Cap. 182 -Confrontación

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-El abuelo llevaba varios años que estaba mal de salud. Murió de cáncer rectal... -respondí. No sabía muy bien qué decirle.

La taza de café que tenía en las manos de pronto cayó al piso y se escuchó un gran ruido cuando esta se rompió por el impacto. Entró en pánico y se levantó rápidamente a recoger los pedazos, pero en ese instante llegó un mesero a encargarse del incidente. La voz de Silvia temblaba mientras se disculpaba. El mesero levantó la mirada e intentó tranquilizarla.

-No pasa nada. Yo me encargo.

Le ofrecí mi mano para ayudarla a que se levantara, pues no sabía qué decirle. Lo que si sabía era que su disculpa no era para el mesero, sino para su padre ya fallecido. Al poco tiempo, Silvia pudo recuperar la compostura. Como la mujer elegante que era, pudo recuperarse rápido del percance, pero su expresión ya no era tan serena como antes. A pesar de que llevaba una sonrisa en el rostro, se notaba que era forzada.

-Ya es tarde, tía Silvia. Hay que regresar. -Supuse que ante tal revelación ya no estaría de humor para seguir de compras.

-Si, vámonos. Tú también deberías descansar después de estar todo el día afuera -respondió mientras bajaba la cabeza.

Me puse a acomodar mi bolsa y no me di cuenta de que Silvia se  había detenido mientras salíamos. Levante la vista inmediatamente, solo para quedar sorprendida por quién estaba frente a mí. Sí que era nuestro día de suerte. Sonia se encontraba en la entrada del café y detrás de ella venía Marco, quien supongo había estacionado el auto y entró al edificio.

-Hijo, vámonos a un lugar menos desagradable -dijo Sonia con desprecio. La expresión en su rostro no era nada amistosa tampoco. Marco me miró un momento y frunció el ceño antes de darse la vuelta para seguir a su madre.

Antes de que pudieran salir, un mesero los detuvo para preguntarles:

-¿Vienen por café? ¿Hay alguna mesa en la que prefieran sentarse?

Sonia apenas miró al mesero, pues sus ojos estaban fijos en Silvia todo el tiempo. -Bueno, este establecimiento parece ser más adecuado para cualquiera. -Con una sonrisa siniestra. Continuó:

-Parece un lugar popular entre mujerzuelas, así que definitivamente no es para mí.

El mesero quedó impactado y dirigió su mirada a Silvia también. El café estaba tranquilo, pero tanta conmoción llamó la atención de las personas. En un abrir y cerrar de ojos, se comenzaron a escuchar los murmuro de todos los presentes.

-¿Qué c*rajos le pasa a esa señora?

-¿No sabes? Es la ex esposa de Benjamín Buenrostro y la que está parada al lado de a señorita de blanco es una de las hijas de la familia Ayala, una de las familias más prominentes de la Ciudad J. Creo que su nombre es Silvia o algo así. Escuché que fue su amante por varios años y apenas hicieron oficial su relación como esposos hace dos años más o menos.

-¡Eso explica todo! Con razón la ex esposa se ve tan molesta.

¿Cómo es que una familia tan importante dejara que una de las herederas fuera la amante de alguien? ¿En qué está pensando la familia?

-Quién sabe. Tal vez es amor verdadero.

-Yo escuché que la pareja se llevan 20 años de diferencia. ¿No crees que tanta diferencia sea algo...extrema?

El sonido de los murmures era tenue. Silvia miró a Sonia pálida y no dijo nada; solo se dio la vuelta para irse. Antes de que pudiera hacer otra cosa, Sonia rápidamente la detuvo e impidió que saliera.

-¿Cuál es la prisa? Parece que a todos aquí están interesados en saber más de tu pequeña historia de amor. ¿Por qué no le dices a todos lo que pasó?

-Señora Ballesteros, que a usted le guste airear sus trapos sucios en público, no significa que a todos los demás deberían hacerlo. -Sabía que mis palabras eran algo groseras, pero no podía dejar las cosas así. -Usted no logró conservar algo valioso y dejó que se le escapara de las manos. Le sugiero que tenga un poco de autoconciencia y respeto por si misma.

-¿Estás segura que a mí es a quién le hace falta auto respeto? -Sonia parecía estar muy molesta por mis palabras, pues su voz comenzó a escucharse más aguda. -¿Y tú quién te crees que eres? ¿Qué te da el derecho de echarme la culpa?

Silvia inmediatamente me puso detrás de ella, con miedo a que Sonia fuera a lastimarme. -Nadie te está echando la culpa, pero si eso es lo que quieres, te invito a seguir hablando así de fuerte. Te reto y para mañana serás tú quién esté en boca de todos.

Sonia estaba tan molesta que sus ojos se pusieron rojos. Tomó a Marco del brazo y nos apuntó con el dedo. -Marco, es obvio que están conspirando en mi contra. ¿No es así? ¡Solo quieren humillarme!

Fruncí el ceño pues era claro que esta mujer quería crear un alboroto, pero esto seguía siendo problema de la familia Buenrostro. Por eso, no me quedó claro de quién era la culpa. Sin embargo, su comportamiento atroz resultaba vergonzoso. ¿No fue suficiente la escena que nos dio ayer? ¿Por qué tenía que hacer un escándalo en público hoy también? Miré a Marco directamente a los ojos y le dije:

-Usted parece una persona razonable e inteligente. Sr Buenrostro. Estoy segura de que no va a seguir impidiendo el paso y volviéndonos a todos la broma del siglo, ¿verdad?

Marco levantó una ceja y, en lugar de responder, se hizo a un lado y dijo:

-Adelante.

El incidente que se produjo fue un espectáculo particularmente interesante, y sin duda, no fue nada agradable. Con eso, Silvia me apartó apresuradamente y trató de salir sin chocar con ninguno de los dos. Sin embargo, la entrada de la cafetería no era lo suficientemente espaciosa y Sonia, en su furia, se negó a ceder el paso. Silvia se negaba a enfrentarse a ella y salió del café. Seguí a Silvia de cerca por detrás y no pude evitar robarle una mirada a Sonia. El estado en que se encontraba era bastante lamentable. Haber pasado por un divorcio a su edad sólo significaba que su matrimonio estaba lejos de ser perfecto. Lo que no esperaba era que Sonia tropezara en mi dirección y se chocara conmigo.

Sentí que estaba a punto de caer y me cubrí instintivamente el vientre en un débil intento de amortiguar. Mi corazón se detuvo por un momento mientras un escalofrío invadía mi cuerpo. Lo único que pude pensar fue...

Al ver que estaba a punto de caer, sentí que me tiraban del brazo con fuerza. Otra mano rodeó mi vientre y trató de mantenerme estable. El busco movimiento me sacó inmediatamente de mis pensamientos.

-¿Estás bien? ¿Te lastimaste? -Silvia me tenía tomada del brazo y comenzó a entrar en pánico por la situación.

Yo estaba bien, pero la simple idea de que pude haberme caído, me puso los pelos de punta. Me quedé quieta e intenté respirar hondo mientras movía la cabeza para responderle.

-Estoy bien.

Reticencias de amor Donde viven las historias. Descúbrelo ahora