Situación desesperada

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Era de noche y se encontraba alejado de la entrada de la mazmorra y de la ciudad, de la que se veían sus luces a lo lejos, varios metros por encima de la pequeña sala con la estalactita y el charco. Le hubiera gustado ir a ver a los cuatro jóvenes, saludarlos, incluso regalarles el báculo, pero no era buena idea.

No dudaba de que la ausencia del grupo de aventureros nobles no había pasado desapercibida. Habían transcurrido demasiados días, así que era probable que incluso hubiera en marcha una operación de búsqueda. Si volvía solo, todas las miradas estarían puestas en él.

Aún tenía que decidir que hacer con los cuerpos. No le gustaba la idea de llevárselos, y tampoco la de enterrarlos en tierra de nadie. A pesar de lo que habían hecho, prefería que sus familias supieran la verdad, e incluso la razón por la que habían muerto.

En cierta forma, el modo de pensar de su personaje en el juego era una parte de sí mismo. Siempre lo había sido, y ahora era consciente de ello. Por eso, su intención era dejarlos con su sello, pero también era importante que se supiera de sus crímenes, algo que no sabía como llevar lograr.

Lo que sí sabía es que tenía que salir de allí. Y la idea de cruzar la frontera era la más atractiva, por lo menos hasta que tuviera el nivel suficientemente alto para volver y pedir explicaciones. La duda estaba en cómo de vigiladas estaban las fronteras, y si podría cruzarlas con facilidad.

Pero todas esas preguntas podían esperar, pues una silueta se acercaba velozmente desde la ciudad. Sólo la vio un instante, pero decidió usar Escudo del Dormilón para esconderse.



–Sé que estás aquí– dijo la voz de un hombre –. Ya no tenía esperanzas, pero creo que me ha tocado la lotería.

El hombre daba vueltas mientras hablaba en voz alta.

–Sabes, se dice que los visitantes salían de la mazmorra en este lugar, aunque nadie sabe como lo hacían. Así que puse varias alarmas, y sólo se han activado las de este trocito. Así que nadie ha entrado desde fuera y nadie ha salido de aquí.

Eldi lo vio pasar por delante de su escondite. Llevaba una larga capa que cubría sus ropas, y su rostro también estaba oculto tras una capucha. Pero podía percibir su aura, que era extraña, como la de los dos mercaderes que había visto de lejos en la ciudad.

–Ya veo, estás escondido. Es un fastidio, me obligas a mostrarme.

Fue entonces cuando entendió que estaba en un grave problema. De repente, el aura dejó de ser extraña, siendo en su lugar una de nivel superior a 80, la de alguien que podía matarlo con facilidad. Instintivamente, aguantó la respiración, aunque no era necesario hacerlo bajo la protección de Escudo del Dormilón.

–Tienes dos opciones. La primera, sales por tu propio pie y te rindes. Prometo no matarte, la recompensa es mayor si estás vivo. La segunda, golpeo todo hasta que aparezcas, vivo o muerto. Si mueres, la recompensa es algo menor, pero sigue valiendo la pena.

Eldi tragó saliva. Si el escudo era golpeado con esa fuerza, sería destrozado, y puede que él también en el proceso.

–Aquí no es. A ver aquí...

Un árbol fue despedazado, después un pequeño cráter en el suelo, luego una roca partida. El hombre se aproximaba y a Eldi no se le ocurría qué podía hacer. Cuando finalmente impactó en el escudo, no tuvo más remedio que esquivarlo, revelando su presencia.

–¡Ah! ¡Así que estabas ahí!– sonrió maliciosamente, mientras empuñaba dos dagas.

–¿Quién eres? ¿Qué quieres?– preguntó Eldi.

–No importa quién soy, pero te quiero a ti. Mejor vivo, pero muerto también está bien.

–¿Por qué?

–¡Porque pagan muy bien! Has sido un grano en el culo para gente poderosa, y eso es muy bueno para mí. A ver, ¿te rindes? ¿O será por las malas?

Eldi dio un paso atrás. La diferencia de poder era enorme. No creía que pudiera vencerlo incluso cogiéndolo por sorpresa, pero la alternativa no era mejor. Estaba seguro de que lo matarían, o peor.

–O vamos no seas tímid... ¡Uf!

Cayó en el agujero y Eldi se apresuró a atacarlo con la lanza, pero éste la paró con la mano.

–Bonito truco. Tendrá que ser por las malas.

El alto humano soltó la lanza y usó Propulsar con el martillo, en un intento de mantenerlo en el agujero, pero no tuvo éxito. Pisando los carámbanos, que no habían conseguido atravesar las botas reforzadas, éste se impulsó hacia fuera, golpeando a Eldi, tirándolo al suelo y abalanzándose sobre él.

–Ha sido un placer. Hasta nunca– se despidió el asesino, mientras acercaba la daga al cuello de su víctima. Su rostro era ahora visible, y contaba con varias cicatrices.

Cubierta de veneno, la daga atravesó el cuello, la garganta y la vena carótida. Y el hombre se derrumbó sin vida.

Eldi veía estupefacto como la daga que tenía que atravesar su cuello caía al suelo, mientras que otra atravesaba la del hombre. Pertenecía a una figura femenina, con unas ropas ajustadas negras que le cubrían todo el cuerpo y la cara, y de donde sólo sobresalían sus ojos dorados y su pelo. Era negro, su color natural, y no el azul que había estado usando hasta hace bien poco. Caía sobre su espalda en la forma de una improvisada cola.

Apartó el cadáver y miró a Eldi fijamente, quien no sabía que estaba pasando, pero sí que aquella mujer le había salvado la vida, y que era aún más poderosa que el hombre que lo había amenazado. Su nivel estaba por encima del 90.

Esperaba que fuera aliada, y no una lucha por hacerse con la recompensa que había sobre su cabeza. Pero no esperaba que unas lágrimas bañaran los ojos de ella, ni que al apartar la tela que cubría su cara descubriera un rostro que le resultaba familiar. Y, aún menos, que ella se abalanzara sobre él, abrazándolo y llorando en su pecho.

–¡Papá...!

–Lidia... Mi niña...– le devolvió él el abrazo, sintiéndose tremendamente culpable por haberla abandonado en el pasado.

Ella era la segunda razón por la que más se conectaba al juego, y la segunda por la que lo había dejado. El querer como a una hija a un personaje virtual le había parecido tan enfermizo como enamorarse de otro. Y ahora, su corazón estaba lleno de remordimientos.

Regreso a Jorgaldur Tomo I: el mago de batallaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora