El dilema de la nobleza

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Los rostros de los allí presentes eran mucho más serios de lo que lo habían sido en las anteriores reuniones del Consejo de Nobles. Todo se debía a la confirmación de la vuelta del visitante Eldi Hnefa y a que hubiera actuado contra un noble como lo había hecho, haciendo realidad algunas de sus peores pesadillas.

No se sabía cómo había entrado al castillo, ni cómo se había enterado de los actos de los condes de Tenakk, pero era innegable que de alguna forma lo había hecho, por lo que se sentían ellos mismos amenazados.

No es que todos ellos fueran como los condes de Tenakk, pero muchos no habían cumplido lo prometido por sus antepasados. Además, habían ignorado lo que otros nobles pudieran hacer en sus tierras, por muy despiadado que fuera. Al fin y al cabo, "no les incumbía".

Como consecuencia, muchos de ellos estaban suavizando la actitud hacia sus vasallos, rebajando algunas leyes y acciones opresivas, pero no podían borrar lo que ya estaba hecho. Además de que algunos de ellos no estaban dispuestos a renunciar a algunas de sus prebendas.

–Entonces, ¿qué es lo que sabemos?– preguntó una mujer de unos cincuenta años, ojos marrones penetrantes, pelo negro atado en una larga trenza y nariz aguileña.

–Toda la familia asesinada. Conde, condesa y sus dos hijos. Todos con la marca de Eldi Hnefa. Y todos habían cometido lo que él consideraba abusos– explicó Ricardo.

No dio detalles de los supuesto abusos, pero todos allí habían oído los rumores. Incluso muchos de ellos se habían sentido incómodos ante las aficiones de la familia fallecida.

–¿La marca es auténtica?– preguntó un joven noble, que acudía en lugar de su padre, presuntamente enfermo.

–Sí.

–¿Cómo entró? ¿Trabajaba con alguien?– inquirió Artio.

–No lo sabemos, pero, por las heridas causadas, parece que trabajaba solo. Aunque es posible que no fuera así al irse, parece que quería llevarse a alguien.

Todos lo entendieron como que había rescatado a alguien y, en el proceso, había matado a los condes. Lo que no sabían es si matarlos era su primera intención o no.

–Entonces, podemos deducir que su nivel está, como mínimo, cerca de 35. Si no, no hubiera conseguido asesinar a la condesa– analizó la mujer que había hablado antes.

–Así es, Aldhia, aunque no sabemos que nivel puede haber alcanzado.

Aquellas palabras provocaron un nudo en el estómago a muchos de ellos. Si había alcanzado el poder del pasado, tenían un problema serio. Podía ir a la capital del reino y reclamar las promesas que todos ellos deberían haber cumplido.

–Quizás sólo deberíamos darle la bienvenida. Al fin y al cabo, tiene derecho a que se cumplan los compromisos– expresó uno de los nobles la opinión de algunos de ellos.

–¡Ni hablar! ¿Con qué derecho viene un extranjero a imponernos nada? ¡Ni siquiera pertenece a este mundo!– se negó otro, representando a los suyos.

La discusión se alargó sin llegar a ningún tipo de acuerdo. Por un lado estaban los que habían ejercido su poder con prudencia, ya fuera por la promesa de sus antepasados, por el temor a que volviera el visitante o, simplemente, porque lo consideraran lo mejor. Ellos no temían la vuelta del Eldi Hnefa, y tampoco querían convertirse en su enemigo yendo a por él.

Por otra parte, estaban los que habían cometido abusos más allá de lo que suponían que éste podía obviar. Estaban asustados de ser los siguientes, y querían acabar con la amenaza cuanto antes. De hecho, su estado de ansiedad podía considerarse ya de por sí un castigo.

Y había un tercer grupo que estaba por en medio, oscilando hacia uno u otro bando. Habían cometido abusos, pero no los creían excesivos, y estaban haciendo lo posible para atenuarlos. No querían convertirse en enemigos del visitante, pero, si desaparecía, tanto mejor.

Además, estaba el problema de que los focos de revuelta que tanto les había costado suprimir podían volver a surgir. La aparición de Eldi Hnefa se había hecho pública y no podían ocultarla, por lo que algunos grupos habían recuperado la esperanza y se estaban volviendo a reagrupar. Sin embargo, como los nobles, estaban a la espera de lo que fuera a suceder de ahora en adelante.



–¿Alguna información que no se haya dicho ahí adentro?– preguntó Ricardo.

–No mucha, prácticamente todo lo que se ha dicho en la reunión es lo que sabemos– respondió Elsa.

–¿Prácticamente?– insistió Ricardo.

–El comandante que ahora está a cargo del condado no parece querer colaborar demasiado, y puede que sepa algo más, pero no creemos que haya ayudado al visitante a entrar o matar a los condes. Es de origen plebeyo, así que probablemente lo verá como un héroe, pero también se le considera leal y estricto. Más bien da la impresión que no se ha enterado de lo que pasaba en el condado hasta que esto ha sucedido. Lo peor es que dejó que la información corriera libremente.

–¿Es un problema? ¿Deberíamos deshacernos de él?

–No, ahora ya no tiene remedio. Podemos dejarlo en su posición un tiempo o nombrar nuevos condes, pero no cambiará nada. Seguramente el visitante ya está lejos– asumió Elsa.

–¿Y hacia dónde podría ir?

–Esa es una buena pregunta. Hemos descartado los bosques que estábamos vigilando, ya que su nivel tiene que ser mayor de 25, pero no podemos saber hasta dónde ha llegado. Tenemos gente vigilando las fronteras, por si intenta salir del reino, ya que si lo hace nos será difícil actuar. Pero en realidad no tenemos ni idea.

–Entiendo. ¿Alguna sugerencia para las tropas regulares?

–No mucho. Que estén preparadas, pero poco más. Eso sí, intenta que nos envían información de todas las mazmorras, quién entra y quién sale. Quizás vaya a alguna, aunque, sin saber su nivel no podemos saber a cuál.

–Entiendo. Me encargaré de ello. ¿Y cómo va el plan B?

–El asesinato de los condes ha convencido a los indecisos, así que podremos llevarlo a cabo. El problema será cómo mantenerlo activo hasta que sea necesario. Un año no será un problema, incluso dos. Pero si no da señales de vida durante más tiempo, será difícil justificarlo.

Ricardo asintió. Esperaba que pudieran solucionarlo antes, pero era reconfortante saber que se estaban preparados para el peor de los casos.

Regreso a Jorgaldur Tomo I: el mago de batallaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora