sea. -Tenía un poco de envidia hacía la forma de ser de Mayra. Yo siempre fui la que no podía dejar ir las cosas hasta que algunas personas se hartaran de mi estúpida actitud.

La Ciudad Q era un lugar perfecto para vivir Era una Ciudad tranquila, no era cara, el clima era muy agradable y tenía muy buena comida, pero no importaba donde estuviera, en Ciudad o en las afueras, toda la Ciudad Q era un paisaje pintoresco. En la primavera, toda la ciudad se cubriría de flores de cerezo; en el verano, se llenaría de Jacarandas; en otoño, la blanca nieve cubriría todo. No era de extrañarse que Gael me recomendara tanto venir aquí.

PRIVAMERA

PRIVAMERA

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VERANO

VERANO

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OTOÑO

Mayra era toda una glotona, ahora que cargaba un bebé en su cuerpo, no tenía necesidad de cuidar su figura

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Mayra era toda una glotona, ahora que cargaba un bebé en su cuerpo, no tenía necesidad de cuidar su figura. Ya que sus náuseas no eran muy severas, estuvimos casi todo el tiempo comiendo y de compras. Después de quedarnos unos cuantos días en Ciudad Q. Mayra me dijo que planeaba regresar al campo unos días, pero decidí no ir con ella. Sin importar que pasara en el futuro, debía arreglar las cosas con Álvaro. Así que compré mis boletos para regresar a Ciudad J mientras que Mayra compraba sus boletos para dirigirse hacía el campo. Nos separamos en la estación de tren.

En cuanto abordé, pude encontrar un asiento junto a la ventana. Tengo el recuerdo de cuando era niña que escuchaba la canción Auld Lang Syne en las calles de la provincia R. En ese momento, no entendía por qué era tan popular. Ahora que me siento a pensarlo, la canción es un recuerdo muy parecido para algunas personas, pues simboliza los anhelos que no podían expresarse en las cartas cuando la tecnología no era tan avanzada. Quedé perdida en mis propios pensamientos, tanto que me percaté que Jonathan estaba sentado a mi lado. Pues ver su rostro en cuanto giré la cabeza después de que el tren comenzara a avanzar.

-Que coincidencia, Sami.

Me di la vuelta para evitar ver su sonrisa y comencé a molestarme. Él era bueno para la tecnología, así que conseguir un asiento a mi lado era tarea fácil para él.

-¿Qué quieres, Jonathan? -Yo solo era alguien común y corriente, así que no entendía por qué me buscaría.

-¿Algún sentimiento de pertenencia?

Fruncí las cejas. -¿Y ese sentido de pertenencia es hacia mí?

No dijo nada en respuesta y en su lugar me miró fijamente. Sin poder comprender sus palabras, también mantuve el silencio. Ciudad Q y Ciudad J estaban a una hora en tren. Jonathan se había tomado la molestia de conseguir un lugar junto a mí, pero todo lo que hizo durante el viaje fue mirar el paisaje por la ventana.

-Queridos pasajeros, hemos llegado a Ciudad J -dijo una voz desde los altavoces del tren al mismo tiempo que se detenía. Me levanté para tomar mi maleta, pero antes de que pudiera alcanzarla, Jonathan la tomó. Mi maleta solo llevaba mi ropa, así que no era pesada, pero tampoco era liviana. Jonathan era más alto que yo; me llevaba más o menos media cabeza. Lo miré antes de intentar tomar mi maleta y dije:

-Gracias.

Con una mano sostenía mi maleta y con la otra tomó mi mano. En ese instante, fruncí el ceño e intenté arrebatarle mi mano, pero me detuvo. -Hay mucha gente aquí, no es seguro.

Mis rasgos molestos e intensificaron. Ya sé, suéltame.

Parecía que no me escuchaba pues intenté que me soltara varias veces, pero él solo me apretaba más. Conforme los pasajeros se fueron bajando del tren, los seguimos hacia la salida. En cuanto nos bajamos, pude escuchar las palabras de la gente alrededor.

-¡Wow! ¡Qué hombre tan apuesto!

-No lo mires tanto, ¿qué no ves que está con su esposa? Hasta está embarazada.

-Tienes razón. Que lastima. Ella debe ser muy afortunada.

En ese momento, Jonathan me miró con una pequeña sonrisa. Ignoré su expresión y seguí a la multitud con la mirada baja. La salida de la estación estaba llena de gente. Debido a mi embarazo, Jonathan me ayudó para salir y por suerte, la mayoría de la gente me abrió camino, así que no tuve muchos problemas para salir. Después de salir de la estación, Jonathan hizo una llamada antes de dirigirme a la banqueta. Molesta, le dije:

-Ya salimos, así que ya puedes soltarme. Tomaré un taxi para irme a casa.

Bajó la mirada para verme a los ojos. -Le hablé a alguien para que pase por nosotros. Yo te llevaré a casa.

-Estaré bien. -Con mi otra mano volví a intentar que me soltara, pero él solo siguió apretando más.

-Pórtate bien, las acciones del Corporativo Ayala han estado a la baja últimamente. Aunque no haya pasado mucho tiempo, hay accionistas que no pudieron aguantar unos cuantos días. Como te acabas de ir del corporativo, puede que te encuentres a accionistas que estén buscando vengarse.

-No hay necesidad de asustarme. Los precios de las acciones del Corporativo apenas cayeron hace una semana. Eso que dices no pasará. -Yo no era alguien que invirtiera en acciones, así que no entendía a lo que se refería. Él me miró como si fuera un payaso haciendo el ridículo.

En ese momento, un Bentley negro se estacionó en la orilla de la calle. Sin decir nada, le dio mi maleta al hombre que salió del auto y me acercó a este. Había varios taxi cerca, pero como el auto ya había llegado, sería muy dramático seguirme resistiendo, así que entré al auto. Jonathan se sentó a mi lado y le ordenó al conductor:

-Al Tulipán.

Fruncí el ceño al escucharlo. -Si no vamos a Peakville, mejor em voy en taxi. -Intenté salir del auto, pero Jonathan me detuvo.

-Ya es medio día, si no tienes hambre, deberías preocuparte por el bebé que llevas.

Reticencias de amor Donde viven las historias. Descúbrelo ahora