Capítulo 114 El asesinato de los Méndez

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La fábrica estaba abandonada y las personas que alguna vez vivieron en el callejón se mudaron. A Brandon lo habían premiado con decenas de miles por sus esfuerzos y estaba a punto de mudarse a otro lugar con su esposa y su hija. Justo en la noche anterior antes de que se mudara, internaron a Brandon y a su familia por intoxicación alimentaria. Al mismo tiempo, alguien había bombardeado el procesador de la fábrica abandonada.

Era una fábrica desierta y no a muchas personas les importaba lo que sucediera con ella. Después de que  Brandon y su familia se quedaran en el hospital por tres días, solo uno de ellos sobrevivió; su hija. Sin embargo, ya no tenía sus facultades mentales como antes. Era una provincia pequeña; nadie movería un pelo por la muerte de una familia. Aun así, yo sabía que Brandon no había muerto por intoxicación. Jonathan Arias lo había asesinado encajándole a él y a su esposa una ajuga en la cabeza.

Sin embargo, Mayra no había muerto porque Jonathan me vio. En ese entonces, acababa de terminar mis exámenes y habían ido al hospital a visitar a Mayra. Y en ese momento, vi todo lo que Jonathan hizo. Mayra sobrevivió, pero por mucho tiempo no pudo mirar a Jonathan. Yo no estaba presenciado la muerte de dos personas. Después de eso, tuve mucha fiebre por docenas de días antes de recuperarme. 

Mayra y yo nunca hablamos de eso. Éramos jóvenes e ingenuas; nunca pensamos en llamar a la policía. Luego de ese día, el recuerdo de Jonathan nos atormentaba como la muerte. Duró por 3 años. Después, diagnosticaron  a la abuela con cáncer de pulmón. Vendí la casa para juntar dinero para pagar sus gastos médicos y me la llevé a Ciudad J. Desde ese momento, le hice compañía mientras la trataban y yo estudiaba; Mayra no fue a la escuela. No tenía amigos ni familia, así que vino a la Ciudad J a trabajar.

El desaparecimiento de Jonathan tenía algo que ver con aquellos que vinieron de Ciudad K. Los rumores decían que había sido el dueño de una constructora quien había traído a su nieto a casa. Luego de eso, ya no escuché nada sobre él.

Mayra y yo continuamos viviendo en Ciudad J, en donde trabajé y estudié. A menudo me tomaba tiempo libre para acompañar a la abuela al hospital. Después de casi 3 años de quimioterapia, su salud comenzaba a empeorar y poco a poco se agotaba el dinero que conseguí vendiendo la casa de la familia. No era fácil estudiar y trabajar al mismo tiempo, así que comencé a considerar salirme de la escuela. La abuela enfureció cuando se enteró y fue ahí cuando buscó a Jorge. Ella me dijo que lo conocía desde hace muchos años; si el cuidaba de mi cuando la abuela se fuera, ella estaría en paz.

En menos de un año, la abuela terminó con la agonía de la quimioterapia. Se negó a seguir con ella. Poco después, nos dejó. Luego de graduarme de la Universidad, Jorge me pidió que me casara con Álvaro.

Esos fueron 20 años de mi vida resumidos en simples palabras. En mi memoria, Jonathan no era nada más que un momento de oscuridad; le temía y lo odiaba al mismo tiempo Lo despreciaba; no quería estar cerca de él. Caminé alrededor de él intentando escapar, pero él me abrazó por la espalda.

-Sami, ya he regresado, así que ya no me dejes.

Intenté liberarme de él, pero no podía luchar contra su fuerza. Por ello, fruncí el ceño y dije:

-Jonathan, no quiero verte. Debiste saberlo desde el momento que apareciste.

-Esta bien , podemos llevarlo con calma  -Me giró mientras me hablaba y fijó su mirada en la mía-. Puedo darte todo lo que quieras.

-¿Puedes darme la vida del señor Méndez y su familia? -cuestioné-. Han pasado tantos años. Si nunca hubieras regresado, hubiera olvidado ese momento de mi vida. Sin embargo, tu presencia me lo ha recordado, Jonathan. No te puedo garantizar que pueda mantenerlo en secreto.

La risa del hombre sonó tan fría como de costumbre.

-¿Crees que sirve de algo que vayas con la policía ahora? Sus cuerpos ya fueron cremados. ¿Qué crees que puedan encontrar? Además, ¿de verdad crees que Mayra pueda vivir en paz por el resto de su vida? Ella escapó de mí en aquél entonces, pero no significa que la dejaré en paz.

-¡Ya mataste a tus padres! -grité con frustración-. Jonathan, sabes que no era su culpa. ¿No te has sentido ni un poco arrepentido en todos estos años?

-¿Arrepentido? -se burló-. Ellos se lo buscaron.

Al decir eso, se acercó a mi mientras sus labios formaban una sonrisa.

-Mi familia fue destruida, ¿por qué ellos pueden tener una buena vida?

Bajé mi cabeza mientras apretaba mis puños de la ira. Por un momento, me había olvidado de que él era un hombre terco. Se rehusaba a escuchar a los demás; ya había perdido la cabeza.

Contuve mis sentimientos e intenté alejarlo de mí. Sin embargo, él era un hombre y yo una mujer; no se movió ni un poco. Justo cuando llegamos a punto muerto, escuché el chillido de un auto frenando. Antes de que pudiera girarme para echar un vistazo, escuché un quejido.

Jonathan, quien me estaba abrazando, me soltó y yo caí en los brazos de alguien más. Giré mi cabeza y me di cuenta de que era Álvaro. Fruncí el ceño al verlo y pensé: <<¿No se supone que esté en el hospital? ¿Qué está haciendo aquí?>>

Jonathan dejó escapar un resoplido. Álvaro lo había golpeado, así que ahora había sangre en la esquina de sus labios. Después de recuperar el equilibrio, sonrió y levantó su mano para limpiarse la sangre. Después, miró a Álvaro con desdén.

-¿De nuevo? -dijo Álvaro en un tono frío mientras me soltaba.

Ambos tenían casi la misma estatura y complexión. Ninguno tendría ventaja si se peleaban.

-¿Cuándo lo conociste?

Gael, quien había llegado con Álvaro, caminó hacia mí mientras miraba a Jonathan con indiferencia. Era raro que el doctor expresara grandes emociones, así que no pude hacerme una idea de lo que pensaba en ese momento.

Reticencias de amor Donde viven las historias. Descúbrelo ahora