Capítulo 68 Ocupada

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Asentí con la cabeza y pregunté.

-¿Qué hay de Créditos AC? -El proceso de auditoria al Corporativo Quintana podía tomar algo de tiempo.

-¡Va muy bien!

Empecé a revisar los documentos cuando de repente recordé que al día siguiente era mi viaje de negocios.

-¿A qué hora sale mi vuelo?

-¡A las 5 de la mañana! -Luego de una pequeña pausa, continuó-: Tenemos previsto terminar todo en dos días en Ciudad A, así que debemos ir cuanto antes. También vendrá con nosotros un representante de Créditos Herrera.

-Esta bien -contesté-, puedo ir yo sola, tú deberías quedarte aquí para apoyar a Créditos Herrera y a AC en caso de que sea necesario.

-¡Por supuesto!

La temporada de lluvias seguía anegando a la Ciudad J, aunque ayer había salido el sol por un par de horas, más tarde estaba lloviendo de nuevo. Eran las 5 de la tarde cuando por fin terminé de firmar y sentía los ojos secos y cansados, así que le pedí a Estela que me comprara unas gotas para los mismos; después de que terminé mi reporte del día, ya eran pasadas las 6 y mi estómago gruñía de hambre. Entonces apagué la computadora y bajé por las escaleras; ya era hora de salir así que todos los empleados estarían saliendo del edificio.

Mientras salía me saludaron amablemente y les regresaba una sonrisa forzada, a un lado de nuestro edificio había un KFC, así que decidí entrar y pedí una comida para uno; al tiempo que esperaba por mi comida, unas jóvenes se me acercaron tímidamente.

-¡Señorita Arias, qué casualidad!

Asentí por cordialidad, pero por más que intentaba recordar, no sabía quiénes eran las chicas. Entonces, una de ellas que tenía un aspecto muy profesional dijo:

-Señorita Arias, mi nombre es Isabella Leyva, del Departamento de Diseño Electrónico.

Me sorprendió pero escuchar sus palabras me recordó quienes eran, dado que ahora estaba a cargo del caso de HiTech de vez en cuando visitaba el Departamento de Diseño así que no me extrañaba que supieran quién era. El Corporativo Ayala era enorme, solo en Ciudad J tenían alrededor de más de 1000 empleados pero aunque todos trabajamos en el mismo edificio, veíamos los mismos rostros todos los días; Sonreí y saludé a las jóvenes y luego me fui por mi pollo frito.

-¡Isa, no tenía idea de que los altos cargos también comían pollo frito como nosotros!

-Ellos también son seres humanos, ¿por qué no comerían pollo frito?

-Pues porque su salario es mil veces mejor al nuestro así que imaginé que comerían algo mejor.

Salí del restaurante y ya no escuché el resto de su conversación. El ser humano jamás se conformaba con lo que tenía, cuando uno es pobre trabaja duro para ganar dinero, pero cuando lo tiene, trata de ahogar las penas con el amor.

Después de trabajar durante todo el día sin parar, entré al auto y comencé a comer mi pollo, cuando de pronto, un auto sonó su bocina en mi dirección, por lo que bajé la ventanilla. Un Maybach color negro estaba estacionado justo a un lado de mí y el único carro que conocía parecido a este, estaba en el garaje del chalé y a pesar de que mis amistades eran lo suficientemente ricos como para tenerlo, era demasiado ostentoso para manejarse a diario; como no se me ocurrió quién más de mis conocidos podría tener ese auto solo subí mi ventanilla.

De pronto, la ventanilla del otro auto se abrió y pude observar el rostro de aquel hombre descarado: era Nicolás.

-Hola preciosa, ¿te gustaría que cenáramos juntos?

<<¡Qué infantil>>.

Le volteé los ojos y le mostré mi pollo frito.

-Lo siento pero ya estoy comiendo.

Fruncí el ceño y asomó la cabeza de la ventanilla.

-¡Estas embarazada, como puedes comer eso! ¿Acaso Álvaro te maltrata?

En lugar de contestar ignoré su comentario, recogí mi basura y encendí el auto para irme a casa pero justo en ese momento, él estacionó su auto delante del mío, lo que me impedía salir.

-Vamos, Samara, hay que cenar juntos.

-¡Estoy llena! -contesté con molestia.

-¡Entonces solo pasa algo de tiempo conmigo!

<<¿Cuál es su problema?>>.

Dado que su auto quedó estacionado en medio del carril, yo no era la única que se había quedado atascada, pues había otros autos detrás de él queriendo salir. Los demás dueños de los autos comenzaron a sonar sus claxon pero Nicolás se limitó a verme con descaro; me llevé una mano a la frente en señal de molestia y dije:

-Bien, muéstrame el camino.

Nicolás arqueó una ceja y contestó:

-Deja que te lleve, no deberías estar conduciendo en tu condición.

<<¡Maldita sea!>>.

Me bajé de mi auto y me subí en el asiento del copiloto del suyo.

-¿Ya nos vamos? -pregunté con indiferencia.

A lo que él respondió con una sonrisa:

-¡Claro, ya nos vamos!

A los jóvenes como él les gustaba llamar la atención, conducen autos ostentosos y llamativos y en lugar de pasar desapercibidos logran que todos en la Ciudad los volteen a ver; en verdad era demasiado infantil. El viento se sentía frio pero no dije nada, puesto que era su auto y él podía hacer lo que quisiera.

-Samara, ¿crees que mañana estaremos en la columna de chismes de Ciudad J? -preguntó casi gritando a través de la música rock que sonaba en la radio.

Una vez más le volteé los ojos y lo ignoré, pero si aparecemos en las noticias de chismes la culpa sería toda suya.

Luego de un rato detuvo su auto en un lugar que se veía muy animado, parecía ser el tipo de sitios que visitaban los jóvenes.


Reticencias de amor Donde viven las historias. Descúbrelo ahora