Escapando (I)

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Tras la ejecución de la condesa, había ganado un nivel y más de medio del siguiente, con lo que estaba en 29 y había desbloqueado Protección del Dormilón. Es un hechizo que forma un escudo estático sobre una zona no muy extensa, que se camufla con el entorno, e impide la detección de quien está dentro. Además, en el caso de que sea dañado, produce una intensa reacción capaz de despertar de su sueño a su creador. Es el hechizo perfecto para descansar en zona peligrosa, y era una broma en el juego, pues no tenía mayor utilidad. Sin embargo, no era así ahora. Lo tenía en 2, y se propuso subirlo cuanto pudiera, pues dura una hora por nivel de afinidad. Aunque necesitaba bastante maná, así que tardaría en llevarlo a un nivel alto.

También disponía ahora de Proteger, habilidad que comparte el daño que recibe un aliado con uno mismo, asumiendo la mitad del que se le haga. Lo había usado muy a menudo, tanto con Gjaki como con Goldmi, y lo tenía en 10.



Dina aún temblaba en sus brazos, pero exclamó de alegría al ver quien acababa de llegar.

–¡Dina!

–¡Papá!

Le entregó la niña a su padre, quien la abrazó con lágrimas en los ojos, ignorando por un momento el cadáver que yacía allí. Que su hija estuviera bien era todo lo que le importaba, el mundo podía esperar.

Mientras tanto, Eldi registraba la habitación. Lo único interesante que encontró fueron unas cartas que hablaban de vigilancia en los bosques Zafiro, Esmeralda y Rubí para encontrar un objetivo no especificado, pero no le costó mucho de imaginar que se trataba de él. Al parecer, la guerra había comenzado antes de que lo supiera.

–Mi nombre es Eldi– se presentó cuando se hubieron calmado.

–¡Yo soy Dina!– exclamó la niña, lo que hizo sonreír a los dos.

–Me llamo Galdho– se presentó, estrechándole la mano, pero sin soltar a su hija con la otra.

–Me gustaría que me explicaras exactamente que está pasando aquí, pero primero tenemos que encontrar un lugar seguro. Dime, ¿qué piensas hacer?– preguntó Eldi.

–Habíamos venido desde lejos por un oferta bastante buena de trabajo temporal, para enseñar a algunos aprendices, y luego volver a casa. No esperaba que...

–Entonces, si puedo sacaros fuera de la ciudad, ¿podréis volver?

–No habría ningún problema si tuviera mis armas y comida, pero ya no tengo nada– se lamentó Galdho, que sólo estaba cubierto por una sábana.

Todas sus pertenencias habían sido confiscadas y sus ropas estaban totalmente destrozadas. No tenía ni idea dónde estaban o cómo recuperarlas. Ni siquiera si no habían sido simplemente vendidas.

Eldi pensó en que cogiera algo de ropa del conde, pero el lujo de aquellas ropas podría ocasionarle problemas, además de que no era de su talla, así que le dio ropa interior que tenía en el inventario y su armadura nivel 20.

El cazador la miró un tanto desconcertado, pero se la puso, sorprendido por la calidad de una armadura que se ajustaba a él. Era una capacidad que no solían tener armadura de nivel menor de 50, pero aquella la tenía. Pero aún se sorprendió más cuando le entregó un arco, una espada y una daga, además de flechas. Todo era de alta calidad, algo que incluso los nobles tendrían dificultad en conseguir a ese nivel, lo que hizo que se quedara sin habla.

–Esperad un momento– les pidió Eldi, mientras la niña tocaba la nueva armadura de su padre con curiosidad.

El cazador se asomó, sin dejar que su hija mirara hacia el interior de la habitación. Para su sorpresa, Eldi estaba grabando una marca en la cabeza de la condesa, una marca que no era en absoluto desconocida y que no se había fijado que también la había sido grabada en el conde. Era un marca que pocos en el reino desconocían, algo que no se había imaginado cuando le había dicho su nombre, pero, en cierta forma, ahora todo cobraba sentido.

–¿Eres Eldi Hnefa?– preguntó conmocionado cuando éste cerró la puerta tras de sí.

Eldi asintió, preocupado por lo que podría representar. Pero padre e hija lo miraban con adoración.

–¿¡De verdad!? ¿Eres ese Eldi, el héroe?– exclamó la niña.

–Ahora no es el momento. Debemos salir de aquí antes de que alguien dé la alarma– respondió éste, aunque dio una palmadita sobre la cabeza de ésta.

–Pero tú podrías...– empezó a decir Galgho, pero fue interrumpido.

–Aún no he recuperado mi poder. Podría ser peligroso si no salimos– zanjó la discusión.

Sin soltar a su hija y siguiendo a quien era un héroe para todos los plebeyos, no dejaba de observarlo. Era cierto que su nivel no era excesivamente alto, aunque sí impresionante, si era cierto lo que se decía que había vuelto apenas hacía unas semanas. Y que los hubiera salvado, que se hubiera arriesgado a ir hasta allí sin estar plenamente en forma, hacía que lo admirara aún más. Le estaría eternamente agradecido. Aunque no fue eso lo que pensó cuando los hizo bajar por el montacargas.

–¡Ha sido divert...!– se entusiasmó la niña, antes de que su padre le tapara la boca, y le hiciera un gesto con el dedo para que guardara silencio.

Ella asintió, tras lo cual su padre retiró ls mano. Y tanto él como Eldi tuvieron que hacer esfuerzos por no reírse ante la actitud de la niña, que apretaba la boca con fuerza como lo había hecho antes con los ojos.

Eldi salió por la puerta de la cocina para echar un vistazo, comprobando que no hubiera nadie. Pero cuando iba a llamarlos para que lo siguieran, un hombre de unos sesenta años abrió una puerta cercana y sus ojos se encontraron con los suyos.

–¿Quién eres y qué haces aquí?– le exigió.

Iba vestido con un uniforme militar, había desenvainado la espada y, lo que era peor, su nivel era 51. Eldi no podía esperar vencerlo en una pelea, y menos aún evitar que el sonido de la batalla atrajera al resto de soldados. A diferencia de los condes, era alguien acostumbrado a la batalla, algo que las cicatrices de su rostro atestiguaban.

Dudó. Si estuviera solo quizás podría intentar distraerlo y llegar hasta el pasadizo, pero en la cocina estaban padre e hija. No podía dejarlos allí.

Regreso a Jorgaldur Tomo I: el mago de batallaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora