En 46, Eldi había recuperado Electrólisis, que básicamente aplica electricidad al agua, causando daño y parálisis, y que tan sólo tenía en 3.
Luego había obtenido Tormenta de Arena, que ciega tanto a adversarios como a aliados, o incluso a él mismo, en la zona donde desata dicha tormenta. Es difícil atacar a los enemigos dentro de la tormenta y su coste es alto, pero resulta útil para ganar tiempo, y lo tenía en 6.
Y en 48 había desbloqueado Disimular, un hechizo que permite ocultar la propia fuerza, pudiendo esconder tres cuartas partes de su poder en nivel de afinidad 10, que es el que tenía. Lo habían usado a menudo cuando tenían que farmear en niveles bajos, evitando así que las presas se escaparan al sentirlos. Cabe decir que no es absoluto, pues si se usa más poder del que corresponde al nivel que se está falsamente mostrando, éste pierde su efectividad.
La habilidad Cabezazo, que tenía a 8, es un golpe rápido con la cabeza que permite noquear a tu adversario y generarle daño, a cambio de sufrir tú mismo las consecuencias, menos si llevas casco.
En 47 había ganado Codazo, un golpe con el codo mucho más fuerte que si se produjera sin la habilidad. Su efecto es similar a Cabezazo, pero menos efectivo y sin contraindicaciones, además de más barato y que había usado a menudo, sobre en cierto tipo de misiones. Por ello, estaba en 10.
Y en 48 estaba Boxeo, habilidad para ser más efectivo con los puños e imprescindible, junto a las dos anteriores, para las peleas en tabernas, muy populares en el juego. También la tenía en 10.
La victoria había sido mucho más avasalladora de lo que cabía esperarse contra enemigos de un nivel muy superior al suyo, pero también había heridos y armas rotas. Descansaban y se recuperaban bajo la influencia de Santuario, mientras algunos estaban de guardia y otros exploraban los alrededores.
Eldi también descansaba, un tanto agotado, y con su maná al mínimo después de tratar a los heridos y repartir bendiciones entre los exploradores.
–Parece que se concentran en el centro de la ciudad. Hemos detectado treinta sapos, pero debe de haber más. No nos hemos podido acercar mucho– informó una exploradora.
Era lo que se temían, que estuvieran en una zona que bordeaba un lago artificial, cerca de la tierra y del agua. Había allí grandes construcciones, o se podría decir también que grandes agujeros, donde los anfibios podían guarecerse. Y una de ellas era la habitación dedicada a la artesanía, donde quizás pudiera aún haber alguna plataforma que llevarse de vuelta, algo muy valioso para ellos.
También era la zona donde podían encontrarse escritos, pues no esperaban encontrar armas o tesoros, ya que, probablemente, los habitantes de la ciudad se las llevaron con ellos cuando la abandonaron. Sólo algo tan grande como una plataforma de artesanía tenía posibilidades de haberse quedado atrás.
–Cuando lleguen los demás nos retiraremos. Es demasiado peligroso quedarse aquí más tiempo– anunció Fita.
Era algo que ya se había hablado. Su misión era explorar, hacerse una idea de la situación allí y, si había suerte, conseguir traerse de vuelta lo que encontraran. Pero no iban a arriesgar las vidas del grupo más allá de lo necesario
Sin embargo, cuando regresaron los exploradores encargados de la zona occidental de la ciudad, sus planes dieron un vuelco.
–Hay más de cuarenta de esos sapos rodeando un edificio enorme, creo que la biblioteca. Hay diez por nivel como mínimo, y el edificio tiene cuatro o cinco niveles– explicó una de las exploradoras.
A diferencia de los edificios en la superficie, que se alzan hacia el cielo, allí cada planta da a un nivel diferente, cada uno con sus calles y edificios. Normalmente se puede entrar directamente por cualquiera de los niveles, por lo que también eran usados para pasar de un nivel a otro.
La enorme biblioteca había aprovechado aquello para concentrar el conocimiento de un planta de acuerdo con el nivel en el que estaba. Así, la planta infantil daba a un nivel donde se habían concentrado guarderías o colegios. O la zona que contenía información de armas o técnicas de lucha, daba a la que había acogido a los guerreros y sus instalaciones.
–Había una transmisión hacia otro nexo. Les decían que no entraran, que lo sellaran de una vez y se despedían, que aguantarían lo que pudieran, pero que no podían escapar. ¡Son de los nuestros, son hermanos, llevan varios días atrapados!– relató exaltado otro de ellos. Le era difícil controlar sus emociones.
Aquellas palabras sobresaltaron los corazones de todos los presentes. No podían irse sin más y darles la espalda, por mucho que hiciera cientos de años que no habían tenido contacto con ellos.
Fita miró a Eldi para decirle algo, pero éste se adelantó.
–Si vas a decirme que no hace falta que vaya, que es cosa vuestra, pierdes el tiempo– declaró éste, adivinando sus intenciones.
Ella se sorprendió de que supiera lo que iba a decir, pero no así sus compañeros. Era algo típico de ella, y hasta el extranjero estaba empezando a conocerla. Esbozó lo que en el pueblo-topo es una sonrisa y asintió agradecida. Todos estaban de acuerdo, ahora sólo quedaba diseñar un plan.
Uno de los sapos miraba aburrido hacia una de las entradas de la biblioteca, por la que no cabía. Y las grandes puertas por las que hubieran podido entrar, habían sido selladas siglos atrás. No entendía que hacía allí, sólo que no debía dejar salir a ningún bicho, avisar si aparecían por aquel pequeño agujero, y que eran órdenes del sapo alfa. No tenía la inteligencia para valorar su situación, pero sí para obedecer a quien era mucho más poderoso que él, a quien, a nivel 60, había adquirido la habilidad de desarrollar su cerebro más allá de lo que se supone a su especie.
Un bicho de varios niveles por debajo del suyo apareció de pronto a lo lejos, y huyó dentro de una construcción con la entrada lo suficientemente grande para el sapo, que ni siquiera se planteó ignorar sus instintos y no cazar a una apetitosa presa.
La presa estaba atrapada, no podía escapar de allí, y se acurrucaba contra la pared más alejada, así que se acercó para tenerla al alcance de su lengua. Sin embargo, el suelo cedió bajo sus patas, provocando que cayera sobre el hielo puntiagudo del fondo. De repente, muchos de aquellos bichos salieron de entre las sombras y lo atacaron, sin darle tiempo a contraatacar o croar la alarma.
Sin alzar la voz, los guerreros-topos se prepararon para avanzar. Era el tercer sapo del que se deshacían, todos nivel 50 o 51, consiguiendo así despejar el camino hacia la biblioteca. Habían decidido empezar por la planta más baja, pues querían evitar tener que dividirse en dos frentes, el de encima y el de abajo.
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Regreso a Jorgaldur Tomo I: el mago de batalla
FantasyCuando muere en su cama debido a su avanzada edad, aún recuerda a una NPC de un MMORPG que jugó en su juventud, sin entender por qué nunca ha podido olvidarla. Pero cuando vuelve a abrir los ojos, se encuentra con la ruinas de lo que era el inicio d...