El estruendo a su espalda hizo que se girara sobresaltado, encontrándose con que la cueva de donde había salido había colapsado, siendo sellada para siempre. Lo primero que pensó es en la suerte que había tenido de salir antes de que sucediera, aunque no tardó en dudar de ello. Aquel lugar imposible de existir le hacía sospechar que, de alguna forma, había esperado a que saliera para cerrarse para siempre. No obstante, no pensó mucho más en ello, pues poco podía hacer al respecto.
Bajó por el camino hasta llegar a la explanada, que cruzó sin miramientos hacia su destino, el centro de aquella plaza en ruinas. Por suerte, en aquel lugar aislado no había insectos que pudieran empeorar la experiencia de cruzar la vegetación que llegaba hasta su cintura y se metía entre su túnica. Era un fastidio, pero no se detuvo hasta que llegó a la plaza.
Estuvo unos minutos de pie dando vueltas sobre sí mismo y mirando hacia todas direcciones, en una zona donde las baldosas aún se mantenían en su sitio. Contempló el paisaje desolado, pues no había nada donde en el pasado habían estado los entrenadores que permitían elegir profesión o cambiarla
Los muñecos para probar las habilidades y entrenar hasta nivel 2, que en el pasado se alzaban claramente sobre la hierba recién cortada, ahora se encontraban ocultos entre la vegetación. Y de los jugadores novatos, que recordaba corriendo, atacando a los muñecos o hablando con los NPCS o entre ellos, no había ni rastro. Aparentemente, nadie había pisado aquel lugar en muchos años.
Miró a lo lejos, a una zona de la cúpula de un color más oscuro y a ras de suelo, y que recordaba como la salida de la zona de iniciación. Tragó saliva ante lo que significaba cruzar un portal por el que no se podía volver, ante lo que fuera que le esperaba allí fuera. Se preguntó si se parecería al juego que recordaba o si estaría abandonado como el lugar en el que se encontraba. Si habría más jugadores que habían vuelto. Si encontraría a Melia.
Se preguntó entonces como podría sobrevivir al exterior si ni siquiera podía elegir una profesión, si no tenía armas o armaduras, si ni siquiera sabía cuales eran sus parámetros o habilidades, si es que esos conceptos aún eran válidos. Y, al pensar en ello, la imagen esquemática de sí mismo se hizo clara en su mente, junto con todos esos datos, mostrándole que su equipo consistía tan sólo en una túnica y calzado sin ninguna bonificación.
Perplejo, se encontró con una información que le era familiar, pero que mostraba algunas diferencias con sus recuerdos.
Para empezar, su profesión era mago de batalla, la que había tenido en el juego, una profesión orientada al cuerpo a cuerpo y que mezcla el uso de magia y armas. No es físicamente tan poderosa como los guerreros, ni su magia tiene el alcance y poder de los magos, pero la combinación entre la magia y las habilidades físicas es temible si se sabe usar. Aunque también tiene desventajas, como la poca afinidad con los ataques desde largas distancia o la carencia de poder ofensivo contra enemigos muy numerosos (AoE).
Decepcionado, descubrió que su nivel era 1, el más bajo, aunque a su lado y entre paréntesis aparecía el 100 en gris, algo que no recordaba del juego y que se preguntaba que hacía allí. Algo parecido ocurría con sus parámetros como fuerza, defensa, maná, agilidad, críticos... Sus valores eran los iniciales, o eso creía, pues no los recordaba. Y, a su lado, entre paréntesis y en gris, estaban los valores que sí recordaba tener a nivel 100.
Y luego estaban las habilidades y hechizos. Sorprendentemente para alguien de nivel inicial, estaban todos que había poseído, incluidas los que había que conseguir mediante misiones especiales o comprándolos, pero la mayoría estaban en gris.
«¿Significa que aún no puedo usarlos?», se preguntó.
Decidió hacer una prueba usando Curación Básica, pues el hechizo de fuego parecía peligroso. Y cuando empezaba a preguntarse como utilizarlo, la respuesta apareció claramente en su mente, entendiendo que sólo necesitaba pensar en él. Al fin y al cabo, sus hechizos no requerían las largas invocaciones de los más poderosos, por lo que se podían usar perfectamente durante el fragor de la batalla.
Una leve luz blanca lo envolvió por un instante y sintió su poder curativo, que no obstante no tuvo ningún efecto al no tener nada que curar. Pero la sensación había sido inequívoca y su maná había decrecido. Un detalle que le llamó la atención fue que la barra de afinidad con el hechizo creció levemente, acercándose un poco a completar el nivel 4. Era un hechizo que había usado muy poco, pues pronto había sido sustituido por los de niveles superiores, así que nunca había alcanzado el nivel máximo, 10 para los afines y 5 para el resto.
El otro hechizo que no estaba en gris también sentía que podía ejecutarlo con facilidad, pero no así los que lo estaban. No podía sentir como llevarlos a cabo. «¿Quizás si subo de nivel?»
Una vez comprobado que podía ejecutar hechizos y antes de probar el más peligroso, quiso comprobar las habilidades, que no precisan de maná sino de energía física. No obstante, las pocas que sentía que conocía, le era imposible llevarlas a cabo, lo cual era lógico, pues precisan de armas que no tenía.
Pensar en las armas le hizo preguntarse si, de alguna forma, podría recuperar el inventario del juego, e inmediatamente sintió un espacio a su alrededor, en el que reconoció todo el material que había poseído tiempo atrás. Estaba allí, al alcance de su pensamiento.
Escogió una lanza y un guantelete, que aparecieron en sus manos tal y como había deseado. No obstante, le resultaba difícil manejar aquella lanza o llevar aquel guantelete, parecían resistirse a él, le resultaban pesados e incómodos. Se preguntó si se debía a que eran de nivel muy superior al suyo, algo que le preocupó. Al fin y al cabo, no tenía equipo de nivel bajo, excepto algún arma o armadura suelta cuyo diseño le había gustado, pero no tan bajo como su nivel actual. En su momento, los había vendido o reciclado al ser innecesarios, al ocupar un espacio que necesitaba, algo de lo que ahora se arrepentía. De haberlo sabido, habría comprado todos los incrementos de inventario y los habría conservado.
Por lo menos, la comida y la bebida podía usarla aunque fuera de nivel alto. Podía notar como las bonificaciones estaban allí pero fuera de su alcance. Así que no se moriría de hambre, pues tenía bastante cantidad y variedad. Sin embargo, sin armas, podría tener problemas serios al salir de allí. Y no esperaba que el revivir fuera algo en lo que pudiera confiar, y más cuando el dolor era real. «¡Maldita baldosa!»
«Mmm... Quizás...»
Y un leve resplandor volvió a envolverle, aliviando el dolor del dedo del pie.
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Regreso a Jorgaldur Tomo I: el mago de batalla
FantasyCuando muere en su cama debido a su avanzada edad, aún recuerda a una NPC de un MMORPG que jugó en su juventud, sin entender por qué nunca ha podido olvidarla. Pero cuando vuelve a abrir los ojos, se encuentra con la ruinas de lo que era el inicio d...