–Eldi, prepárate– se oyó de repente la voz de Caranlín.
Muchos la escucharon, sin tener ni idea de que estaban tramando, y tampoco le prestaron mucha atención. Les preocupaba más los enemigos que tenían frente a ellos, ante los que no podían dudar ni por un momento. Y también las defensas que estaban a punto de colapsar.
Pero si había algo que les inquietaba de verdad, era la breve pausa en los ataques a rango, la calma antes de la tormenta, tormenta que era presagiada por la concentración de poder mágico. Era evidente que el general estaba preparando el ataque final.
Eldi corrió hacia centro de la formación, mientras los debilitados escudos apenas resistían. Fue entonces cuando todos percibieron con claridad los estallidos de poder que surgían desde la retaguardia de las líneas enemigas, desde todos las direcciones, los cientos o miles de ataques que se dirigían hacia ellos. Era lo que sus enemigos habían estado planeando, habiendo esperado a que las defensas se debilitaran y los guerreros cansaran.
Y no sólo era magia, sino que los ataques físicos también se habían multiplicados. Aquellos que escupían veneno habían concentrado toda su reserva en un único ataque. Las púas o espinas más grandes se habían reservado para este momento, junto a todas las pequeñas que les quedaban. Rocas enormes eran lanzadas con el esfuerzo conjunto de varios insectos de grandes proporciones. Y los guerreros corruptos más poderosos avanzaban hacia el frente para aprovechar el momento definitivo, haciendo a un lado sin la misma consideración a sus aliados.
–¡Eldi! ¡Ahora!– gritó la líder –¡Guerreros, un paso atrás! ¡Todos, detened la ofensiva! ¡Disnalor, empieza cuando te lo ordene!
Nadie entendía las órdenes, y las miradas de todos los que no estaban inmersos en la lucha cuerpo a cuerpo iban de Eldi a la lluvia de ataques que se dirigía hacia ellos.
Vieron estos que el visitante tenía doblado los brazos en sus costados, como si estuviera empujando una pared invisible que lo aprisionaba. Aunque lo más impactante era la concentración de maná que estaba extrayendo de sus ser, a una velocidad de vértigo.
De repente, extendió los brazos y una densa cortina los cubrió, tapando incluso la luz del sol. No quedaron a oscuras, pues un mago había creado una bola de luz por orden de Caranlín, y ahora entendía el porqué.
Parecía como si cientos de miles de pequeñas piedras giraran alrededor, rodeando el perímetro, como si estuvieran en el ojo de un terrible huracán. Miraban a su alrededor estupefactos, y a Eldi, que no se movía de su posición. Gotas de sudor resbalaban por su frente. Daba la sensación que estaba aguantando con sus manos aquel huracán, y, en cierta forma, así era.
–¿Qué está pasando?– se preguntó en voz alta un mago elfo, mirando la escena con sus muy abiertos ojos azules.
–Pero...– musitó una guerrera elfa, mirando hacia el frente, donde un momento antes se estaba enfrentando a un enorme lobo, y donde ahora sólo había una especie de cortina que giraba a gran velocidad.
–¡Tenéis menos de veinte segundos para descansar y prepararos para el siguiente asalto! ¡Tomad las pociones de regeneración y recuperad el aliento! ¡Los heridos id a que os curen antes de que volvamos a empezar!
Todos se sentaron sin dejar exclamar, murmurar y mirar a todos lados. Un pequeño descanso era mucho mejor que nada. Todos menos Caranlín, Eldi, Disnalor, los sanadores y los heridos. No eran heridas graves, y por ello habían seguido luchando, pero, ahora que tenían la oportunidad, debían aprovechar para recibir el poder de los hechizos de curación. Luego volvieron a sus puestos, sin dejar de asombrarse por la escena apocalíptica que parecía envolverlos,.
–¡Ahora Disnalor!– gritó de nuevo la elfa de pelo rojo.
El mago, que por fin entendía las razones por la que había estado a la espera, estaba impaciente por empezar. Había estado mirando fijamente a Caranlín, y, en cuanto dio la orden, empezó el largo encantamiento. Parecía una sólo canción, pero evocaba en cada nota, en cada palabra, un terrible y oscuro propósito.
–...que la ira de los muertos se abalance sobre nuestros enemigos...
–...ábranse las puertas del abismo...
–...engulle su esencia...
–...devuelve sus almas otra vez al inicio del ciclo...
Con los pelos de punta, el resto de los combatientes lo miraban ensimismados, aliviados por que el terror que evocaba aquella melodía no estuviera dirigido hacia ellos.
Mientras, a lo lejos, el general estaba anonadado. El mismo plan que otras veces había funcionado a la perfección había sido anulado por un hechizo del que jamás había oído. La magia que se estrellaba contra aquella especie de tifón se dispersaba a medida que penetraba en él. Las rocas eran destruidas y rechazadas. Del veneno o espinas, ni siquiera quedaba rastro.
Se encontraba entre furioso por el fracaso de su ataque total, indignado por que le hicieran frente, y preocupado por no saber que hacer a continuación. No tenía ni idea cuánto podía durar o si lo podían lanzar más veces. Lo único que sabía es que era impenetrable.
No estaba seguro si debía atacarlo hasta destruirlo, esperar o retirarse. Si hacía esto último, se le habría escapado una victoria, pero al menos las pérdidas no serían muy altas. Necesitaría un tiempo para que sus tropas recuperaran el poder, pero nada más. Sin embargo, podía perder la confianza que su señor había depositado en él.
Intentando tomar una decisión, se quedó mirando aquel extraño espectáculo hipnótico, al igual que hacían sus tropas. Éstas, sin órdenes claras, se habían detenido sin saber que hacer. Las más próximas a aquella especie de huracán habían sido repelidas, y su instinto les decía que era mejor no acercarse.
Hubiera estado más confiado el general si supiera que sólo duraba veinte segundos, y que sólo podía invocarlo uno de ellos y costándole todo el maná, aunque también es cierto que lo recuperaba más rápido que nadie, en quince minutos con pociones de recuperación.
Lo que su poca experiencia en afrontar situaciones imprevistas no le avisaba era que, detrás de aquella Fortificación de Rocas, podía estar fraguándose otra pequeña sorpresa, una que le iba a resultar muy desagradable.
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Regreso a Jorgaldur Tomo I: el mago de batalla
FantasyCuando muere en su cama debido a su avanzada edad, aún recuerda a una NPC de un MMORPG que jugó en su juventud, sin entender por qué nunca ha podido olvidarla. Pero cuando vuelve a abrir los ojos, se encuentra con la ruinas de lo que era el inicio d...