Arañas vs elfos

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Eldi había peleado contra las arañas de la mazmorra, pero estas eran diferentes. No sólo estaban vivas, sino que tenían cierto grado de inteligencia, e incluso eran capaces de cooperar entre ellas.

Las cuatro Escupieron un potente veneno hacia el mago de batalla, quien usó Reacción Gatuna para esquivarlo y llegar junto a los elfos. Estos lo miraban estupefactos, y más cuando lanzó Tiritas para Todos un par de veces, curándolos de sus heridas. Aunque no era suficiente para los que yacían en el suelo, que habían sido envenenados.

Había varios recipientes en el suelo, de pociones que habían sido usadas previamente. Habían sido atacados por sorpresa por las arañas y envenenados, y los que yacían en el suelo habían mentido, asegurando estar bien para que sus compañeros tomaran los antídotos, pues no tenían tantos. Era evidente que su edad era considerablemente mayor, y habían decidido sacrificarse por los más jóvenes.

Eldi se acercó a ellos sin mediar palabra y sin que lo detuvieran. Los había curado y se había deshecho de una de las arañas, además de estar demasiado ocupados defendiéndose de los arácnidos como para detener los rápidos movimientos del recién llegado. Esperaban que aquel refuerzo tuviera antídotos, pero no que pudiera curar a sus compañeros sin ellos. Era un hechizo propio de curanderos, no de guerreros.

Usó Curar Veneno y Regenerar en ambos heridos, los cuales fueron los más sorprendidos. El veneno había perdido su efecto y se estaban recuperando. De hecho, los podría haber curado completamente, pero no podía permitirse el lujo de gastar demasiado maná. Lo podía necesitar.

Las flechas de los elfos se clavaban en las arañas, muchas de las cuales habían perdido algunos de sus ojos y tenían varias incrustadas en el cuerpo. Pero, a diferencia de las lanzas, no eran capaces de atravesarlas por completo, sin contar que éstas habían cubierto gran parte del claro de telas, haciendo difícil acertar en ellas. Además de hostigar continuamente con veneno. Los elfos se defendían con una especie de Escudos de Viento, pero era evidente que estaban cansados y habían gastado mucho maná.

Dieron las gracias al recién llegado, pero la situación seguía siendo crítica, por lo que apenas pudieron pararse a intercambiar un par de palabras. Estaban muy lejos de estar fuera de peligro, aunque las perspectivas habían mejorado. No sólo tenían a aquel extraño, sino que los dos elfos heridos, aunque débiles, podían luchar.

En ese momento, el extraño hizo algo que los volvió a sorprender. Los rodeó con Muros de Fuego por todos los lados menos uno, por el que había llegado y había una araña menos. De esa forma, hacía más difícil el ataque de las arañas, que no se atreverían a cruzarlos.

–¿Podéis cubrirme?– dijo éste.

–Sí, claro– respondió una elfa, cuyo aspecto cansado y sucio estaba lejos de lo que uno esperaría de los elfos en un mundo de fantasía. Y no es que sus compañeros estuvieran mejor.

Eldi corrió hacia el frente mientras los elfos concentraban sus flechas en aquellas cuatro arañas, a excepción de dos de ellos, que se ocupaban de protegerlos del veneno que era lanzado por encima de los Muros, veneno cuya trayectoria era ahora más larga e imprecisa.

Las flechas eran un poco más potentes que antes, pues tanto la fuerza de los elfos como la de la magia que imbuían había mejorado. Eldi les había otorgado algunas bendiciones, además de un Área de Ataque. Y, aunque estupefactos, no dudaron en aprovechar aquellos regalos contra sus enemigos, mientras se preguntaban cómo alguien podía tener habilidades tan dispares.

Distraídas las arañas por los ataques de los elfos, y confiadas en la efectividad de sus telas, no prestaron suficiente atención a quien se acercaba a ellas. El Aura de Fuego se encargaba de las telas que le barraban el paso, y mandó a sus asistentes a recoger las lanzas y descuartizar a la araña que ya había fallecido, mientras que atacaba a otra con dos nuevas lanzas y martillo.

Habiéndola dejado moribunda, iba a atacar a otra cuando se vio obligado a esquivar de nuevo con Reacción Gatuna. Tres nuevas arañas habían aparecido y llegaban más, forzándolo a retroceder hasta los elfos.

–¿¡Por qué hay tantos de esos bichos!?– exclamó Eldi.

–No lo sabemos. Eso es lo que habíamos venido a averiguar. O retroceder si encontrábamos demasiadas. Deberíamos informar para que quememos esta parte del bosque, son demasiado peligrosas. Seguramente lo harán igualmente si no volvemos.

El mago de batalla se los quedó mirando un momento. La situación era bastante peligrosa, y empeoraba por momentos. Pero las palabras del elfo le daban una idea.

–Entonces, ¿puedo empezar a quemarlo ahora?

–Hay demasiada humedad. Aunque consigas iniciar un fuego, acabará extinguiéndose. Se necesita coordinación y materiales para mantenerlo– negó una de las elfas.

No sabían muy bien cómo dirigirse al extraño recién llegado, que había salido de la nada y había empezado a luchar a su lado sin mediar palabra. Era una situación un tanto extraña, pero no podían dejar de responderle.

–Creo que puedo quemar lo suficiente para que podamos escapar. ¿Podéis controlarlo?– preguntó Eldi de nuevo.

Goldmi era capaz de hacerlo en el juego, y había visto que varios de aquellos elfos eran diestros en la magia de viento. Ellos asintieron, un tanto escépticos de que pudiera cumplir con lo que decía, escepticismo que desapareció en cuanto vieron lo que sacaba de la nada.

–Ayudadme a lanzarlas.

Los elfos no vacilaron. Cada vez había más arañas, y aquello podía ayudarlos a escapar. Algunos de ellos lanzaron los recipientes que contenían resina hacia el frente, vertiéndose su contenido sobre árboles y telas de araña. Mientras, los otros los protegían del veneno que escupían las arañas. Cuando Eldi imbuyó una de las flechas de un elfo con fuego y ésta cayó sobre un árbol, toda la zona empezó a arder.

Eldi se encaró a las dos arañas que se abalanzaron hacia ellos, huyendo del fuego. Usó Abismo para detenerlas y dañarlas, atacando sus patas a continuación, alternando Abismo y Doble Filo para acabar con la resistencia de los arácnidos. Con cinco de sus patas cortadas ya no eran capaces de mantenerse en pie, además de que el fuego no se había apagado de sus lomos y varios elfos se habían sumado al ataque.

Mientras, otros elfos controlaban el viento para dirigir el fuego a una zona concreta, abriendo un pequeño túnel entre árboles, arañas y telas. Luego se encargaron de apartar el fuego a los lados, creando una especie de muro llameante que mantenía a las arañas a raya y les permitía huir por allí

Intimidadas por el fuego, las arañas no intentaron detenerlos, por lo que sólo tuvieron que soportar el extremo calor que los rodeaba. Eldi siguió a los elfos por el bosque, todos atentos a la aparición de más arañas, que no los persiguieron, pues no es la velocidad una de sus cualidades. Una vez habían escapado de su trampa, las presas estaban fuera de su alcance.

Regreso a Jorgaldur Tomo I: el mago de batallaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora