Despedida

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–No hay manera, creo que sólo puedes usarlo tú– lamentó Lidia, devolviéndole aquella especia de llave a su padre.

Eldi se encogió de hombros, guardando la llave que había usado para desbloquear los pasadizos que llevaban al interior de la residencia del duque, llave que había conseguido en el juego tiempo atrás, en una de aquellas misiones únicas que ahora sabía que habían sido reales.

Ambos habían entrado y habían dejado los cuerpos de los jóvenes nobles en la gran sala de recepciones, con la intención de que fueran descubiertos y sirvieran de aviso. Lidia esperaba mantener así a raya a los nobles, hacerlos creer que estaban vigilados y que sus crímenes ahora sí iban a ser castigados. Pretendía asustarlos y acabar con su sensación de impunidad.

Por otra parte, la alta humana había mandado un mensaje a los rebeldes para confirmar la presencia de Eldi, además de justificar la necesaria ausencia de éste durante el tiempo que necesitaba para subir de nivel. Que lo supieran los nobles les era también beneficioso, pues la líder rebelde sabía que la amenaza de un enemigo oculto era más que efectiva, mientras que la falta de noticias les hubiera podido hacer creer que había muerto o huido. Al fin y al cabo, era una estrategia que había usado durante años.

Lo único que lamentaba era tener que abandonar a su reencontrado padre, pero había mucho que hacer en Engenak, y él debía de recuperar su poder, siendo mejor que lo hiciera fuera del reino. Si no, habría peligro de ser descubierto.

Ahora, el mayor problema era como atravesar la frontera sin levantar sospechas, pues incluso los caminos ocultos de los traficantes estaban vigilados, no por soldados, sino por los propios traficantes o el gremio de asesinos. Es cierto que había amigos que los podían ayudar, pero también enemigos que estaban al acecho.



–Cuídate mamá. Da recuerdos a la abuela de mi parte– se despidió una mujer de pelo rojo, nariz aguileña y ojos marrón claro.

Subida en el carro, junto a otros viajeros que iban o volvían al reino de Goltrenak, se encontraba una mujer algo mayor, también de pelo rojo, y cuyo aspecto tenía cierta similitud con la joven que se despedía de ella, su hija.

La despedida era sincera, ambas se echarían de menos, una escena habitual en aquel lugar fronterizo. Aunque quizás la mirada sarcástica que nadie percibió, excepto su hija, era algo menos habitual. Ésta le devolvió la mirada, con la mano en su boca para ocultar su risa, algo que quienes veían la escena creían que era para tapar sus lágrimas.

Lidia se había divertido mucho maquillando a su resignado padre. Y si bien le partía el corazón verlo marcharse, no podía evitar que también la situación le pareciera divertida. No podía olvidar las múltiples quejas de éste, preguntando si "no había una forma mejor", o reprochándole que "estuviera disfrutando con ello". Aunque también sabía que, en parte, estaba jugando, como lo había hecho cuando eran pequeños, cuando los dos hermanos lo intentaron maquillar como a un payaso y acabó como un cuadro de Picasso.

También resbalaban lágrimas no fingidas por sus mejillas, mientras que Eldi se esforzaba en contener las suyas, pues podían estropear su disfraz, no dejando de mirar a su hija hasta que la perdió de vista tras un recodo del camino. Dejaba atrás algo que acababa de encontrar, algo que cuando volvió a Jorgaldur no sabía si todavía estaría allí, ni siquiera si había sido real, a una parte de su familia. Cuando cruzó la frontera lo hizo con el corazón mucho más decidido que antes de encontrarla. Ahora tenía una razón mucho más poderosa para luchar, y para volver.

Por su parte, Lidia volvió a la posada a recoger sus cosas, más que nada para mantener las apariencias. No tardaría en irse de allí, pues tenía mucho trabajo que hacer ahora que había encontrado a su padre y había nobles a los que intimidar. Pero antes de salir de la habitación, sacó su espada y la abrazó con fuerza, deseando que llegara pronto el momento de volverse a reunir con él.



Con su armadura y armas en el inventario, su verdadero nivel oculto tras Disimulo, su apariencia de mujer poco atractiva de mediana edad, exaventurera con algunas cicatrices, y tras la emotiva despedida con su hija, nadie sospechó que detrás de aquel rostro se escondía el del visitante que todo el reino estaba buscando. En su bolsa llevaba ropa de mujer, comida y algunos recuerdos, nada sospechoso ni excesivamente valioso, así que no tuvo mayores problemas para salir de Engenak ni para entrar en Goltrenak.

Se pasó el viaje simulando estar mareada para no tener que hablar, resultándole sumamente embarazoso forzar algo parecido a una voz de mujer en las pocas palabras que pronunció. No obstante, no viajo en ésta mucho tiempo, pues se bajó cuando llegaron a la segunda aldea. El carruaje lo dejó frente a ésta y siguió su camino. Estaba a unos cien metros de la aldea, pero en lugar de dirigirse hacia allí se adentró en el bosque.

Se cambió la ropa, poniéndose la armadura, y estuvo un buen rato para quitarse el maquillaje, imaginándose lo que su hija se hubiera reído de él de haber estado allí. Y aunque le hubiera resultado embarazoso, si hubiera podido elegir, hubiera querido que tenerla cerca.

Cuando estuvo preparado, se adentró en el bosque, esperando encontrar material y, quizás, enemigos adecuados para subir de nivel. Era una zona nivel 45-50, pero lo más importante era que había una pequeña mazmorra de sólo una planta, que en el juego se usaba a menudo para levear, pues era amplia y tenía muchos enemigos a los que derrotar, además de no especialmente peligrosos. Lidia no había oído hablar de ella ni salía en los mapas, así que, o había sido olvidada o ya no existía.

Valía la pena buscarla, pues tan sólo se arriesgaba a perder un poco de tiempo. Y una mazmorra olvidada, donde no hubiera nadie que pudiera reconocerlo, era el lugar ideal para subir unos niveles y, quizás, conseguir algo de metal y hongos mágicos.

Así pues, su asistente empezó a recoger madera y algunas hierbas, mientras él avanzaba a través del bosque, buscando pistas que coincidieran con sus recuerdos del juego y lo llevaran hasta su destino.

Regreso a Jorgaldur Tomo I: el mago de batallaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora