Otra vez en la cueva, otra vez frente al bosque, con las marismas a la izquierda. Dudó, pero se forzó a salir, a acercarse al bosque. No pretendía entrar, pero si echar un vistazo de más cerca.
Mientras se acercaba, inspeccionó los árboles, buscando serpientes u otros seres. Examinó las sombras, buscando peligros ocultos, pero o no había o no era capaz de descubrirlos.
Y mientras intentaba inspeccionar minuciosamente el bosque, también prestaba atención a la gran variedad de plantas, mandando a su asistente a recoger algunas de ellas. La mayoría eran para pociones de nivel bajo, lo cual era lógico en un área de dicho nivel, pues la concentración de maná es menor y afecta a todo el entorno. Por eso los seres de nivel alto no se quedan mucho tiempo si pasan por allí, pues, aunque tendrían comida fácil, les sería muy difícil ganar poder y resulta más lento recuperar el utilizado.
Poco a poco y casi sin darse cuenta, fue cogiendo confianza, mientras se maravillaba de la belleza del lugar, de los sonidos o del aroma de un bosque virgen como no los había visto en su mundo natal. Pero un ciervo esmeralda como el que había visto el día anterior le señaló que aquel no era un lugar para dar un paseo: la mitad de su cuerpo había sido devorado y había pisadas alrededor que no sabía reconocer.
Retrocedió escudriñando los alrededores, sin ser capaz de descubrir al gran felino que se escondía entre la copa de un árbol cercano y que lo observaba atentamente. Se había exiliado allí para recuperarse de las heridas producidas en un enfrentamiento territorial, y era nivel 25.
Probablemente hubiera atacado a Eldi, lo que hubiera resultado en su casi segura muerte, si hubiera tenido hambre o se hubiera sentido amenazado. Pero había saciado su hambre con aquella presa medio devorada y ahora descansaba, frente a los restos que probablemente no comería. Le era fácil cazar allí y prefería la carne lo más fresca posible. De hecho, aunque hubiera querido le habría resultado imposible, pues una pequeña hada se ocupó de los restos, haciéndolos desaparecer en un espacio invisible.
Eldi había salido poco a poco del bosque, en el que había conseguido recolectar una notable cantidad de suministros, y luego había estado recorriendo su perímetro, hasta que la visión de una hormiga gigante le sorprendió. Es cierto que las había visto en el juego, pero no esperaba ver en realidad un ser que cuya existencia es físicamente imposible, a no ser que exista algo llamado magia.
Era verde oscuro y nivel 5. Del juego sabía que las hormigas son peligrosas pero débiles. Que tienen más ataque del que se supone a un ser de su nivel, probablemente a causa de las poderosas mandíbulas, pero que su defensa es baja y su vida no muy alta. Lo más problemático es que podían reunirse en cientos o miles, muy útiles para levear en grandes grupos y con ataques de área.
Se escondió detrás de un árbol, no quería problemas con sus compañeras, pero un sonido a su espalda le alertó de que algo se acercaba. Decidió esperar blandiendo el hacha, pues sus otras opciones eran salir a campo abierto y ser descubierto, o internarse en el bosque.
Otra hormiga apareció a unos metros de él. Intentó ocultarse también de ésta, pero no fue capaz. El enorme insecto se acercó, moviendo sus antenas en una actitud que no sabía si era de curiosidad o de amenaza.
Intentó volver por donde había venido, pero otra más apareció, cortándole el paso. Eldi retrocedió mientras seguían apareciendo hormigas, algunas de un metro de altura, otras de dos y de aspecto más terrible. Eran hormigas soldado y sus niveles llegaban hasta 7. Y una de ellas le atacó.
No era muy rápida, pero la marca que dejó en el árbol demostraba lo peligrosas que eran. Eldi decidió retirarse, corriendo en dirección contraria a las hormigas e intentando dirigirse hacia la seguridad de la cueva, pero las hormigas le cortaron el paso, obligándole a escapar en otra dirección.
Les iba sacando distancia, pero, para su inquietud, se encontró que más hormigas se acercaban desde la montaña. Pronto se dio cuenta que estaba rodeado, que quizás había ido a parar a la zona de caza de aquellos insectos y que él era su presa.
Un par de intentos con el Muro de Tierra le demostró su ineficacia, ya que lo trepaban con facilidad. No se le ocurría como podría enfrentarse a tantas de ellas en campo abierto, pues ya alcanzaban el medio centenar y seguían aumentando. Y pronto descubrió la razón: una agujero del que salían más hormigas, el hormiguero.
Quizás lo consideraban una presa o quizás una amenaza, pero poco importaba, no se iban a parar a discutirlo con él. Aterrado y sin saber que hacer, la presencia de una cueva en la montaña la entendió como su única opción, por lo que se dirigió hacia allí.
Usó Aplastar tierra con la tres hormigas que se interponían en su camino, y Jabalina con la que no cayó. No dejo pasar la oportunidad para rematar a la hormiga herida con dos Golpe Devastador y mandar a su asistente a recuperar la lanza, cosa que hizo cuando el otro acabó de extraer ácido fórmico menor o placas menores de mandíbula de hormiga, entre otros, incluyendo una carne de hormiga que no es comestible y que no sabía muy bien para que podía servirle.
Alcanzó la cueva cuando otra hormiga iba a interponerse en su paso, esquivándola por muy poco y quedándose ésta fuera, esperando a sus compañeras.
Sacó entonces una esfera de luz del inventario, una especie de lámpara que flotaba a un metro de él, para inspeccionar la cueva antes que las hormigas fueran tras él, con la esperanza que tuviera otra salida y, tal vez y como en el juego, algún tesoro inesperado. Sin embargo, se encontró con que la cueva acababa un poco más allá. Era de piedra y apenas tenía treinta metros de profundidad. Estaba atrapado.
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Regreso a Jorgaldur Tomo I: el mago de batalla
FantasyCuando muere en su cama debido a su avanzada edad, aún recuerda a una NPC de un MMORPG que jugó en su juventud, sin entender por qué nunca ha podido olvidarla. Pero cuando vuelve a abrir los ojos, se encuentra con la ruinas de lo que era el inicio d...