170: Por favor, déjame

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.¡Alvi, por favor piensa en tu con Pablo y no me dejes sola! Te necesito a mi lado. ¡Por favor, Alvi! No necesito nada más que tu compañía. Junto con Gael y Joel, podemos vivir una vida despreocupada como antes, ¿no es así? Siempre seré la pequeña niña que necesita de la guía de sus tres confiables hermanos. ¡Por favor no me dejes sola! ¡No puedo vivir yo sola!

Al parecer, la expresión indiferente que Álvaro tenía al principio se desvaneció porque sus palabras le afectaron. Nadie lo conocía mejor que yo; a él nunca le gustó estar solo y tampoco podía soportar dejar solos a las personas dependientes. Las supuestas palabras sinceras de Rebecca lo conmovieron. Él siempre había estado solo desde pequeño y aunque tenía a su abuelo cariñoso con él, ninguna de las cosas que él hizo compensaban su pérdida. Por ello, no podía abandonar su amistad con Pablo y su relación con Rebecca porque el ser necesitado le daba la sensación de logro que él deseaba; lo hacía sentir amado.

Me quedé a su lado en silencio porque no podía estar segura de cómo reaccionar. Todo este tiempo yo sabía que no podía vencer a Rebecca. Nunca podría actuar tan bien para engañar a alguien. Supe que mis esfuerzos fueron en vano mientras Álvaro regresaba a su lado y la trajo con nosotros, mirándola con gentileza, como si se hubiera olvidado de las cosas que había hecho.

Aparte del sonido de Rebecca resoplando detrás de nosotros, todo el camino estuvimos en silencio. Me sentía como si pudiera escuchar música ambiental en el auto. Cuando el vehículo se detuvo en un cruce, yo rompí el silencio:

-¿Por qué no te detienes en la estación de autobús de enfrente? Iré a un lugar antes de regresa a casa.

-¿A dónde irás? -preguntó Álvaro mientras me miraba con el ceño fruncido.

Hice mi mayor esfuerzo por forzar una sonrisa en mi rostro mientras explicaba:

-Iré a caminar y a comprarle a Mayra los mangos que se le antojan antes de ir a visitarla.

-¡Iré contigo!

-¡No!

Tenía miedo de perder mi paciencia frente a ellos. Por ello, hice mi mayor esfuerzo por recuperar mi compostura y dije:

-Estaré bien, el hospital queda a solo una calles. No me perderé, ¿de acuerdo? Tú...deberías dejar a la señorita Villa antes de venir...

Álvaro apretó sus labios y lo pensó por un momento. Al final, aceptó mi sugerencia.

-De acuerdo.

Sin pensarlo, respiré profundamente porque sentía como si hubieran quitado una enorme roca de mis hombros. Cuando salí del auto, me despedí de ellos con una sonrisa brillante y gentil, agitando mi mano mientras se iban, como si todo estuviera bien.

Mientras el auto desaparecía en las calles ajetreadas, comencé a sentir náuseas; como si pudiera vomita en cualquier momento. Se sentía fatal porque mi corazón dolía. Traté de tomar mi teléfono para comunicarme con Javier, pero de pronto recordé que había tirado mi teléfono la noche anterior.

Al caminar por el pasto, comencé a sentirme débil porque el sol abrasador estaba sobre mí. Minutos después, ya no pude seguir caminando Me senté a un lado de la carretera y puse mi rostro entre mis manos mientras comenzaba a llorar. En ese momento, me culpé a mí misma por ser una mujer tan frágil. No era para tanto y aun así me comportaba como si algo serio había ocurrido.

Ya no podía soportar el calor y pensé que estaba alucinando cuando vi a Javier frente a mí. Enseguida, le dije:

-Javier, no me siento bien.

Javier levantó la voz y me regaño. Sin embargo, se acercó y me cargó para llevarme a su auto.

-¿Qué paso? ¿Por qué estás sola en la calle en un día tan caloroso? ¡Pudiste haberte desmayado de un golpe de calor!

Por fin regresé a la normalidad después de que Javier me llevará a un entorno lleno de aire fresco. Me tomó un par de minutos asimilar la situación. Al final, pregunté:

-¿Por qué estás aquí?

Javier me dio algunos pañuelos húmedos mientras explicaba:

-Estaba de camino a visitar a Mayra. Por desgracia, me encontré con mi amiga patética y embarazada que estaba llorando en la calle bajo el sol.

Evité su mirada y me limpié el rostro con los pañuelos que me dio. De pronto, mis ojos se agrandaron en cuanto vi al hombre en el asiento copiloto.

-Señor Herrera, ¿Qué hace aquí?

Nicolás volteó y preguntó:

-Estoy haciendo que me lleve. ¿Qué hay de ti? ¿Por qué estabas llorando en la calle cuando estás tan embarazada?

Apreté mis labios y desvié su atención de inmediato.

-¡Oye! Vamos a otro lugar antes de ir a visitar a Mayra -le dije a Javier.

-¿A dónde quieres ir?

-¡A la plaza de la tecnología! Descompuse mi teléfono por accidente.

Javier asintió y dirigió el volante, girando en otra dirección de la ruta designada al hospital. Al principio, pensé en comprarme la última versión de la marca que había utilizado, pero Nicolás sugirió:

-¿Por qué no te compras una marca nacional? Es mejor en cuanto a funciones y precio.

Luego de obtener un nuevo teléfono y un nuevo número de contacto, pasamos a ver cómo estaban Mayra y Gael. Cuando terminé, salí de la sala de Gael y me di cuenta de que Javier y Nicolás estaban fumando mientras mantenían una conversación. Nicolás parecía furioso mientras miraba a Javier de forma hostil. Me apresuré y me interpuse en su camino, pidiéndole a Javier que me hiciera un favor.

-¡Oye! ¿Puedes hacer compañía a Mayra cuando ya no esté? Tengo que irme pronto porque tengo algo que atender.

Antes de que Javier pudiera responder, Nicolás apagó su cigarro y caminó hacia mí.

-¡Iré contigo!

Aunque no sabía bien lo que pasaba entre ellos, estaba bastante segura de que estaban en medio de un conflicto. Por ello, le dije a Nicolas:

-No voy a conducir, voy a llamar a un taxi. Creo que deberías esperar a Javier.

Javier miró a Nicolás y dijo:

-¡Si! Deberías esperarme.

-¡Tengo muchas cosas en mi agenda! No tengo tiempo para ti -respondió Nicolás con una expresión de molestia.

-¿Quieres decir que te estoy haciendo perder el tiempo?

Me quedé sin palabras y decidí mantenerme al margen de su conflicto. No había nada que pudiera hacer al respecto. Por ello, me marché en silencio y le dije a Mayra que me iría antes de volver al chalé. Al principio, quería unirme a la clase de yoga que estaba programada para la tarde, pero la clase requeriría la presencia del padre del bebé. Ya que Álvaro tenía que hacerle compañía a Rebecca, pensé que no tendría tiempo para mí. Al final, pedí un taxi para volver a casa porque no quería seguir pasando por la misma experiencia tormentosa.


Reticencias de amor Donde viven las historias. Descúbrelo ahora