De alguna forma, el collar parecía reaccionar con la niña, a la que todos miraban fijamente. Ésta se volvió hacia el hombre que había estado encapuchado, mirándolo con los ojos brillantes, con expectación.
–Papá, ¿ahora podremos ir a buscar a mamá?
Su padre se acercó a ella y la abrazó, con lágrimas en los ojos.
–Aún no. Pero quizás podamos ir pronto. ¿Por qué no vas con la abuela y le enseñas el collar a ella y a los otros niños?
–¡Vale!– exclamó está.
Se liberó del abrazo y corrió hacia una mujer anciana, llamando a los niños al mismo tiempo. Todos corrieron tras ella, y la mujer se los llevó con palabras amables, y con la intención de llevarlos a dormir. Era muy tarde para ellos, y los asuntos que se debían tratar no eran para niños, por mucho que estos niños tuvieran más de cien años.
En cuanto se hubieron marchado, volvió a arrodillarse, esta vez ante Eldi, y mientras los elfos presentes se alejaban. Aquel era un asunto en el que no debían entrometerse. Sabían muy bien quiénes eras los seres con los que habían estado conviviendo durante décadas, así como su importancia.
–Yo, Menxolor, quiero disculparme por mi actitud, y agradecerte los que has hecho por mi pueblo. Por habernos devuelto la esperanza.
El alto humano lo miró, sin acabar de entender que estaba sucediendo, pero consciente que había algo muy importante en aquel collar. Se agachó y agarró suavemente al hombre de los antebrazos. Que se arrodillaran ante él era una escena demasiado perturbadora para alguien que había vivido en un mundo con otra cultura y tradiciones.
–Por favor, Menxolor, levanta. Levantad todos.
Dudaron un momento, pero todos los hicieron. Aunque no por ello dejaron de mirar con reverencia a aquel extranjero salido de la nada que había obrado un milagro.
–¿Puedo... Puedo preguntarte cómo has sido capaz de hacerlo?
Eldi miró al cielo un momento, vislumbrando las estrellas que las copas de los árboles no acababan de ocultar. Hacía rato que estaba recabando sus memorias sobre aquella extraña receta. Luego volvió a mirarlo a los ojos.
–Fue hace setenta u ochenta años, cuando aún no sabía que este mundo era real. Soy lo que llamáis un visitante– empezó.
Muchos abrieron los ojos hasta su límite, pues aquello tenía muchas connotaciones. Ni siquiera estaban seguros de cuántas. Hasta entonces, la identidad del visitante no había sido revelada.
–Fue una misión un tanto peculiar, una que hice con dos compañeras. Al final nos encontramos con una mujer extraña que decía llamarse el Alma de la Llama.
Se detuvo un momento ante las exclamaciones ahogadas. Muchos temblaban, y sus ojos le pedían que continuara. No había duda de que aquella mujer era alguien importante para ellos.
–A mí me dio la receta para crear el collar, algo que en aquel momento no me servía para nada. A mis compañeras también les dio algo que recuerdo que tampoco necesitaban, pero he olvidado el qué. Lo que no he olvidado es lo que nos pidió después. Nos dijo: "Mi pueblo necesitará vuestra ayuda en el futuro. Te ruego se la prestes." ¿Se refería a hacer el collar?
En aquel momento, el hombre volvía a estar en el suelo, aunque no arrodillado. Sus piernas le temblaban y no era capaz de sostenerse. Esa misma escena se repetía alrededor, pocos eran los que quedaban en pie.
–¿Cómo... Cómo he podido ser... tan poco respetuoso... con el...Elegido? Te ruego que me perdones, que nos ayudes. Toma mi vida como compensación, pero no nos abandones. Te lo ruego– sollozaba Menxolor.
Estaba totalmente hundido, llorando, su rostro desencajado por la calamidad que podía haber traído a su pueblo. Pero Eldi no podía tenérselo en cuenta. Es cierto que le había molestado un poco su actitud, pero sólo había sido un poco antipático. Tampoco es que le hubiera mentido, engañado, insultado o atacado. De hecho, para él, ahora ya carecía completamente de importancia.
–No hay ninguna razón para querer tu vida. Dime en qué os puedo ayudar. No sé si está en mi mano, pero haré lo que pueda– aseguró en tono amable.
La falta de arrogancia les sorprendió. En sus historias, los héroes solían ser orgullosos y arrogantes, capaces de explotar con furia ante la más mínima de las ofensas. Pero aquel hombre parecía simplemente una persona normal y corriente, una con un gran corazón.
–Mi... Nosotros... pertenecemos a los Guardianes del Norte. Somos un pueblo de gran poder, o lo éramos. Nuestro deber era guardar la zona norte del bosque de los peligros que acechan más allá. Nuestro deber era nuestra razón para vivir, nuestro destino, nuestro orgullo, nuestro honor. No hubiera sido más que una pequeña molestia evitar la plaga que ahora azota el norte, el lugar que fue nuestro hogar.
Eldi escuchaba atentamente, cuando el hombre se calló y una mujer que aparentaba unos sesenta años se acercó. Por supuesto, en realidad tenía muchos más, cientos. Quizás miles. Sin demorarse, ésta continuó la historia.
–Hubo un traidor entre nosotros, uno que anhelaba poder, uno en el que confiábamos. Demasiado tarde nos dimos cuenta de su codicia. De que en sus ojos no estaba defender el mundo, sino hacerlo suyo.
»No dudó en matar a quiénes se interpusieron en su camino, en sembrar la semilla de la codicia en los corazones de otros, en estar dispuesto a sacrificar a todo nuestro pueblo para ganar poder. Cuando lo descubrimos, era ya demasiado tarde para enfrentarlo, pero sí para evitar que se hiciera más fuerte y acabara con toda esperanza.
»Sellamos nuestro hogar, a nuestra familia, a nuestros amigos. A todos excepto a los que estamos aquí. Nuestra misión es encontrar la llave que nos permita volver, y encontrar a los tres héroes que anuncia la profecía. Sólo entonces tendremos la posibilidad de atravesar el Bosque Corrupto, y recuperar nuestro hogar y a los nuestros. Tú eres uno de ellos. ¿Nos... ayudarás?
Había esperanza y ruego en la voz entrecortada de la mujer, a la que Eldi miraba con el rostro muy serio, solemne. Era como una de las misiones del juego, pero ahora su vida estaría en juego. Sin embargo, no podía simplemente desentenderse.
–Todavía tengo que recuperar mi fuerza, y tengo asuntos pendientes que atender. Pero cuando termine, volveré.
Le costó muchos esfuerzos a Eldi conseguir que volvieran a levantarse, que dejaran de arrodillarse y darle las gracias. Es cierto que aún había mucho que hacer, que había muchos peligros e incertidumbres en su camino, pero, por primera vez, había un camino a recorrer. Por peligroso que fuera, había uno.
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Regreso a Jorgaldur Tomo I: el mago de batalla
FantasyCuando muere en su cama debido a su avanzada edad, aún recuerda a una NPC de un MMORPG que jugó en su juventud, sin entender por qué nunca ha podido olvidarla. Pero cuando vuelve a abrir los ojos, se encuentra con la ruinas de lo que era el inicio d...