Capítulo 57 Después de todo, si ayudó

6.7K 304 10
                                    

Para mi mala suerte, Álvaro rechazó mi idea de utilizar tacones, ya que para él una mujer embarazada no debía usarlos; no había manera de ganarle.

<<¡Pero si los tacones de 3cm no son tan altos!>>

Fue cuando llegamos a mi auto que me di cuenta de que solo me había llevado al centro comercial para  comprarme un atuendo diferente.

-¡Álvaro Ayala! -exclamé mientras él encendía el auto.

-¿Si? -Este hombre era serio al estar al volante, pero aun así me dio una mirada rápida y luego volvió a ver hacia el camino.

-Estoy enojada contigo -dije, sin embargo debo de aceptar que no estaba segura de porque estaba enojada, solo sabía que de repente la rabia se me había acumulado; por un momento pensé que tal vez ya estaba empezando a ser lindo conmigo y que por eso me había llevado de compras.

El hombre levantó las cejas, parecía estar confundido por mi culpa.

-¿Por qué estás enojada?

<<¿Por qué estoy enojada? Eh..Ni siquiera yo lo sé, ¡no tengo idea!>>

Me mantuve callada y traté de suprimir mi frustración, pero de repente, tomó mi mano entre las suya. En ese instante sentí como un tierno calor me recorría el cuerpo, llegando desde mi mano al corazón, entonces, también pude escuchar un tono de voz más amable y agradable salir de la boca de Álvaro:

-Que seas tan emocional es malo para el bebé, así que no estés enojada.

<<¡Si, tienes razón!>>.

Algunos momentos dulces podrían durar para siempre y era probable que dentro algunos años,  estos fueran los únicos que tendría en mi memoria.

Minutos después, nuestro auto se detuvo frente a un elegante y lujoso chalé, estaba perpleja.

-Así que cuando dijiste que tendríamos una reunión, ¿te referías a que íbamos a visitar a alguien?

En eso, Álvaro me hizo un gesto para que me bajara del auto y entregó las llaves del auto al acomodador de los autos, luego de inclinó hacia mí y dijo:

-Solo quedé de vernos con unos amigos.

<<¿Por qué todo tenía que ser tan secreto?>>.

Caminé detrás de él hasta llegar a la entrada del chalé, donde una mujer de mediana edad ya nos estaba esperando con una gran sonrisa en el rostro.

-¡Álvaro, ha pasado tanto tiempo!

Luego la mujer me miró y dijo:

-¿Y ella debe ser la señorita Ayala?

Álvaro asintió y estiró la mano para estrechar la de la mujer.

-Me alegra mucho verla, señora Ortega, pero me apena haberla hecho esperar.

<<¿Señora Ortega?>>.

Después de ver a la mujer con detenimiento pude reconocerla; ¡era la mamá de Nicolás Herrera, Camila Ortega! Me preguntó en qué estaba pensando Álvaro al traerme aquí. Después de que intercambiamos algunas palabras por amabilidad, la señora Ortega nos lleva al segundo piso del chalé en donde se encontraba el comedor; al llegar, algunas personas ya están sentadas en sus respectivos asientos en la mesa, todos parecían ser hombres de mediana edad junto a sus esposas. Camila nos invito a tomar asiento y después dispuso que la ama de llaves trajera la comida, luego se dirigió a los invitados:

-Muchas gracias a todos por estar aquí, hacía tiempo que no podíamos invitar a nadie a una reunión como esta, espero que todos puedan pasar un rato agradable y por favor, siéntanse como en casa.

-¡Ja, ja,ja! Está bien, Camila, pero creo que se te ha pasado presentarnos a esta joven pareja.

La voz provenía de un hombre que se miraba un poco regordete. Aunque lo dijo con una sonrisa en el rostro, se le notaba la edad; entonces Camila se rio.

-¿Por qué tiene tanta prisa, señor Montoya? Él es el joven y exitoso señor Ayala, de quien ya le había hablado y la mujer que está a su lado es su esposa, la señorita Ayala.

La anfitriona continuó presentándonos uno por uno con el resto de los invitados y luego de una ronda de presentaciones, me di cuenta de que esta no seria una cena ordinaria, pues todas las personas presentes eran figuras importantes dentro de los negocios y la política. Mientras estábamos cenando, Camila habló sobre algunas noticias locales e interesantes que había escuchado recientemente; desconocía si lo estaba comentando a propósito, pero comenzó a hablar de lo complicado que era conseguir la cianina para uso medicinal, según ella, no lo había visto en el mercado desde hace décadas. 

Luego el señor Montoya agregó:

-Ahora que lo menciona, ayer escuché sobre el caso relacionado a la cianina pero si lo busca solo para uso médico, con unos cuantos gramos bastará.

Camilo sacudió la cabeza y de inmediato agregó;

-Es que ese es el problema, señor Montoya, justo el otro día hable sobre esto con la señorita Ayala, gracias a Dios que es una chica tan buena y amable y pidió a una de sus amigas que la consiguiera por mí, desgraciadamente, su amiga terminó encerrada en la comisaría.

Me tomó por sorpresa cuando me di cuenta de que la señora Ortega se refería a mí al decir <<Señorita Ayala>>.

<<¿Acaso acaba de decir que nos vimos el otro día? ¿Desde cuándo somos tan cercanas?>>

Me giré hacia Álvaro en espera de que me diera algún indicio de lo que estaba pasando pero él miraba al señor Montoya con indiferencia. El señor Montoya era un hombre inteligente y no llegó al cargo que tiene por ser un hombre insensible, así que al instante se dio cuenta de que la señora Ortega le estaba hablando con indirectas y sus ojos comenzaron a buscarme.

-No tenía idea de que Camila y usted fueran tan unidas, ¿podría decirme como se llama su amiga? Porque si es un malentendido sería muy injusto para ella.

De inmediato me puse de pie y acerqué mi vaso de jugo de naranja hacia él; con la voz más dulce que pude hacer, dije:

-Muchas gracias por su ayuda señor Montoya, su nombre es Mayra Murillo y tiene más o menos mi edad, estoy embarazada así que tengo que brindar por usted con jugo de naranja, en verdad le agradezco.

El señor Montoya soltó una carcajada y dijo:

-Me gusta mucho su forma de ser, señorita Ayala. ¡Salud!

<<Después de todo, parece que Mayra estará bien>>.

Mientras seguíamos bebiendo e intercambiando palabras, poco a poco todos los invitados nos fuimos relajando.


Reticencias de amor Donde viven las historias. Descúbrelo ahora