168: Antojos

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Álvaro sonrió y dijo:

-Los fundamentos de la informática no te permiten detectar infiltración hostil del sistema a simple vista.

Quería decir algo para defenderme, pero él se adelantó y después de poner los contractos a un lado, preguntó:

-¿Tienes hambre?

-¡Si!

-¿Qué quieres de cenar? ¡Te haré  algo de comer!

Después de ofrecerme a preparar una comida, se levantó y apagó su computadora. No tenía antojo de algo en particular, así que le dije que lo que sea estaba bien. Bajamos las escaleras, pero él fue quien entró a la cocina mientras que yo me tumbé en el sofá de la sala. No pude evitar preguntarme sobre las intenciones de los hackers que estaban detrás del incidente. Solo había unos pocos que tenían la capacidad de infiltrarse en el sistema de otra empresa sin quedar expuestos.

Me costaba comprender las verdaderas intenciones del hacker al querer infiltrarse al sistema del Corporativo Ayala; sin embargo, la única persona que vino a mi mente fue Jonathan. Él era un prodigio en el campo de la informática, pero eso era algo que pocos sabían. De pronto, Álvaro me llamó con un gritó:

-¡Oye! ¿Ahora en qué estás pensando? La comida está lista. Ven a hacerme compañía.

Mientras caminaba al comedor, decidí dejar mis pensamientos de lado por el momento. Al principio, pensé que él solo prepararía algunos platillos simples que podrían prepararse en cuestión de minutos, pero me quedé pasmada cuando  vi el festín en la mesa porque él había  preparado un almuerzo completo para las dos. No me esperaba que preparara un festín a media noche porque hacía mucho que había pasado nuestra hora usual de comida.

Me pasó los cubiertos y se apresuró a servir los platillos mientras sugería:

-Deberías apresurarte y terminar de comer. La señora Hernández vendrá para hacernos desayuno en la mañana. Podemos desayunar antes de ir al cementerio.

De no haber sido porque lo mencionó frente a mí, me habría olvidado sobre lo que yo misma había sugerido hace unas horas.

-¡De acuerdo! -afirmé mientras asentía.

Probé algunos bocados de lo que había preparado pero eso fue todo porque había perdido mi apetito. Él notó que había dejado de saborear la comida que había preparado y con una expresión sombría, preguntó:

-¿Qué sucede? ¿No te gustó la comida?

Sacudí mi cabeza y respondí:

-No es eso, pero ya no tengo hambre...

Ya que al parecer yo había llegado a mi límite, él dejó de insistir y se terminó su comida.

Regresamos a la habitación después de comer. Como en los últimos días había estado durmiendo, ya no pude hacerlo de nuevo. Luego de que Álvaro tomó una ducha y salió del baño, se dio cuenta de que estaba despierta a las 2 de la madrugada, tumbada en la cama con pereza mirando el techo. Al ver su expresión de descontento, estaba segura de que estaba molesto de nuevo. Luego de unos segundos, me dijo:

-Debes adaptarte a un estilo de vida normal en los siguientes días. Aparte de una siesta por la tarde, no tienes permitido dormir más en los siguientes días.

Hice un puchero y le hice una seña para que tomara su teléfono.

-Rebecca llamó hace rato. Creo que tiene algo urgente que decirte.

Luego de eso, regresé a nuestra cama, me acosté y cerré los ojos en un intento de quedarme dormida. Él soltó una risita mientras dejaba su teléfono a un lado y después se acostó a mi lado cuando terminó de secar su cabello. Puso su cabeza sobre mi vientre, intentando detectar el movimiento fetal de nuestro bebé. Ya que solo tenía 6 meses de embarazo, no había ningún movimiento evidente, pero a pesar de eso, él insistió en pasar tiempo con nuestro bebé. Me sentí irritada, por lo que lo tomé de su camisa y le dije:

-¿Oye! ¡No me dejas dormir!

Él me echó un vistazo y se movió hacia mi lado, puso su cabeza sobre mi brazo y dijo:

-Ya compré nuestros boletos para ir a Ciudad K. Nos iremos en dos días. Vayamos al hospital antes de irnos para un último cuidado prenatal. Tal vez el bebé se nos una en cuanto lleguemos a Ciudad K.

A decir verdad, estaba feliz de tenerlo a mi lado porque él siempre se encargaba de todo. Asentí en respuesta y sugerí:

-¿Por qué no le devuelves la llamada a la señorita Villa? Me imagino que es una emergencia pues te llamó a medianoche.

Él puso mi cabeza entre sus brazos y respondió:

-¿Estás intentando alejarme?

Como él había dejado en claro que no tenía intención de regresar con Rebecca, decidí no entrometerme y le dije:

-¡De acuerdo! ¡Supongo que tampoco me incumbe! ¡Buenas noches!

Sentí una fuerte sensación de seguridad al estar entre sus brazos por la noche, pero aun así no pude dormir. Por otro lado, Álvaro, quien diario lidiaba con muchas cosas, estaba completamente agotado. Después de unos minutos, pude escuchar sus ronquidos; se había quedado profundamente dormido. Sin importar cuánto lo intentara, no pude dormir debido a la larga siesta que había tomado antes. Temía despertar a Álvaro si me ponía a navegar en mi teléfono a su lado. Al final, comencé a pensar en todo tipo de cosas. <<¿Qué más puedo hacer en medio de la noche?>>. A menudo, las personas con insomnio tienden a pensar de más sobre las cosas de su vida. Si no, piensan en la comida que se les antoja; sin duda algunas, yo era parte de ellos.

Comencé a recordar mi juventud cuando mi abuela tenía todo tipo de frutas y verduras en su patio. Conseguíamos un sinfín de ellos cuando era momento de cosechar los cultivos. ¡Los tomates eran mis favoritos! En ocasiones, cenaba tomates cuando la abuela tenía que trabajar horas extras. Si tenía mucha hambre, comía muchos de ellos porque yo no sabía cocinar. Después de llegar a Ciudad J, ya no tuve oportunidad de probar tomates recién cosechados. Los que había en los supermercados no se comparaban con los que solía tener.

<<¡Un momento! Debo dejar de pensar en esto! ¡Me da hambre cada que recuerdo el grandioso sabor de los tomates frescos!>>

De pronto, mi teléfono comenzó a vibrar en la mesa. Decidí levantarme de la cama porque de todos modos no podía dormir. Al tomar mi teléfono, me di cuenta de que había recibido un mensaje de Mayra que decía:

<<Sami, ¡no puedo dormir y de la nada me dio antojo de mangos!>>

Me dio risa que pensáramos lo mismo al estar en una situación similar.

<<¡Yo también! ¡Tengo antojo de los tomates recién cosechados que solíamos tener en la provincia R!>> <<¡Ahh! ¡Si! ¡He estado teniendo antojo de los mangos que solíamos tener frente a la casa! Me pone muy triste ya no poder comerlos. Escuché que pronto renovarán el área residencial!>>

Sabíamos bien que no podíamos conseguir los antojos que teníamos con facilidad por varios factores de la realidad que se entrometían en nuestro camino. La habitación estaba completamente oscura y yo ya no pude quedarme dormida. Al final, salí de la habitación en puntillas y bajé las escaleras para ver si podía conseguir algunos tomates. Si no podía encontrar ninguno, conseguiría algo similar para satisfacer mi antojo.

Tuve el susto de mi vida mientras bajaba las escaleras porque recibí una llamada en medio de la noche. Fruncí el ceño al ver que se trataba de Jonathan. No tenía idea de porqué decidió llamarme a una hora tan inusual. Contesté la llamada y pregunté con frialdad:

-¿Qué?

-¿Quieres comer tomates?

Al juzgar por su tono de voz, Jonathan también parecía estar completamente despierto.


Reticencias de amor Donde viven las historias. Descúbrelo ahora