-¿Cómo puedo hacer eso? No va a dejar a Rebecca y no quiere darme el divorcio. Dime Mayra, ¿Cómo puedo tener una buena charla con él?
-Entonces ve por el divorcio. Déjalo muy en claro escrito en papel y corta lazos con él. Después de eso, nadie tendrá el derecho de meterse en la vida del otro.
Eso es lo que quería, pero ya no era tan fácil. Lancé mi toalla a un lado y me senté sobre la silla. -Me encontré con Jonathan en la estación de tren. Álvaro ahora cree que tenemos algo que ver y se rehúsa a firmar un divorcio.
-C*rajo -exclamó. -¿Qué clase de jodida suerte es esa?
-¿Y me preguntas a mí?
-¿Qué vas a hacer ahora?
Apreté el teléfono y murmuré:
-No lo se. Solo espero poder dar a luz a mi bebé a salvo.
Mi vientre ya estaba de este tamaño y no había posibilidad de cambiar de opinión sobre mi embarazo. Jonathan tenía razón. Estoy sola y no pertenezco en ningún lado. Este bebé era la única persona en la que podía confiar. No tenía ningún motivo para dar a luz a este bebé si no era de Álvaro. Después de colgar con Mayra, el sol ya se había puesto y escuché a alguien tocar la puerta. Abrí la puerta para encontrar a la señora Hernández. Tenía un plato con caldo de pollo en las manos y me dijo:
-Debes estar hambrienta. El señor Álvaro me dijo que te preparara una sopa.
Ya había comido en la tarde y Jonathan me había obligado a comer una porción más grande de la que acostumbraba, así que no tenía mucho apetito. Pero al ver la sonrisa de la señora Hernández, no pude rechazarla.
-Muchas gracias, señora Hernández -respondí y extendí las manos para tomar el plato cuando la señora dijo apresuradamente:
-¡No! Yo lo hago, está muy caliento y no quiero que te vayas a quemar.
Después de poner el plato sobre la mesa y limpiarse las manos, preguntó:
-¿Tuviste una pelea con Álvaro?
Era lógico que nos haya escuchado discutir desde abajo. Asentí y me senté frente a la mesa. -Si.
-¿Por qué los jóvenes tiene tan poca paciencia? -suspiró; se notaba exasperada. ¿Por qué no pueden hablar las cosas con calma? ¿Era necesario que discutieran así?
Le sonreí, pero no respondí nada. Sabía que era mejor mantener esto entre Álvaro y yo. No tenía nada que ver con la señora Hernández.
-Sami -dijo mientras se sentaba a mi lado y tomaba mi mano. -Has sido parte de los Ayala por caí tres años. Prácticamente crie al señor Álvaro, él tiene una personalidad difícil y que es un hombre reservado, así que se toma las cosas muy a pecho -suspiró. -Después de que entraste a la familia Ayala, el señor Ayala pensó que el señor Álvaro abriría su corazón y sería más amable contigo si solo pasaban más tiempo juntos, pero solo discutían día y noche. Ustedes son una pareja de casados, ¿por qué no intentan llevar una vida más fácil.
Sabía que las palabras de la señora Hernández tenían buenas intenciones, así que puse mi mano sobre la de ella y la consolé:
-Señora Hernández, lo más aterrador que puede hacer alguien es intentar cambiar a una persona. No puedo hacer cambiar a Álvaro y no lo haré. Este es mi destino. Haré lo mejor que pueda para evitar pelear con él de hoy en adelante. Usted no se preocupe.
Con los ojos rojos, agitó la cabeza. -Aún eres joven, así que debes valorar cada día que pasen juntos. De otra manera, cuando envejezcan y mires atrás te darás cuenta de que dejaste ir a esta persona muy fácil; que dejaste ir tu amor a medio camino. Cuando llegues a tus últimos años, te darás cuenta de que la vida está llena de remordimientos, pero si estos son todo lo que tienes, te sentirás muy mal por tu decisión.
Asentí, pero no supe responderle. Pensándolo mejor el muro entre Álvaro y yo no era tan enorme. Era una brecha muy pequeña, hecha por cosas insignificantes, pero cuando todos estos problemas se acumulan, es casi imposible no desbordarse de la ira. No podía contar todo lo que me preocupaba con claridad; las angustias en mi corazón se habían convertido en una sola desde mucho tiempo.
-Gracias, señora Hernández. -Ya sabía que ella quería una mejor vida para nosotros, pero ella parecía notar que no pensaba tomar a consideración sus palabras, por lo que solo suspiró.
-Eres muy terca.
Se me escapo una pequeña risa. -Tiene razón.
Llena de impotencia, se detuvo por un momento antes de responder:
-Sami, no creo que tengas un lugar en el corazón de Álvaro. Anoche no dejaba de preguntarme dónde estabas desde que llegaste a casa. Cambiaste tu numero de teléfono; es por eso que pensó que te habías ido para siempre. Estaba tan ansioso que hizo todo lo que pudo para poder encontrarte. Cuando se enteró que estabas en Ciudad Q, por poco y se lanza a buscarte. Ya sabes que acaba de salir del hospital y no se ha recuperado completamente; debería estar descansando. El doctor Ceja estaba preocupado de que algo le pasara si te iba a buscar y lo detuvo. Por eso salió temprano esta mañana para pasar por ti.
Después de pausar unos segundos, continuó tras otro suspiro:
-Puedo ver que el señor Álvaro la quiere mucho y tú lo quieres mucho también, ¿Por qué no intentan hacer las paces y unir fuerzas?
-Señora Hernández, ¿no estaba cocinando? -Interrumpí.
En ese instante se detuvo y respiró profundamente. De inmediato pegó un saltó. -¡Oh no! ¡Estaba cocinando un estofado para el señor Álvaro!.
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Reticencias de amor
FanfictionConmocionada, me quedé de pie sin poder moverme luego de leer las dos palabras que aparecían en mis resultados de la ecografía. ≤¡Solo Sucedió una vez! ¿Cómo quedé embarazada? ¿que debo hacer ahora?≥