El nacimiento del río

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Un Jaguar Cobalto, cuyo nombre viene del color azulado de su piel, fue el primer animal en atacar al ser de dos patas que no pertenecía a aquel bosque. Confiaba en el ataque sorpresa, desde el árbol de hojas azuladas en el que se camuflaba, para cazar a su presa, la cual tenía tres niveles menos.

Sin embargo, ésta tenía más recursos de los esperados, incluyendo un Oído de Murciélago que le avisó del peligro, por lo que rápidamente empuñó su hacha. Usó entonces Bloquear contra el animal, al que dañó levemente con el Aura de Fuego, e inmediatamente invocó una Tormenta de Arena.

Al igual que el jaguar, Eldi estaba cegado por su propio hechizo, pero tenía ventaja. El felino había sufrido daño en sus ojos y estaba confundido, mientras que el hombre sabía perfectamente cuál era la situación, y Agudizar Sentidos le permitía localizar a su oponente.

Invocó una Explosión de Hielo para dañarlo y ralentizarlo, al mismo tiempo que lo que alcanzaba con Despedazar. Sin saber de dónde le venían los ataques, habiendo fallado la emboscada y cegado, el cazador decidió huir, aunque no sabía muy bien hacia dónde. Así que simplemente saltó en la dirección contraria del último ataque, sin saber que allí le esperaba un Muro de Roca.

Eldi había colocado el Muro allí, y alrededor algunos de Tierra, con otros de Hielo justo delante. Rodearlo completamente con Muros de Roca hubiera supuesto un gasto excesivo de maná, así que confió en un medio alternativo por si escapaba en otra dirección.

Era una imagen casi cómica ver al robusto felino estamparse contra el Muro y caer en la trampa creada con Poder del Topo. Aunque no le había dado tiempo de crear Carámbanos, la presa que había pasado a ser cazador no dejó escapar al cazador que había pasado a ser presa. Usó el martillo para acabar con él, bastándole con golpes normales del arma para no dejarlo salir.

Prefería no usar la lanza o el hacha ahora que ya no le eran imprescindibles, pues así dañaba lo mínimo posible la valiosa piel, que pronto fue reclamada por su diestro asistente, así como la carne o los colmillos. Había gastado bastante maná en aquella lucha, pero había conseguido así una victoria sin demasiado riesgo, en una de las estrategias que había estado madurando mientras estaba en el carro. Además, aún le quedaba casi la mitad y se recuperaba rápidamente. No obstante, si tenía otro encuentro demasiado pronto, tendría que ser más comedido.



Encontró huellas y vislumbró algunas sombras, pero no volvió a ser atacado antes de llegar al río. Tenía éste unos cinco metros de ancho, aunque era difícil apreciar la profundidad. Esperaba que fuera la pista que estaba buscando, y no un río sin ninguna relación.

Se aproximó al agua, pero inmediatamente dio unos pasos atrás. Oído de Murciélago había vuelto a avisarlo, y no tardó en descubrir una silueta que volvía a perderse en la profundidad, al haberse alejado su posible presa de la orilla.

Por un momento, se le pasó por la cabeza la idea de intentar cazar a aquella criatura, quizás usando algún cebo, pero la desechó. No tenía sentido correr el riesgo sin necesidad, ni acabar con uno de los depredadores que mantienen el equilibrio del lugar sin una razón. Como muchas veces había repetido en el pasado un biólogo amigo suyo, los depredadores son parte imprescindible del ecosistema, y muy difíciles de recuperar si desaparecen.

Se separó un poco más del cauce y siguió su curso en dirección contraria. Tuvo que sortear pequeños afluentes, rodear varios desniveles, soportar repetidos arañazos por parte de plantas espinosas, y sufrir algunas mordeduras de insectos, hasta que empezó a usar el Aura de Hielo para ahuyentarlos.

También tuvo que enfrentarse a una enorme serpiente de más de cinco metros de longitud. Por suerte para ella, pudo escapar al agua cuando se dio cuenta de que no era una presa a la que pudiera someter, aunque el reptil tardaría un tiempo en curarse de las quemaduras.



El río se iba reduciendo a medida que retrocedía hacia su origen, así como se reducían los peligros que escondía y el terreno se iba haciendo más escarpado.

Estuvo un buen rato examinando una cascada antes de tener que confiar en Escalar para subir por ella. Era tan hermosa la visión de las aguas cayendo sobre la roca como temible la caída. Y cuando finalmente superó el desnivel, se encontró con una imagen aún más bella, que parecía sacada de un cuento de hadas.

Un enorme lago ocupaba el lugar, desbordándose por el precipicio y creando la cascada junto a la cual había ascendido. Varios grupos de hermosas plantas flotaban sobre la superficie, sólo perturbada por el fuerte impacto del agua en el otro extremo, agua que llegaba desde otra cascada, algo más ancha y de menor altitud.

La luz atravesando el salpicar del agua creaba un hermoso arcoíris, que desaparecía entre la frondosa vegetación que rodeaba la enorme reserva de agua. A lo lejos, podían verse unos herbívoros azulados, similares a pequeños ciervos, que se acercaban nerviosos a la orilla y se alejaban rápidamente tras unos sorbos, temiendo quedarse allí demasiado tiempo.

Eldi siguió su ejemplo y se alejó del borde del agua, temiendo que pudieran habitar allí criaturas peligrosas, pero también atento a las sombras en la vegetación. Puede que a lo que temieran aquellos animales fuera una emboscada junto al agua.

Sintió un par de veces un aviso leve de Oído de Murciélago, pero lo que fuera que estuviera allí decidió que no era buena idea atacarlo, así que siguió su camino bordeando el lago, hasta el pie de la cascada.

Era tal y como la recordaba del juego, aunque la roca era mucho más resbaladiza. Al fin y al cabo, había muchos detalles que no eran tan claros entonces.

Uso Escalar varias veces para tener un lugar al que sujetarse, mientras recorría el precario saliente de roca oculto tras la caída de agua. Sus pies perdieron el apoyo en un par de ocasiones, pero la cuerda atada a la lanza le permitió mantener el equilibrio y no caer bajo la cascada, lo que lo hubiera dejado indefenso ante la peligrosa fuerza del agua.

Finalmente, completamente empapado, llegó a una depresión en la roca que daba paso a una cueva. Al parecer, la mazmorra olvidada era real. Ahora sólo faltaba comprobar cómo era por dentro.

Regreso a Jorgaldur Tomo I: el mago de batallaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora