Pánico

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A diferencia de otras ocasiones, no se habían producido discusiones o peleas en aquella reunión, en la que todos habían escuchado en silencio las perturbadoras últimas noticias. Algunos de ellos se habían apresurado a salir de la sala una vez hubo terminado, con la intención de convocar a sus hijos o sobrinos, y reprenderlos por sus acciones.

Hasta ahora, habían consentido a la generación más joven, condescendientes con sus acciones, siempre y cuando no fueran en contra de sus propios intereses. Al fin y al cabo, "eran jóvenes", y el destino de unos pocos vasallos "carecía de importancia".

Sin embargo, tras los últimos sucesos, no podían permitirse seguir actuando igual. Debían disciplinar a los mimados jóvenes nobles por su propio bien, antes de que algo les sucediera.

Los cadáveres de tres jóvenes nobles y sus guardaespaldas habían sido encontrados dentro de la residencia del tío de uno de ellos, el conde. Se sabía que aquel grupo era especialmente déspota en su trato con los ciudadanos comunes, y se sospechaba que se habían más que sobrepasado en varias ocasiones. En caso contrario, los propios condes no los habrían alejado de su entorno más cercano, aunque eso era todo lo que habían hecho.

El mensaje de sus muertes había sido claro: ya no se iba a tolerar ese tipo de actitud, además de tenerse la capacidad de llegar hasta el corazón de la residencia de un noble poderoso. Que estuviera firmado por Eldi Hnefa había hecho que el pánico cundiera en la sala de reunión, temiendo por la vida de quienes habían ido demasiado lejos, e incluso la suya propia. Ni siquiera sabían si estaban a salvo en su propio hogar.

Además, tenían la certeza de que los rebeldes se inspirarían en sus actos, por lo que a partir de entonces todos ellos tendrían que ir con cuidado, temiendo incluso a sus propias sombras. Daba igual que los hechos pudieran haber ocurrido en el otro extremo del reino.

El resto de nobles también estaban preocupados, pues no sabían exactamente a qué se enfrentaban. Ni ellos ni sus hijos eran culpables de los crímenes de quienes habían entrado en pánico, pero desconocían cuáles eran exactamente las intenciones del visitante. La mayoría de ellos decidieron mantenerse a la espera y reforzar su seguridad. No querían ser sus enemigos, pero no podían saber si ya lo eran, si Eldi Hnefa estaba sólo en contra de los nobles más corruptos o de toda la nobleza.



–Lo hemos subestimado– se lamentó Elsa.

–Aunque algo inesperado, los asesinatos no están fuera de las predicciones– la contradijo Ricardo.

Ella lo miró confundida durante un instante.

–¡Ah, claro! Aún no te lo he contado...

Él la miró con el ceño fruncido, esperando más malas noticias.

–Un asesino de nivel 84 que estaba en la misma ciudad que los jóvenes asesinados ha desaparecido. Lo más probable es que haya muerto a manos de nuestro visitante.

Las arrugas de su frente se hicieron más profundas, mientras que rostro era incapaz de ocultar su preocupación.

–¿¡Estás diciendo que su nivel está por encima de 80!? ¿¡Qué hacía entonces en una mazmorra como esa!?– la interrogó el hombre.

–No podemos estar seguros, es sólo una suposición, pero es lo más probable. O igual alguien lo ayudó, lo que significaría que ha contactado con la resistencia. O igual el asesino tuvo otros problemas, aunque sería mucha casualidad. Tampoco sabemos que ha estado haciendo desde la última vez. La verdad es que sabemos muy poco.

Ricardo suspiró ante la nueva información y ante la actitud despreocupada de Elsa. Una vez más parecía divertirse. Lo peor era que en breve tendría que informar a la reina, y sabía que se pondría furiosa.



Los rebeldes estaban eufóricos. Habían temido que el visitante no volviera a aparecer, que hubiera sido capturado o ejecutado, pero no había sido así. Se había presentado en un lugar inesperado y había puesto fin a los crímenes de un grupo de nobles que se creían impunes. Estaban discutiendo si debían seguir su ejemplo y cómo hacerlo, cuando Tresdedos llegó a la reunión. Todos lo miraron expectantes, pues era un tanto extraño que llegara tarde.

–Me han informado que han contactado con el visitante. Durante un tiempo permanecerá oculto. No sé las razones, no sé qué asuntos tiene pendientes, pero sí sé que ha dicho que volverá. Ahora tenemos que decidir que vamos a hacer mientras tanto, pero mi voto es que tengamos paciencia– anunció sin dilación.

–¿Dónde está?

–¿Cuándo volverá?

–¿De verdad es él?

–¿Cuál es su fuerza?

Tresdedos suspiró, maldiciendo para sus adentros a Lidia por haberle dejado con aquel marrón. Iba a ser una larga noche en la que no dejarían de acosarle con preguntas para las que no tenía respuestas, mientras intentaba calmar los ánimos y evitar que fueran imprudentes con sus acciones.

No creía que fuera fácil convencerlos de esperar. De hecho, estaba seguro de no poder conseguirlo completamente, pero al menos intentaría que la mayor parte de ellos no actuara impulsivamente.

No obstante, lo que más le intrigaba era por qué Lidia le había pedido que contara aquello. Sabía que ella era tan consciente como él de la existencia de espías, así que supuso que quería que se filtrara aquella información, aunque no sabía para qué. Fuera como fuese, confiaba en ella. Al fin y al cabo, de no ser por ella, no sólo habría perdido dos dedos.



Golpeó irritado el suelo y maldijo en voz alta varias veces, hasta que finalmente se calmó. Pero a pesar del enfado, se sentía enormemente feliz. Su hermana le había provocado e irritado, como hacía siempre, pero también le había dado una gran noticia: su padre había vuelto.

Se tumbó y miró hacia las estrellas con sus ojos dorados, sin reprimir la sonrisa que aparecía en su rostro mientras recordaba las palabras de su hermana: "Ha vuelto". Luego recordó las siguientes, burlándose de él por haberlo encontrado primero, y volvió a golpear furiosamente el suelo.

–¡Maldita Lid!

Pero inmediatamente se puso a reír, mientras se preguntaba cuál era el regalo del que hablaba su hermana. Se había negado a decirle más, pero en el tono de su voz podía adivinar que estaba muy emocionada. La conocía demasiado bien. Al fin y al cabo, eran mellizos.

Regreso a Jorgaldur Tomo I: el mago de batallaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora